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A QUIEN ELEGIR

Sois el más sabio de todos los pueblos, mas la prudencia exige, a mi parecer, una precaución en la cual no atináis. Debéis elegir, no al que mejor discurra acerca de las leyes, sino al que tenga la virtud de observarlas con mas constancia.

Francois Fenelón

MAQUIAVELO

“Respecto a la prudencia y a la constancia, afirmo que un pueblo es más prudente y más constante que un príncipe. No sin razón se compara la voz del pueblo a la de Dios, porque los pronósticos de la opinión pública son a veces tan maravillosos, que parece dotada de oculta virtud para prever sus males y sus bienes”.

"Comparados un pueblo y un príncipe, sujetos ambos a las leyes, se verá mayor virtud en el pueblo que en el príncipe; si ambos no tienen freno, menos errores que el príncipe cometerá el pueblo y los de éste tendrán mejor remedio; porque un hombre honrado y respetable puede hablar a un pueblo licencioso y desordenado y atraerlo fácilmente con su elocuencia a buena vía, y la maldad de un príncipe no se corrige con palabras, sino con la fuerza. Puede pues, conjeturarse la diferencia de enfermedad por lo distintas que son las medicinas; pues la de los pueblos se cura con palabras y la de los príncipes necesita hierro. Todos compren­derán que la mayor energía del remedio corresponde a mayores faltas. De un pueblo completamente desordenado no se temen las locuras que hace, no se teme el mal presente, sino el que pueda sobrevenir, pues de la confusión y la anarquía nacen los tiranos; pero con los príncipes sin freno sucede lo contrario: se teme el mal presente y se espera en lo porvenir, persuadiéndose los hombres de que a su mala vida pueda suceder alguna libertad. Notad, pues, la diferencia entre uno y otro para lo que es y para lo que ha de ser.
La multitud se muestra cruel contra los que teme que atenten al bien común, y el príncipe contra quienes él sospeche que son enemigos de su interés personal. La preocupación contra los pueblos nace de que todo el mundo puede libremente y sin miedo hablar mal de ellos, aun en las épocas de su dominación, mientras de los príncipes se habla siempre con gran temor y grandísimas precauciones.
No creo fuera de propósito, ya que el asunto me invita a ello, tratar en el capítulo siguiente de si se puede confiar más en las alianzas con las repúblicas que en las hechas con los príncipes.”

Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio

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CULTURA POLÍTICA Y DEMOCRACIA

Durante las elecciones, la cultura política subyacente aflora en el comportamiento de los candidatos y de los electores, en los contenidos y en el modo en que se desarrolla la contienda electoral, así como en los medios considerados válidos para hacer campaña. Aflora también en la actitud de los gobernantes, de los líderes y cuadros partidistas, de los funcionarios electorales, y desde luego, en la manera en que la prensa da cuenta de partidos, candidatos, campañas y elecciones. A su vez, la manera como se desarrolla el proceso electoral y la cobertura que hace la prensa del mismo, las estrategias de campaña que adoptan los partidos y candidatos, la propaganda que difunden por los medios de comunicación masiva, la forma en que tiene lugar la votación y los medios usados para defender los votos, van conformando también la cultura política.

Según Lipset, la democracia requiere del apoyo de una cultura: la aceptación por la ciudadanía y por las élites de los principios de libertad de expresión, de prensa, de reunión, de religión; de los derechos de los partidos de oposición, del imperio de la ley, de los derechos humanos y demás principios similares. Para Julieta Guevara, la cultura democrática se sustenta en la dignidad e igualdad humanas, en la conciencia de que el hombre tiene necesidad de la cooperación social para poder alcanzar su plenitud, y en la confianza en la razón, no en la fuerza, como el mejor medio para resolver los conflictos. A partir de estos valores fundamentales, se deriva la democracia como una forma de convivencia, que otorga el mismo valor a todos, y por lo tanto, igual respeto y oportunidades para buscar su propio desarrollo. Por eso, para algunos pensadores, como Octavio Paz, la democracia es esencialmente una cuestión de cultura, un estado de la mente, una actitud ante la vida, un comportamiento en relación con los demás.

En el pasado se consideró que la democracia era adecuada sólo para países del norte y centro de Europa, así como para aquellos en que se habían ramificado mediante sus colonias, como Estados Unidos; que una cultura profundamente antidemocrática podía impedir la diseminación de valores democráticos y la legitimación y funcionamiento de las instituciones democráticas; y que los países católicos, islámicos y confucionistas que carecían de la cultura occidental, única que proveía una base adecuada para el desarrollo de la democracia, no podían aspirar a ella.

Hoy se sabe que cualquier cultura tiene algunos elementos que son compatibles con la democracia, de la misma manera que el protestantismo tiene también elementos claramente no democráticos. El problema es cómo y bajo que circunstancias los elementos no democráticos pueden ser suplantados por los democráticos, ya que toda cultura es dinámica, por lo que los valores, las creencias y las actitudes dominantes en una sociedad cambian, y aunque conservan elementos de continuidad, difieren aun de una generación a otra.

La cultura es una influencia principal, aunque no única, en el comportamiento social, político y económico que, como señala Harrison, tiene que ver con el éxito o el fracaso de los esfuerzos por lograr el desarrollo económico y la democratización política. Para Inglehart el desarrollo económico produce dos tipos de cambios que conducen a la democracia: 1) transforma la estructura social (urbanización, educación masiva, especialización ocupacional, organización social, etcétera.) de modo que se moviliza la participación de las masas en la política; y 2) conduce a cambios culturales que ayudan a estabilizar a la democracia (confianza interpersonal, tolerancia, valores de auto expresión y de participación en la toma de decisiones, mayor bienestar que dota de legitimidad al régimen y lo sostiene en tiempos difíciles, etcétera.) Surgen así, condiciones sociales y culturales bajo las cuales la democracia tiene más probabilidades de emerger y sobrevivir.

Según Huntington más que la cultura, "la pobreza es probablemente el principal obstáculo para la expansión de la democracia. El futuro de la democracia depende del futuro del desarrollo económico. Los obstáculos al desarrollo económico son obstáculos a la expansión de la democracia... (pero si bien) el desarrollo económico hace posible a la democracia, el liderazgo político lo hace real... las élites políticas... tienen que creer mínimamente que la democracia es la menos mala de las formas de gobierno para sus sociedades y para ellas mismas... así como poseer las habilidades para implantarla y conservarla... la historia no se mueve hacia delante en línea recta, sino cuando líderes diestros y determinados la empujan hacia delante".

De cualquier modo, el avance real hacia la democracia requiere de la transformación de los patrones culturales. Aun si se alcanzaran mayores niveles de desarrollo económico en el futuro inmediato, este desarrollo por sí solo no conducirá hacia una mayor democracia, se necesitan también nuevas estructuras políticas, así como nuevos valores y actitudes políticos de la población. A largo plazo, la sobre vivencia de la democracia dependerá de los valores y creencias del ciudadano común.

Es por eso que se propone promover deliberadamente el cambio de la cultura política, ya sea mediante incentivos que estimulen actitudes y comportamientos democráticos (por ejemplo, la lucha real contra los privilegios y la impunidad, esto es, la instauración del estado de derecho, que haga realidad la aplicación estricta y para todos de las leyes) o bien, por medio de alentar una socialización política democrática con nuevos programas de educación cívica o campañas permanentes de difusión de la cultura democrática, entre otras medidas sugeridas por diversos pensadores.

En el logro de este propósito, cobra singular importancia el papel de los medios masivos, especialmente los electrónicos (radio y televisión), en la generación de las nuevas percepciones y actitudes que puedan ir conformando los nuevos patrones culturales democráticos que destierren definitivamente las posibilidades de gobiernos autoritarios.

 

Al disponer de la radio y el cine, la propaganda que se usó en la Alemania Nazi, superó la utilizada en Estados Unidos e Inglaterra para movilizar a su gente durante la Primera Guerra Mundial. Para Hitler toda propaganda debía apelar a los sentimientos mediante slogans simples, entendibles por el “más estúpido”, pues la gente “entiende poco y olvida mucho”, por eso sus mensajes eran pocos pero “repetidos eternamente”. Los nazis no sólo legaron al mundo inventos como el Volkswagen o el jet, sino desarrollaron, perfeccionaron y pusieron en práctica técnicas que hoy son de uso común en las campañas.
En este apartado se describen algunos hallazgos y teorías sobre el comportamiento electoral basados en investigaciones de diversos países. Deben tomarse como meras hipótesis a comprobar en cada situación particular
El concepto de ciudadano ha sido una conquista verdaderamente extraordinaria del hombre, pero el concepto de ciudadano, que gracias a la enciclopedia y el humanismo nació en el siglo XVIII, se está ahora diluyendo. ¿A quién le importa ahora decir "Yo soy un ciudadano"? Ahora somos consumidores y lo que se dice es "Quiero disfrutar la vida, y quien venga después que cierre la puerta". Y la puerta se está ya cerrando. No quiero parecer pesimista, aunque lo sea, porque sólo los pesimistas, los que están disconformes, pueden tratar de cambiar aquello que no les gusta, mientras los optimistas son conservadores por aptitud y definición.

José Saramago

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Primera Parte. Conceptos Fundamentales

I. La Campaña - II. El Elector - III. La Comunicación Persuasiva

II. El elector

 

A. Quiénes participan más en la política

La participación política comprende una gama de acciones diversas: atención a la información política en los medios masivos, discusión política dentro del seno familiar o en el centro de trabajo, proselitismo espontáneo sin intención, voto en las elecciones, acción comunitaria, asistencia a actos políticos, relaciones con políticos y funcionarios públicos, aportación de fondos a causas políticas, militancia partidista, trabajo de partido, realización de tareas de campaña, entre otras.  Estas formas de acción pueden ser consideradas legales e ilegales, y hasta incluir el uso de la violencia, pero todas las actividades políticas de los electores conducen, de algún modo, a orientar su voto.

La participación política está impulsada por el interés propio, el sentido del deber ciudadano, el impacto percibido del gobierno sobre la vida propia, el sentido de eficacia política de la acción personal, el conocimiento de las opciones políticas disponibles.  La gente vota, hace campaña, se manifiesta, hace huelga o motines porque piensa que el gobierno puede solucionar algún problema individual o de grupo.  La participación implica tiempo, pero también dinero y otros recursos; supone riesgos como perder el trabajo, la libertad o aun la vida, y requiere conciencia y conocimientos.

El modo como se llevan a cabo todas estas tareas también califica la participación política y puede variar de ser completamente racional, abierta, partidista, sistemática, activa y comprometida, a sólo ser fruto de las circunstancias y emociones del momento o de la manipulación; asimismo, puede dirigirse al mantenimiento del statu quo u orientarse al cambio.

De cualquier manera, entre más involucrado esté un elector en las actividades políticas, más acudirá a las urnas.

La participación política es inherente a la democracia porque estimula los gobiernos responsables y el control popular de las principales decisiones políticas; pero no todos los miembros de una sociedad tienen las mismas oportunidades de participar; en términos generales, un individuo tiene mayores probabilidades de participar políticamente si pertenece a un grupo privilegiado, es decir, con cualidades que le aseguran una posición dominante respecto a otros, porque la política exige tiempo y capacidades económicas, psicológicas y sociales, así como el manejo de ideas abstractas en la conversación, en las reuniones o en la tribuna para involucrarse en la política más allá del mero voto, competencias que sólo pueden poseer los individuos con mayor educación y status.

Esto explica por qué los más activos son los hombres, y por qué la gente educada de edad intermedia es más participativa que los jóvenes y los viejos.  Todavía hoy, en las democracias modernas, resulta más probable que una persona sea políticamente activa si es masculina, de edad media, relativamente rica, bien educada y, muchas veces, del grupo étnico, religioso o racial dominante.

El grado de participación política es directamente proporcional al estrato social, los ciudadanos de un mismo nivel participan en el mismo nivel, y esta participación se incrementa a medida que crece el status social, de modo que las clases medias y altas son las más activas y, porque están siempre sobre representadas, imponen sus demandas y su visión del mundo a las más numerosas clases bajas, que cuando participan es más probable que lo hagan pasivamente, sin poder, movilizadas por organizaciones civiles, partidos o por la burocracia gubernamental.

Más directamente la participación está asociada a la membresía en organizaciones de diferente índole y a las comunidades pequeñas, hasta cierto punto con alguna independencia de la clase social, aunque la clase no deja de tener importancia por lo costoso que puede resultar para los pobres su participación aun en grupos religiosos o étnicos; así, entre más alta es la clase social se participa en mayor número de organizaciones, lo que a su vez conduce también a mayor participación política.

Aun la acción de votar conscientemente exige a los electores capacidad para concebir que su voto puede alterar o mantener una determinada situación y reconocer las diferencias entre los partidos, los candidatos y sus propuestas para estar en posibilidad de expresar preferencias y seguir el debate de las campañas.1

Estas competencias no se observan en los grupos socialmente dominados, que cuando participan en las elecciones son más proclives a confiar su voto en bloque a un líder respetado por su vida privada, su edad, sus infortunios o sus cualidades humanas; y que cuando no participan expresan el retiro a que los conduce su sentimiento de impotencia.

En estas condiciones, los electores son en su mayoría sólo espectadores de la política; las campañas se realizan en un ambiente de escasa participación activa del electorado, que en buena medida ni siquiera acude a las urnas a depositar su voto el día de las elecciones.  A pesar de la importancia de la participación política, la realidad es la indiferencia y el abstencionismo de vastos sectores del electorado.  Por ejemplo, según una encuesta realizada en Estados Unidos, una cuarta parte del electorado nunca discute sobre política o asuntos públicos, y otro tanto lo hace cuando más una vez a la semana.  Otro estudio similar encontró que la estructura de la opinión pública se asemejaba a una pirámide, en cuyo estrecho vértice se encontraban los que toman decisiones: alcaldes, candidatos, gobernadores, consejeros de la ciudad, presidentes, miembros del congreso, senadores, los cuales representaban un número verdaderamente pequeño.  Un 10% estaba constituido por personas que se involucraban en la política de alguna manera, que firmaban peticiones, enviaban oficios a las oficinas gubernamentales, participaban activamente en las campañas, etcétera.  Otro 15% lo constituían los que no se involucraban activamente en la política, pero que de alguna manera estaban al tanto de lo que sucedía dentro de ella, o por lo menos veían los noticieros de televisión.  Y, lamentablemente, el 75% restante lo conformaban los que no estaban interesados en la política ni en los asuntos públicos.

Por lo tanto, la participación política activa que se puede esperar en las campañas es más fácil buscarla en los estratos medios y superiores de la sociedad y, en especial, en los grupos organizados, los cuales disponen de mayores recursos para hacer aportaciones en efectivo y de trabajo voluntario, así como para orientar el voto de sus afiliados.

B. Quiénes votan más en las elecciones

El acto de votar constituye la forma mínima de participación política y es la que involucro al mayor número de individuos.  Los electores efectivos son aquellos que estando registrados realmente acuden a las urnas para emitir su voto por algún candidato.

Como todas las demás formas de participación política, la electoral también se distribuye desigualmente entre los grupos que componen una sociedad.  Generalmente, quienes no votan o lo hacen ocasionalmente son más numerosos en las clases sociales más bajas; su marginación social y cultural también se expresa en la no participación en elecciones.  Los hombres, los grupos de edad madura (no ancianos) votan más que las mujeres2 y los jóvenes; las personas más educadas también votan más que la gente de escasa educación.  En general, la menor votación tiende a asociarse con las áreas rurales, la dificultad del acceso a las urnas, la mujer y los niveles más bajos de edad, educación, status ocupacional e ingreso económico.

Entre más involucrada esté una persona en la política, más votará.  Los ciudadanos con niveles de interés político más altos, con mayor preocupación por los resultados de la elección y mayor sentimiento de efectividad para influir en cuestiones políticas, votan más, aunque también una porción considerable de gente con bajo interés y poca o ninguna preocupación política acude a las urnas motivada por estímulos externos.

Otro patrón de comportamiento del elector registrado se observa conforme al nivel de las elecciones y la importancia de los puestos en disputa.  Así, en las elecciones presidenciales votan más electores que en las campañas locales, y en las elecciones que no coinciden con las presidenciales se vota menos.  Lo anterior se explica porque las campañas presidenciales despiertan mayor interés y despliegan más recursos que las campañas realizadas para obtener otros puestos, al grado tal que también estimulan el voto en las elecciones que tienen lugar simultáneamente.

También pueden observarse patrones geográficos según las regiones y la dimensión de las poblaciones; por ejemplo, en proporción al padrón electoral pueden votar más en el norte del país o en las comunidades pequeñas.

Asimismo, influyen factores electorales en el tamaño de la votación efectiva: si el registro como elector se realiza fácilmente y con menor anticipación al día de la elección, más ciudadanos se inscriben y votan, lo mismo si se amplía el horario en que se recibe la votación; además, votan en mayor proporción los electores afiliados a un partido político3 que los electores libres e independientes; en las elecciones muy reñidas aumenta la votación, mientras que en las divisiones electorales en las cuales existe el dominio claro de un partido, la votación efectiva tiende a ser menor ya que no existe duda del resultado de la votación, no se despierta el interés del elector ni el candidato se esfuerza por hacer una campaña intensa; igualmente, los candidatos y sus propuestas, así como las propias campañas, pueden elevar o disminuir la votación efectiva.

Finalmente, se han identificado factores circunstanciales diversos que influyen en el monto de la votación efectiva, factores que van desde la atmósfera de crisis que induce más votos, la movilidad residencia] que se observe en la división electoral respectiva, el clima, el día y los eventos que concurren con la elección, todos los cuales pueden menguar el número de votos efectivos, hasta el reciente ingreso al registro electoral de grupos importantes, como es el caso de los jóvenes que aún no pueden habituarse a votar.

El tamaño de la votación efectiva puede favorecer a un determinado partido o candidato, por eso los estrategas de las campañas deben decidir si tratarán de aumentar la votación efectiva normal, mantenerla en ese nivel o hasta tratar de hacerla descender, según convenga a sus candidatos.

C. Quiénes se abstienen

Una primera fuente del abstencionismo radica en el hecho mismo de que la agenda de la elección no es decidida por el elector, quien tampoco escoge a los candidatos ni sus propuestas, los ofrecimientos no necesariamente concuerdan con lo que interesa al elector, quien sabe además que no existe una conexión directa entre su voto individual y los resultados, pues su voto es sólo uno entre millones.  Así, la primera explicación del abstencionismo son las propias elecciones y la incapacidad de los partidos para satisfacer los intereses del elector con buenos candidatos y propuestas, así como la inhabilidad de las campañas para levantar el entusiasmo del electorado.
Existen otras maneras de interpretar el abstencionismo electoral.  Puede considerarse una declaración implícita de conformidad con el statu quo porque muchos electores perciben el voto como un instrumento de censura más que de apoyo v al abstenerse, deciden que no es necesario votar porque la situación no lo requiere; por lo tanto, si la votación es reducida o tiende a declinar no hay por qué preocuparse; al contrario, la baja votación permite más flexibilidad en la actuación a los políticos y contribuye a la estabilidad y perpetuación del sistema.

Esta tesis se refuerza cuando en algunos casos se observa que gran parte de los abstencionistas que en condiciones normales son indiferentes y no manifiestan preferencia alguna, sí concurren a las urnas arrastrados por un ambiente real o propagandístico que los convence de que su voto es de la mayor importancia.  Sin embargo, en este caso, con muy poca información, votan con base en impulsos, emociones e imágenes, ajenos al razonamiento, y su voto con frecuencia es impredecible, volátil, cambia de la noche a la mañana y puede conducir a resultados desastrosos.

Por esos mismos efectos, otros ven en el abstencionismo un problema grave, ya que revela la existencia de grupos numerosos de ciudadanos para los cuales carece de significación el sistema político y eventualmente pueden constituir una masa manipulable por demagogos y taumaturgos sobre todo en épocas de crisis.  Estos alienados del sistema ponen en riesgo su legitimidad; no se abstienen por satisfacción con el statu quo, sino porque lo ven ajeno y, por lo tanto, están menos satisfechos aún que quienes sí votan.  Por lo tanto, no debe confundirse satisfacción con indiferencia.

La posibilidad de aumentar la votación en favor de un candidato mediante el voto de los abstencionistas debe considerarse siempre como una estrategia electoral importante, aunque algunas campañas recurran a inventar o exagerar peligros o enemigos, para crear un ambiente de dilema como "la paz o la guerra" u "orden o anarquía" o "cristianismo sí, comunismo no" durante la guerra fría, para tratar de despertar a los indiferentes con llamados emotivos y extremistas.  Pero éstos son los riesgos de la democracia.

D. Cómo votan distintos grupos

El elector es un individuo y como tal tiene sus propios valores, creencias, actitudes y percepciones; es producto de una combinación única de sus experiencias socializadoras propias y personales; por eso, puede existir tanta diversidad de electores como combinaciones de experiencias políticas y sociales.  Es decir, el electorado, como la sociedad, no constituye un todo homogéneo, ni los distintos grupos que lo forman se comportan de la misma manera.  Sin embargo, hay combinaciones similares que permiten identificar a los electores como miembros de un mismo grupo con hábitos de votación comunes.  Por eso, se ha tratado de encontrar relaciones entre alguna de las características a partir de las cuales se pueden delimitar estos grupos -por ejemplo el género, la edad, la ocupación o la ubicación de la vivienda- y las preferencias expresadas con su voto en las urnas.  En este sentido se puede hablar del voto de la juventud, de la mujer o de los campesinos.

No obstante, son escasas y poco constantes las tendencias que pueden encontrarse respecto al sentido del voto, porque cada elección es única toda vez que en cada jornada electoral concurren y actúan factores diferentes.  Individuos con orígenes sociales y condiciones de vida muy similares han sido movilizados en diferentes elecciones por fuerzas políticas muy distintas.  Sin embargo, aunque siempre es riesgoso inferir el comportamiento con base en sólo alguna de las características de los diversos grupos, se pueden enlistar algunos hallazgos de investigaciones concretas para utilizarlos a manera de hipótesis a comprobar en una situación electoral determinada.

Por ejemplo, puede mencionarse que las mujeres más involucradas en los papeles familiares tradicionales tienden a votar más conservadoramente que el hombre en la mayoría de las elecciones, en especial si está presente alguna motivación de carácter religioso. En Estados Unidos la mujer se ha manifestado también menos inclinada a favorecer el uso de la fuerza para resolver los conflictos y prefiere un gobierno más grande que provea mayor cantidad de servicios porque se siente más vulnerable económicamente.

Los jóvenes son más proclives a las posiciones radicales aun ilegales y a votar por los extremos, tanto de derecha como de izquierda.  Los jóvenes inclinados a la derecha y de baja posición socioeconómica muestran tendencias a las formas violentas de la acción política.

En Francia, los miembros de los grupos socio profesionales más favorecidos económica, social y culturalmente, en especial los patrones de la industria y el comercio, suelen votar a la derecha más que a la izquierda; y viceversa, los grupos de obreros y asalariados tienden a votar hacia la izquierda.  Dentro de los estratos intermedios se dan diversas tendencias: los cuadros administrativos superiores votan a la derecha; los profesores prefieren la izquierda; los empleados públicos a la izquierda, y los empleados privados a la derecha, lo mismo que los agricultores y los pequeños comerciantes.  Los individuos muy identificados con la religión católica tienden a inclinarse hacia la derecha, mientras quienes no están muy interesados en alguna religión o se declaran sin ninguna de ellas, se deciden por la izquierda.

En Estados Unidos, los patrones generales durante el periodo 1952-1988 indicaron que los negros eran más demócratas que los blancos, que los católicos y judíos eran más demócratas que los protestantes, y que la clase baja y trabajadora era más demócrata que los ciudadanos de la clase media y alta.  Quien votaba por los republicanos tenía un status socioeconómico ligeramente mayor.

Los militantes de los partidos tienden a permanecer más leales y constantes en su voto a favor de su partido a medida que acumulan antigüedad en su militancia, sin importar su edad cronológica.  En contraste, los jóvenes por su corta militancia o su falta de afiliación a los partidos tienden al voto volátil.

Los términos mismos de la contienda electoral pueden influir también en la orientación del voto; por ejemplo, si los opositores a un partido o candidato en el poder no son capaces de definir una alternativa diferente a la política seguida por el gobierno en turno, los electores no votan por el cambio ' sino por la permanencia del partido en el poder o por la reelección del candidato; esto es, existe en el elector una especie de aversión al riesgo, de modo que tiende a apoyar al candidato que se encuentra en el poder en tanto el retador ofrezca iguales resultados políticos.  Asimismo, los resultados electorales dependen de la calidad de los candidatos en competencia y de las diferencias entre los mismos, de modo que se da el caso frecuente de que muchos candidatos ganen no por sus virtudes ni sus campañas, sino simplemente porque carecieron de opositores creíbles para los electores.

Con base en el análisis de los comportamientos electorales observados en los diversos grupos, las campañas se esfuerzan por identificar aquellos que puedan integrarse en una coalición ganadora y por transmitirles imágenes, mensajes y señales que correspondan a sus valores e intereses con el objeto de conquistar su voto.

E. Cuándo decide el elector su voto

Los electores toman su decisión de votar en diferentes momentos: algunos aun antes de, que se inicie el proceso electoral deciden votar por su partido; otros muy poco tiempo después de que se dan a conocer las candidaturas; unos más utilizan las comunicaciones de las campañas para escoger por quién votar, y hay quienes unos días antes o aun dentro de la casilla electoral deciden cuál candidato apoyar.

Las proporciones de cada uno de estos grupos varían de elección a elección; dependen sobre todo de la fortaleza del partidarismo que estimula a los electores a otorgar su voto a los candidatos que postule su partido independientemente de quiénes sean y qué propongan; en una situación de intenso partidarismo, la decisión del voto se toma prácticamente en el momento de la postulación de los candidatos; en este caso los resultados de la votación son muy previsibles, de modo que las campañas poco tienen que hacer para persuadir a los electores.

Cuando el partidarismo es débil o se pone a prueba por la fuerza de las personalidades de los candidatos o de las propuestas de solución a problemas graves, o bien, por la misma división de los partidos que les resta influencia sobre la orientación de los votos de sus militantes, las proporciones de quienes demoran su voto hasta el último momento se incrementan y el voto se vuelve volátil e impredecible.  Crece en esos momentos la importancia de las campañas para ayudar a que los electores arriben a la decisión favorable.

Sin embargo, la dinámica de la decisión del voto puede ser muy variable, sobre todo en los electores que apoyan débilmente a un partido, en los indecisos y en los oscilantes; algunos que inicialmente estaban comprometidos con un candidato, pero con reservas, pueden cambiar a la categoría de indecisos a medida que la campaña se desarrolla y pueden, subsecuentemente, regresar a su decisión original de votar por ese candidato; otros pueden cambiar su lealtad de uno a otro candidato varias veces conforme se sucedan nuevos eventos antes de llegar a las urnas; inclusive -el caso es remoto mas no imposible- puede darse un proceso de conversión a otro partido y provocar un realineamiento de fuerzas partidistas.

En cada elección, las campañas tienen que irse adaptando en su ritmo e intensidad a la manera como los electores van llegando a su decisión de voto.  De ahí que en sus dos últimas etapas se esfuercen por clarificar al máximo las personalidades de sus candidatos y sus propuestas respecto a las de los opositores, además de intensificar y enfocar las acciones de persuasión en los grupos que todavía carecen de una decisión definitiva.

F. Por qué vota el elector

Como el sufragio es secreto, se sabe muy poco acerca de los motivos de los electores. Las teorías y enfoques disponibles han sido resultado de la generalización de hallazgos de encuestas, o de la deducción de modelos que parten de un conjunto de supuestos acerca de las determinantes de la conducta electoral y de la situación que enfrenta el elector en el momento de votar, sin que tengan una relación directa con la realidad. Todas estas teorías contemplan cierto tipo de racionalidad en la conducta del elector, que consiste en que éste siempre trata de maximizar la utilidad percibida o esperada, ya que todo acto es racional en este sentido, pues de otro modo no sería realizado o se actuaría de otra manera.

 El problema es saber cuál es la utilidad perseguida por el elector, pues aun la persona que vota para satisfacer a su esposa es racional, ya que percibe más utilidad en la armonía marital. En consecuencia, todas las decisiones de votación son racionales por definición. Esto no ignora que algunos electores interesados en una política puedan votar por el candidato equivocado si están mal informados, o desconocen sus propuestas, o las de sus competidores. De ahí que cualquier tipo de racionalidad se incrementa en la medida que el elector dispone de información precisa y oportuna para sustentar su voto.

Las campañas se fundamentan implícita o explícitamente en hipótesis acerca del comportamiento electoral para desarrollar las estrategias que suponen las conducirán a la victoria. Generalmente estas hipótesis corresponden a varias teorías explicativas del voto y se consideran de validez para la situación concreta en que ocurre la elección. Al respecto, los campañistas investigan el comportamiento de los electores en la división electoral de que se trate y desarrollan modelos de conducta electoral para pronosticar, con cierta confiabilidad, por quién se inclinará la votación, así como para definir lo que se puede hacer para reforzar o modificar los pronósticos, según sean favorables o contrarios a sus candidatos. Obviamente, podrá darse el caso de campañas destinadas de antemano al triunfo o condenadas a la derrota; sin embargo, dado el carácter dinámico de los factores que determinan los resultados electorales, siempre existe la posibilidad de sorpresas.

1. La teoría de la democracia liberal

El supuesto fundamental del liberalismo es que el hombre es primariamente una criatura racional y que sus actos están gobernados por consideraciones racionales. Sobre este supuesto descansa la doctrina de que el pueblo debe gobernar y se construyen el tipo ideal del homo politicus y el voto racional. Se pretende que el voto sea resultado del cálculo racional basado en la conciencia de la ideología y los principios propios; en la información suficiente y confiable de los problemas y necesidades de la comunidad; en la información suficiente y confiable de los partidos, candidatos y propuestas que compiten en las elecciones, y en la libertad de elegir y votar por quien resulte más adecuado conforme al análisis y evaluación racionales. En suma, se trata de que el voto sea libre, informado y razonado.

Sin embargo, pronto se descubrió que la conducta popular real no se ajusta necesariamente a este ideal, que mucho del arte de la política consiste en la creación de la opinión por medio de la explotación deliberada de la inferencia inconsciente; que el éxito de los políticos tiene que ver con la dinámica de los deseos, esperanzas, necesidades y visiones del ser humano; que a menudo el hombre toma lo que desea y justifica sus deseos después, no antes de tomar las decisiones; que se actúa de acuerdo con tradiciones y una cosmovisión mezcladas con opiniones, conocimientos y creencias; que los electores tienen un juicio muy pobre respecto de su propio interés y piensan conforme a estereotipos que les impiden llegar a un verdadero conocimiento de los asuntos públicos. En suma, que el elector falla para decidir racionalmente y para actuar responsablemente debido a su patente indiferencia hacia la política.
 

2. La teoría de la clase social

Trata de explicar el voto en función de la clase social de los electores. Sostiene que si el elector conoce su interés de clase actuará consecuentemente para conseguirlo, aunque la conexión entre la clase social y la conducta política no ocurra automáticamente. Sin embargo, la clase social no es la única, ni en muchos casos la variable principal que determina cómo vota la gente. Las clases trabajadoras no concentran significativamente sus votos en los partidos de izquierda, aunque los trabajadores tiendan a apoyar a la izquierda más que a la derecha.

Factores diferentes a la clase social crean y refuerzan las subculturas políticas. En particular, los partidos conservadores abiertos y fundados en la religión han logrado atraer considerable apoyo de los estratos sociales más bajos. En consecuencia, la clase social por sí sola raramente explica los patrones profundos del voto.

3. La Universidad de Columbia: enfoque sociológico.

Se originó en la Universidad de Columbia en 1944; considera que el comportamiento electoral es una conducta de grupo, es decir, que la pertenencia a diversos grupos es determinante en la decisión electoral individual. Las características socioeconómicas son importantes porque ubican a los individuos dentro de la estructura social y afectan su exposición a la información política; no se puede entender al elector como individuo divorciado de su lugar y de su tiempo. Supone que los partidos son apoyados por grupos sociales específicos y que los partidos estabilizan al electorado al incorporar a determinados grupos y darles una identidad. En consecuencia, los electores se enfocan en el partido o los partidos que históricamente han apoyado al grupo social al que ellos pertenecen, en vez de tratar de informarse de las cuestiones que se debaten en una campaña.

El análisis utiliza generalmente métodos de agregación de datos: estadísticas, correlaciones, análisis factorial, regresión múltiple, etcétera. Las principales características que emplea son: la posición urbana o rural, la escolaridad, la marginación, la clase y el ingreso, la ocupación, el género, etcétera.

4. El modelo de la Universidad de Michigan: un enfoque psicológico.

Desarrollado en 1948, concibe al voto como un acto individual, motivado por percepciones y orientaciones personales y subjetivas. Considera que los valores y preferencias políticas de los individuos son resultado de un proceso de socialización que se da durante la niñez dentro de la familia y la escuela y que esos valores y preferencias perduran, con escasa variación, a lo largo de la vida adulta.

Estima que la decisión de votar está determinada por múltiples factores de diferente peso, el más importante es la identificación partidaria, esto es, una liga afectiva con los partidos. Asume que la decisión de votar es básicamente afectiva, lo que se comprueba con la falta de conocimiento e información política del electorado, así como con su inconsistencia ideológica. La gente con partido pone más atención a las campañas, participa en ellas, vota y se interesa más por el resultado de las elecciones. Así, los partidos proveen un atajo a la decisión racional del voto.

Según este modelo, dos clases de fuerzas a largo y a corto plazo afectan los resultados de una elección: la fuerza de largo plazo es la distribución básica de lealtades partidistas en el electorado que exhibe continuidad histórica durante varias elecciones y expresa la identificación con un partido, esto es, un compromiso psicológico, no una militancia, un apego o simpatía que normalmente predispone al elector para evaluar a un partido, sus propuestas y candidatos bajo una luz favorable. Las fuerzas a corto plazo son principalmente los candidatos y las propuestas específicos que compiten en una elección determinada. Así, la mayoría de los electores piensa que vota por lo que siente acerca de los partidos, sus propuestas o sus candidatos.

De este modo, la posición social o las características demográficas son básicas, pero no las determinantes inmediatas del comportamiento electoral; las variables más próximas son las actitudes y la percepción del elector respecto a las fuerzas mencionadas: el partido, las propuestas y el candidato. Estas actitudes no están separadas en la mente del elector, se traslapan e influyen recíprocamente, de modo que los candidatos o sus propuestas pueden alterar las predisposiciones hacia un partido y viceversa, al grado de que puede un elector simpatizar con un candidato opositor y sentir conflicto de lealtades con su propio partido. 4 Asimismo, la importancia de la identificación partidista, de los candidatos y de las propuestas en las decisiones electorales puede variar conforme al tiempo, el lugar y la elección.

Cuando el resultado de las elecciones refleja la continuidad de la distribución histórica del voto entre los diversos partidos, esto es, cuando la identificación partidista actúa como la fuerza principal, el voto se considera "normal"; cuando es producto de la influencia de las fuerzas de corto plazo -las propuestas y los candidatos- sobre la distribución histórica de las lealtades partidistas, el voto se califica de "anormal" o "desviado".

De cualquier manera, la identificación con un partido se concibe como un factor de inercia que, aunque se abandone en una elección, tiende a predominar una vez que han desaparecido los motivos de la deserción, de ahí que se constituya en la mejor base para predecir los resultados electorales mediante encuestas.
 
a. La identificación con un partido

La identificación con un partido sirve como pantalla perceptual a partir de la cual el elector ve a los candidatos, propuestas y demás elementos de la elección, al grado de que, aunque el elector desconozca las posiciones de su propio partido, tiende a suponer que son muy similares a las suyas.5 De este modo, sirve para dar sentido a los eventos, personalidades, propuestas, mensajes, imágenes y señales políticas que llegan a los electores; es un mecanismo de simplificación de las decisiones ante la creciente multitud de mensajes políticos. Así, dado que gran número de electores carece de información suficiente acerca de los candidatos para basar su voto en una evaluación, la identificación con un partido puede suplir esta carencia de información y el elector puede confiar en el partido y votar por su candidato sin conocerlo; inclusive, el elector puede decidir su voto únicamente conforme a su identificación de partido aun antes de que se conozcan candidatos y propuestas y de que se inicien las campañas (voto duro). Desde este punto de vista, los partidos se erigen en señales para orientar el voto de los electores menos informados.

La identificación partidista es permanente, pero es afectada por las creencias de cómo trabaja el gobierno, por la información que se obtiene en la vida diaria y su conexión con las políticas gubernamentales, así como por la información que el elector absorbe por interés o simple entretenimiento.

Además, la identificación con un partido estimula la afluencia de electores hacia las urnas, ya que quienes tienen alguna identificación con los partidos tienden a votar habitualmente, así lo hagan por un candidato opositor, pues están más informados e interesados en la política y es posible que influyan en el voto de otros electores. En contraste, los que se ostentan como independientes es probable que sean desinteresados en cuestiones políticas y no voten. De ahí que la votación efectiva sea más alta en elecciones en las cuales participan electores con un mayor grado de identificación con algún partido.

La identificación con un partido tiende a perdurar aun cuando eventualmente el elector no se encuentre satisfecho por las acciones del propio partido y vote por candidatos opositores en alguna elección; por eso se considera un factor de estabilidad del sistema político. Sin embargo, el debilitamiento de los partidos políticos trae aparejada una disminución de la identificación partidista y el crecimiento de los electores independientes y fluctuantes que son atraídos por las propuestas y por las cualidades de los candidatos, de lo cual puede resultar inestabilidad y volatilidad en las votaciones. Por esta razón tanto el elector independiente como el indeciso y flotante se convierten en un campo crítico para las estrategias de las campañas.

 
b. Las propuestas

Conforme a la teoría clásica de la democracia, las propuestas de partidos y candidatos deben ser el factor decisivo del voto ya que el ciudadano debe ser capaz de elegir entre opciones con base en la información y el razonamiento, independientemente de los intereses de grupo o partidistas, y de lo atractivo de la personalidad de los candidatos.

Las propuestas se refieren a cuestiones en disputa acerca de lo que el gobierno debe o no debe hacer; para ser efectivas deben estar dirigidas a resolver problemas acerca de los cuales los electores tienen conciencia, interés suficiente como para motivar su voto y alguna opinión al respecto; al mismo tiempo, las posiciones de los partidos y candidatos deben poder percibirse como más próximas a las que sustenta el elector, que los planteamientos de los opositores.

El voto emitido con base en las propuestas es considerado “racional” ya que, al contrario de la identificación partidista o del candidato, las propuestas representan ofrecimientos de solución concretos de los problemas que el elector puede ponderar en su idoneidad, oportunidad y costo con relación a sus propias preferencias políticas. No obstante, para que esta decisión sea efectivamente "racional", requiere el elector estar relativamente bien informado e interesado en el tema v ser capaz de identificar las posiciones políticas de los candidatos ante los diversos problemas, a la vez que los propios candidatos deben mostrar habilidad para diferenciar sus posiciones entre sí, y esto ya no depende del elector. Por eso, es de suponerse que quienes votan en función de las propuestas son los electores con mayor definición ideológica, los cuales disponen de un marco de referencia más general para evaluar las diferentes posiciones de los candidatos en pugna.

Las propuestas adquieren mayor impacto en situaciones que presentan problemas graves, siempre y cuando exista una diferenciación clara entre las posiciones que sustentan los diversos candidatos y partidos en competencia. Sin embargo, en condiciones normales el voto con base en las propuestas carece de importancia general, dado el bajo nivel de información y conocimientos políticos de los electores, excepto en algunos grupos, para los cuales la solución a un problema particular es de tal importancia para sus miembros que orientan su voto por las propuestas que les ofrecen los candidatos en competencia. Algunos de los grupos organizados a partir de un solo problema, como los ecologistas, pueden proporcionar apoyo activo a las campañas de los candidatos que se comprometen con sus posiciones. Esto es, sólo requieren la coincidencia en alguna de las propuestas, no de la plataforma completa, para otorgar el apoyo y el voto a un determinado partido o candidato (voto por cuestiones).

El voto a favor o en contra de la permanencia de candidatos y partidos en un cargo, como el caso de la reelección, es considerado un especie de voto basado en las propuestas, ya que se funda en el razonamiento de que si los tiempos son buenos hay que votar por la permanencia y, si son malos, por el rechazo a los ocupantes; no obstante que esta decisión no considera mucha información específica, sí se realiza conforme a un sentimiento general del elector acerca de su propia condición y la del país.

El desacuerdo con las propuestas de los candidatos es la fuente más frecuente de deserción de los electores; la mayoría de las veces abandonan su partido temporalmente, pero si el desacuerdo es profundo y reiterado, la deserción puede ser definitiva.

Las propuestas adquieren importancia para los electores en la medida en que son capaces de conectarlas a sus propias vidas y al puesto para el cual se les solicita el voto. Por lo tanto, las campañas pueden cambiar la importancia de sus propuestas de dos maneras: mediante mayor información acerca de la conexión de la propuesta con el puesto en disputa y por un mayor contraste de las diferencias entre las propuestas de los candidatos en competencia.
 
c. Los candidatos

El voto fundado en las opiniones sobre las cualidades personales de un candidato requiere que el elector los conozca, lo cual es posible en elecciones importantes, capaces de producir una gran visibilidad de estos candidatos, como las elecciones presidenciales, de gobernadores y senadores, principalmente. En el resto de las elecciones, ante la falta de información acerca de los candidatos, es frecuente que el elector recurra a la guía que le proporciona su identificación de partido. Entre menos desarrollada esté la imagen del partido, los electores serán más sensibles al candidato. De cualquier modo, una buena parte del electorado decide con base, principalmente, en sus percepciones de cómo el candidato se desenvolverá o se ha desenvuelto en el puesto, así como en la simpatía que le produce la personalidad del candidato, sea por el contacto personal, por la comunicación masiva, o bien, en respuesta a la desconfianza o aversión que le inspira el candidato opositor.

Las dimensiones de los candidatos que atraen a los electores son la competencia, integridad, credibilidad, capacidad de liderazgo, habilidades administrativas, visión del país y simpatía, por mencionar las más importantes. Los electores pueden apoyar a un candidato porque piensan que es competente e íntegro, o les gusta su visión del futuro, o piensan que será un buen líder. También pueden no estar de acuerdo con él por las mismas razones.

Los candidatos influyen más en el voto cuando la gente los conoce lo suficiente como para apoyarlos u oponerse a ellos. Si existe una alta visibilidad de los candidatos, puede propiciarse la deserción si los opositores son muy atractivos o el candidato propio es opaco. No obstante, como los candidatos varían en cada elección, la fuerza de la identificación partidista puede volver a operar y el elector regresar a su partido original.

Los candidatos han ido adquiriendo una importancia creciente conforme se incrementa el uso de los medios audiovisuales y menguado la identificación partidista como base de la votación; son ahora los medios masivos los que establecen los lazos críticos entre candidatos y electores. Cuando estos últimos creen conocer lo suficiente acerca de los candidatos, es muy probable que decidan su voto con base en este conocimiento, lo cual puede originar el voto escindido -el que distribuye un mismo elector entre los candidatos de distintos partidos diferentes al suyo- ya que, en cada elección, buena parte de los electores no deja de considerar seriamente a los candidatos de los otros partidos a pesar de que tengan una preferencia previa.

Los candidatos son, generalmente, los elementos que les dan novedad a las elecciones; la nominación de un candidato atractivo es crucial para el éxito electoral, pues es sumamente difícil alterar los patrones existentes de lealtades partidistas o la propia imagen de los partidos. En consecuencia, son los candidatos los que pueden cambiar la percepción que los electores tengan de ellos, sobre todo si no poseen una imagen plenamente definida y difundida.

En determinadas circunstancias, algunos candidatos poseen características que facilitan o impiden aumentar su capacidad de atracción, ya que los electores los evalúan también conforme a las tareas que exigen las condiciones actuales y por venir, de modo que no es lo mismo un buen candidato para la depresión que para la prosperidad, por ejemplo.

Hoy como nunca los candidatos pueden ir directamente al electorado a lucir las características personales y las propuestas que más ventajas pueden darles sobre sus competidores. Por eso los candidatos siguen siendo el recurso principal de las campañas.

5. El enfoque racional.

Tiene sus orígenes en Adam Smith, quien postuló que los individuos al perseguir su auto interés promueven el bienestar público sin que éste sea su propósito, pero su autor es  Anthony Downs a mediados del siglo pasado. Considera el voto como un acto individual que responde a las situaciones particulares en las que se emite, esto es, el voto no se explica por variables estructurales (enfoque sociológico) o por rasgos constantes o permanentes del elector (enfoque psicológico), sino por factores de corto plazo, como la crisis económica, el desempeño del gobierno, candidatos, propuestas, etcétera, frente a los cuales el votante reacciona y actúa para maximizar sus preferencias conforme a un cálculo de utilidad esperada, aunque no pueda prever que el triunfo electoral será el que trata de obtener o desea (voto blando).

El elector decide votar o abstenerse en función de los beneficios y costos derivados de su acción; si decide votar lo hará por el partido o candidato que se encuentra más cercano a sus propias posiciones políticas ideales o que cree desempeñará mejor el cargo en disputa.

La decisión de votar se toma con base en información imperfecta, dado que los electores tienden a "ahorrar" los costos de informarse, por lo que acuden a evaluaciones prospectivas, lo que dicen en sus campañas que harán los candidatos (voto por cuestiones); y retrospectivas, lo que ya hicieron en el poder, y deciden en función de estas evaluaciones. Si los ofrecimientos de los candidatos no son claros, pesará más en el ánimo del elector la situación prevaleciente (crisis o prosperidad, por ejemplo) para bien o para mal, de modo que volverá a apoyar o rechazará al partido en el poder (voto retrospectivo o de castigo).

El elector es reacio a desperdiciar su voto, por lo que cuando calcula que su candidato preferido no ganará, cambia su voto a favor de otro con mayores probabilidades de victoria y que goza también de su preferencia (voto útil o táctico).

a. Voto por cuestiones (issues)

Cuando las cuestiones políticas se ciñen a los asuntos que son relevantes para el electorado, el voto por cuestiones puede tener un papel preponderante en una elección. Los electores llegan a tener tanto interés en una sola cuestión que basan su voto únicamente en la posición que los candidatos sostienen en la misma.

Una cuestión determina el voto cuando los electores están informados e interesados acerca de la cuestión; cuando los candidatos toman posiciones distinguibles acerca de esa cuestión y cuando los electores perciben cómo se coloca el candidato en relación a sus propios intereses. Pero pierde importancia en los electores que tienden a proyectar sus propias posiciones personales acerca de alguna cuestión en sus candidatos preferidos, sin tomar en cuenta las posiciones reales de esos mismos candidatos. También, el voto por cuestiones se obstaculiza porque muchos candidatos tienden a evitar posiciones claras y radicales para no enemistarse con los grupos de electores que sostienen posiciones contrarias.

El voto por cuestiones se facilita al elector cuando un titular trata de reelegirse o un partido seguir en el poder. Es entonces cuando se puede juzgar el desempeño del titular o del partido al que pertenece. Los electores deben, necesariamente, comparar los logros del gobierno con las promesas de la oposición, una comparación fragmentada ciertamente, pero de la que pueden estar conscientes la mayoría de los votantes.

El voto por cuestiones es aprovechado asimismo, por los grupos de interés que, mediante campañas indirectas ayudan a los candidatos que sostienen sus mismas posiciones o atacan a los que juzgan contrarios a sus intereses.

b. Voto retrospectivo  o de castigo

Es la decisión de los que votan fundamentalmente para mostrar su desagrado con la situación presente. Es decir, la evaluación de la actividad gubernamental por ejemplo, hace que el elector determine el sentido de su voto. En especial, las condiciones económicas juegan un papel importante, de modo que si el elector está bien financieramente, opta por premiar al titular del puesto reeligiéndolo o reiterándole su apoyo a su partido; de lo contrario, le sanciona negándole su voto.

Se conoce también como voto retrospectivo porque los electores toman sus decisiones acerca del futuro con base en juicios del pasado

Sin embargo, esto no quiere decir que el interés económico individual propio desempeñe el papel principal en la decisión de los electores; no los castigan por sus desgracias privadas, sino porque perciben a los partidos que representan como incapaces de enfrentar adecuadamente los problemas económicos. Sólo incluyen los problemas personales que creen parte de la agenda política o aquellos en los que el gobierno podría ayudarlos, o cuando pueden relacionar cambios en su situación financiera personal con tendencias económicas más amplias y políticas gubernamentales concretas. Así, el elector, aunque no esté seguro de por cual partido votar, puede decidir sacar al que está en el poder. Por eso, en un país sujeto a la inflación y al desempleo no es raro que el gobierno sea derrocado por las armas o por el voto.

Allan Lichtman considera que las elecciones en Estados Unidos son un referéndum respecto a la actuación del partido político que ocupa la Casa Blanca, el cual se mantiene en el poder cuando la gente está satisfecha con su desempeño y no existen otros factores que puedan motivar que el elector vote por su relevo, como crisis internacionales, descontento importante por la situación socioeconómica, divisiones dentro de ese partido gobernante o un candidato opositor carismático.

Señala Sanchis que "el voto de castigo bien estructurado, bien alimentado, bien argumentado, puede servir para crear una gran corriente de opinión, un gran movimiento de gente en una u otra dirección". Por eso es frecuente en las campañas electorales el uso propagandístico de la frase: "Es tiempo de cambiar"...

c. Voto táctico o útil.

Se produce cuando existen más de dos partidos y sólo dos de ellos parece que podrán alcanzar el número suficiente de votos para asumir el Gobierno o para evitar que otro partido lo asuma. En esta situación, un elector puede tener su voto decidido claramente a favor de un candidato o puede haber decidido inicialmente votar por un partido determinado, que es el que considera más acorde con sus ideales; pero a medida que se desarrolla la campaña observa que ese candidato o partido no va a reunir votos suficientes para ganar, o para evitar que otro partido que él rechaza, triunfe en la elección. Entonces, el elector cambia su voto "sincero" para dárselo a un partido que sí pueda vencer a los demás. Así, conserva su voto útil, no lo "tira". En contraste, el votante "sincero" no considera las consecuencias de su voto, simplemente vota por quienes prefiere en primera instancia.

También este voto se manifiesta con la intención de no otorgar a un solo partido el apoyo pleno cuando concurren elecciones de dos poderes en un sistema presidencialista, de modo que los poderes ejecutivo y legislativo resulten en manos de partidos distintos, esto es, que se produzca un "gobierno dividido". Así, las acciones del ejecutivo quedan sujetas a mayor control al tener que gobernar con un congreso en el que su partido no tiene la mayoría.

d. La mercadotecnia electoral.

Es fundamentalmente resultado de este enfoque “racional”. Se basa en el supuesto de que la conducta del homo economicus, predominantemente egoísta, racional y maximizador de la utilidad, es aplicable al homo politicus, de modo que más que como homo politicus, el elector se conduce en las elecciones como un homo economicus. Considera similares los procesos de decisión del voto y de compra de bienes y servicios intermedios porque en las campañas se intenta vender promesas, ideas materializadas de momento en un partido, en un candidato y en un programa electoral que componen el producto a vender en el mercado electoral. Por eso, las tecnologías diseñadas para vender bienes y servicios pueden también “vender candidatos”; como una especie de “mercadotecnia de personas”.

En el mercado electoral, los candidatos son evaluados como bienes intermedios puesto que su periodo dura tres años o seis, pero por sus características intangibles y referidas a expectativas, el elector tiene dificultad para ponderarlas y acude también a otros informantes en la búsqueda de clarificar la oferta política que satisface mejor sus propios deseos. Los electores más informados juzgan a los candidatos como bienes duraderos de largo plazo y, por lo tanto, analizan con mayor cuidado la oferta política; en contraste, los electores menos informados deciden más rápido y confían en la opinión del elector informado para tomar su decisión. La volatilidad del voto es resultado de la distribución que se dé entre esos tipos de elector. Si los electores informados deciden rápidamente, la elección se define en sus primeras etapas; al contrario, si no apoyan a candidato alguno, el elector acude a las urnas sin una decisión tomada y el resultado será una votación volátil. También se reconoce la influencia decisiva que tiene en su voto el hábito del elector de votar, en igualdad de los otros factores, por un partido más que por otro; esta es “la lealtad a la marca”.

Los candidatos no compiten conforme a precios, sino de acuerdo con los efectos diferentes que tendrá su desempeño en el puesto en los asuntos que más interesan a los electores. Mientras el consumidor decide básicamente según el precio y el volumen de venta, a la mayoría de los electores le son suficientes las señales de la marca del candidato y la etiqueta del partido para llegar a una decisión; otros electores confían en las señales de los avales, personalidades y grupos que apoyan a un candidato para votar por él; esto es, no se requiere que los electores estén bien informados, sí que tengan preferencias por determinados candidatos y propuestas, así como que dispongan de la capacidad para percibir diferencias entre ellos y entre los distintos partidos, pues la mayoría de los electores hace inferencias a partir de señales, no funda su voto en conocimientos e información completa y detallada.

Cada grupo tiene diferentes necesidades y comprará votando por aquel candidato que, en su paquete de beneficios, satisfaga la amplia gama de necesidades y solucione las inquietudes sociales. Si dentro de este paquete de utilidad no hay algo que agrade, atraiga o convenza al elector, existirá la posibilidad de que deje de votar. Si el paquete de beneficios es completo, pero el elector considera carente de honradez al candidato, también dejará de votar.

Así como no todos los compradores son iguales y para mejor satisfacerlos se hizo necesaria la segmentación del mercado en grupos homogéneos más pequeños, así también el mercado electoral debe segmentarse para formular estrategias de concentración de los esfuerzos de campaña. De igual manera que es importante resaltar las diferencias de una marca respecto a las otras existentes en el mercado y al alcance del consumidor, también es importante “posicionar” en la mente del elector a los candidatos, a sus cualidades específicas.

Así, buscar un puesto político es esencialmente un ejercicio de mercadotecnia, aunque complejo porque el candidato busca donadores, voluntarios y votos. Al comienzo de la elección general, los candidatos tienen nombres de marcas personales y hay un conjunto de electores con votos predeterminados en favor de alguno de los partidos y otro conjunto de electores, definitivo para ganar, pero cuyas decisiones no están predeterminadas. Como es muy difícil modificar el partidarismo del primer conjunto, las campañas se centran en los candidatos para influir en los electores indecisos, oscilantes y no partidistas del segundo conjunto.

El candidato y su staff dirigen una investigación para identificar el interés del público y los segmentos del electorado que probablemente aprecien los puntos de vista del candidato, quien elabora una plataforma y una imagen, y busca entonces la manera de presentarlas a los electores potenciales mediante la publicidad política, análoga a la comercial, para atraer votos ("marketing mix”).

La tecnología permite crear el nombre de una marca personal y ayuda a reducir la información que el elector requiere para decidir. Desarrollar, mantener y reforzar el nombre de la marca personal es muy caro, por eso las campañas son largas y costosas; asimismo, requiere del manejo adecuado para que la precaria popularidad alcanzada no decline antes de la votación, ya que si los electores saben más de lo seleccionado por la campaña acerca del candidato o descubren que realmente no lo conocen, pueden cambiar su decisión.

O'Shaughnessy (Political Marketing and Political Propaganda) señala que el nombre de "mercadotecnia política" (o electoral) no es el adecuado para describir este campo, fundado en similitudes superficiales entre la política y la mercadotecnia. Tampoco permite comprender adecuadamente el fenómeno al que se refiere. Es un concepto híbrido, en el cual mucho de lo que se llama mercadotecnia no puede serlo. Se trata más bien de una amalgama de mercadotecnia y propaganda, en la que ambas comparten "vistas utópicas o tipos ideales" para satisfacer las aspiraciones de determinados grupos, así como herramientas y métodos análogos. A las clásicas "ps" (product, price, place, promotion) del "marketing mix" habría que agregarle otras dos: personalidad y principios. El término "mercadotecnia" sólo caricaturiza un proceso mucho más sutil, que tiene que ver más con la propaganda, pero que no se le quiere llamar así por su asociación con los regímenes totalitarios.

Para algunos, la mercadotecnia electoral es un valioso instrumento que ayuda a los partidos y candidatos a conocer mejor las necesidades de los electores, a responder mejor a las mismas y a optimizar la comunicación política en general, por lo que contribuye al perfeccionamiento de la democracia. Para otros, la mercadotecnia electoral pone en riesgo a la democracia porque al identificar la "demanda" electoral permite ajustar la "oferta" política con planteamientos demagógicos y candidatos fabricados que vacían de contenido el debate político, pues sustituyen las propuestas y programas políticos con imágenes y mensajes comprimidos que apelan a las emociones de los grupos más desinformados y despotilizados, y que refuerzan sus prejuicios y estereotipos. Así como la mercadotecnia y la publicidad crean necesidades falsas y manipulan los sentimientos de los consumidores, su aplicación a los procesos electorales tiene efectos similares.

Además, al utilizar a la televisión como su principal instrumento, la mercadotecnia electoral hace de las elecciones espectáculos "entretenidos" y por otro, aumenta de manera exorbitante los gastos de campaña, todo lo cual convierte a la política en una actividad banal para los electores y a la vez, fomenta las tendencias oligárquicas de la sociedad, pues el dinero en exceso se convierte en un factor importante para comprar los mejores tiempos de televisión y aumentar las posibilidades de éxito.

Concluye Hart (Handbook of Political Marketing): "a pesar de que todas las modernas técnicas de la mercadotecnia puedan haber producido campañas más complejas, no han rendido necesariamente un conjunto mejor de candidatos o un electorado más involucrado e informado".

6. La influencia de los líderes y del grupo en el voto.

La teoría del flujo de comunicación en dos pasos plantea que la información llega al público indirectamente vía los llamados líderes de opinión, quienes traducen las percepciones que reciben de los medios masivos y las adaptan para el público seguidor. El líder personifica valores, posee competencia y una ubicación social estratégica respecto a sus seguidores; algunos son activos, pues tratan de influir en los demás; otros, pasivos, a quienes acude la gente. El líder tiene acceso a mejores fuentes de información, por lo que puede controlar e interpretar esta información e influir así en las decisiones de sus seguidores.

La teoría de la comunicación en múltiples pasos postula la supremacía de la comunicación interpersonal sobre la masiva y considera al público integrado por seres comunicados entre sí, más o menos influibles y activos en muchos contextos. Es decir, propone que la interacción social funciona como el principal conducto por el cual se trasmite la información, se desarrollan las actitudes y se estimula el comportamiento.6 Los medios masivos pueden informar tanto a los líderes como a los receptores de la opinión; sin embargo, el receptor tiene más probabilidades de ser influido por el líder que por los medios masivos; además, no toda la comunicación interpersonal es iniciada por los líderes y dirigida hacia los receptores, también los receptores pueden iniciar la comunicación interpersonal cuando piden información o consejo a los líderes de opinión; asimismo, quienes reciben información y consejo de otros tienen más probabilidades de ofrecer consejo a los demás que aquellos que nunca reciben consejo, lo cual genera un flujo de pasos múltiples desde los medios masivos hasta los líderes de opinión, los receptores de consejos y los que nunca los reciben.

La importancia de estas teorías para las campañas, pese a la imposibilidad de controlar la comunicación que se establezca entre los líderes y sus seguidores, radica en la oportunidad de usar el poder de los líderes para reforzar el mensaje con la confianza personal, aunque los líderes también puedan usar su poder en contra del mensaje.

Del mismo modo, la decisión de votar es influida por la membresía formal o informal del elector en los grupos sociales o por los grupos con los cuales él se identifica y que le sirven de punto de referencia para orientar la opinión propia. Los grupos tienden a imponer pautas de conducta a sus miembros, pautas que eventualmente pueden comprender el comportamiento electoral. El voto determinado por el grupo no excluye la racionalidad, ya que el destino individual puede estar ligado al del grupo al que se pertenece.

Asimismo, los electores están integrados a redes de comunicación,7 esto es, a conjuntos de individuos interconectados por flujos de comunicación estandarizados. Cada individuo en la sociedad pertenece a una o varias redes de comunicación, entabla comunicación con otros de manera interactuante para llegar a un entendimiento en todos o algunos aspectos. Dentro de la red, los individuos desempeñan diferentes papeles: de miembro, vínculo entre conjuntos, puente entre varios grupos, estrella que atrae a grandes números, liga con el medio ambiente e individuo aislado.

Esta comunicación interpersonal de los mismos electores puede influir en sus maneras de votar. Si los electores hablan entre sí acerca de la política, las campañas y los candidatos, la comunicación interpersonal de electores debe ser un aspecto importante de toda campaña, en especial de las pequeñas y locales que reciben poca atención de los medios masivos, ya que en ausencia de los medios, los electores se apoyan más fuertemente en la comunicación interpersonal. Las campañas deben considerar estos papeles y los aspectos estructurales de la red para predecir cómo y en qué medida la información se moverá dentro de ella. A través de estas redes sociales los mensajes pueden ser enviados y procesados más efectivamente.

Algunas investigaciones han mostrado que la comunicación interpersonal constituye la fuente de información más creíble para alrededor de una décima parte de los electores. Esta tendencia es más relevante en electores cuyo mayor nivel educativo los hace menos influibles por los medios masivos y más proclives a las discusiones políticas; de ahí que las campañas deben considerar alguna estrategia hacia los grupos de mayor educación.

Asimismo, se ha hallado que la comunicación interpersonal se utiliza como un medio de transmisión de noticias; abarca todos los temas de la campaña, pero en especial gira acerca de las cosas que gustan menos de los candidatos; y se usa selectivamente para reforzar la decisión del voto. Cuando la información disponible en los medios masivos es contradictoria con la obtenida mediante la comunicación personal, esta última tiene una influencia mayor dada su más amplia capacidad de retroalimentación inmediata; pero en ausencia de comunicación interpersonal, los electores son más receptivos a la propaganda difundida por los medios masivos.

En el ámbito familiar, los individuos más interesados en la política y, por lo tanto, más abiertos a los medios informativos, ejercen una mayor influencia interpersonal en los demás familiares. En particular, maridos y esposas parecen tener mayor influencia en los votos de cada uno que otros patrones conversacionales. Generalmente el marido está más atento a la política y desempeña un papel que influye en las deliberaciones con su esposa.

En suma, el impacto de los medios masivos no llega en forma directa al elector, sino mediado por los líderes de opinión, grupos de referencia, redes de comunicación y la propia familia, de modo que la comunicación interpersonal conserva la mayor capacidad persuasiva. Esta condición debe ser tomada en cuenta en las campañas, sobre todo en los programas de contacto personal con el votante, tanto del candidato como de su equipo de campaña.

7. Influencia de los medios masivos en el voto.

Esta teoría considera que los electores se comportan y deciden como público, es decir, como una multitud dispersa de contornos continuamente cambiantes e indefinidos, cuya opinión se forma a través de los medios masivos. De este modo, las percepciones del elector no son un simple resultado de sus actitudes personales y, cuando existe un conflicto entre sus lealtades fundamentales y sus percepciones inmediatas, la decisión del voto se demora. Por esa razón, quienes están en este conflicto, así como quienes permanecen indiferentes hasta las semanas finales de las campañas, frecuentemente toman a los medios masivos como su principal fuente de información para llegar a una decisión.

De este modo se atribuye a los medios de comunicación un papel crucial en la decisión de los electores. Los medios masivos colocan al elector ante la presencia directa, física, de los candidatos; permiten a los más educados escuchar o leer los programas que presentan los partidos y candidatos en competencia; informan al elector acerca de los temas de la elección; pero también hacen que su atención no se concentre en el programa, sino en motivaciones políticas marginales, como la personalidad y atractivo de los candidatos, a la vez que ejercen una influencia calculada e insidiosa sobre las decisiones por medio de la dramatización de ciertos temas en debate, el trato desigual dispensado a los candidatos y la orientación de las polémicas.

Así, los medios masivos, muy en especial la televisión, provocan o facilitan los cambios de opinión, alejan al elector de sus preferencias habituales, contribuyen a la inestabilidad del voto, cuando no forman, en casos extremos, la opinión del electorado indeciso, sobre todo cuando se trata de candidatos poco diferenciados.

8. Influencia de la televisión en el voto.

La teoría de usos y gratificaciones señala que la gente obtiene gratificaciones de la exposición diaria a los medios masivos, medios cuya función no es informar, sino actuar como fuente de un juego subjetivo que constituye un escape a las penas del mundo, los deberes y responsabilidades, y que realmente no tiene importancia más allá del momento. Exponerse a los medios masivos es un juego para uno mismo, se hace por las gratificaciones inmediatas recibidas, más que por los beneficios futuros. Como juego, la exposición a los medios masivos no demanda intensidad, ni aun un moderado involucramiento personal.

Los medios masivos, especialmente la televisión, amplían el mundo social de la gente, le dan acceso inmediato a lo que ocurre en cualquier parte del mundo, le proporcionan un sentido de participación con poca demanda de involucramiento y hacen placentera, para sí mismo, esta interacción parasocial.

En general, para los electores, particularmente los menos involucrados, la política es sólo algo de qué hablar. Lo que cada elector obtiene de los medios masivos en una campaña política no es información, sino entretenimiento; sólo, como miembro de un auditorio masivo, sus sentidos son excitados y temporalmente complacidos; no interioriza lo que percibe para que sus actitudes cambien, sólo recuerda y olvida de manera mecánica un aprendizaje sin involucramiento. En el proceso llega a la decisión de votar, de una manera agradable según sus percepciones.

Como los medios masivos capturan los perfiles de los acontecimientos en conceptos simples y fácilmente entendibles, el elector percibe sólo una aproximación de la lucha real por el poder, desprovista de sus detalles reales y dramáticos en sus contornos; y dado su poco contacto con el ambiente político, excepto a través de su juego parasocial con los medios masivos, no tiene forma de probar la realidad de los mensajes de campaña, aun si está motivado para hacerlo.

En las campañas, la televisión aumenta la posibilidad de participación parasocial de los electores, pero el propio carácter de la televisión da forma a lo que esperan ver, estructura lo que los observadores suponen como verdadero; a partir de una cobertura de la realidad, “edita la realidad”, de modo que ningún televidente ve la realidad de los eventos televisados. En su lugar, la imagen en la pantalla es cuidadosamente inventada para dar un efecto dramático, mediante la selección del enfoque del ángulo de la toma, del escenario y de la secuencia.

En este sentido, los diversos medios masivos estructuran el ambiente político en el cual el elector sólo percibe a través de ellos. Además, las preconcepciones, ilusiones e impresiones que afectan la percepción del elector, y finalmente su decisión de voto, han sido influidas durante años por estos medios masivos. De ahí que el elector perciba en las campañas políticas televisadas precisamente lo que esos medios le han conducido a creer que debe haber allí. Así, a largo plazo, los medios masivos crean las condiciones en las cuales la imagen de las campañas puede tener su impacto más grande.

Así, una campaña de imagen, cuando presenta un candidato al electorado, destaca lo apropiado del estilo y la ambigüedad del contenido. Como el elector ve en un objeto lo que proyecta en él, la imagen del candidato debe ser lo suficientemente flexible como receptáculo para satisfacer una amplia variedad de imágenes predispuestas, preconcepciones del elector sobre las cualidades de un líder político efectivo. Por eso, dada su estructura "inferencial", la fuente de las preconcepciones es usualmente la televisión.

La televisión crea el mito del líder ideal de dos modos: primero, por una cobertura de los acontecimientos políticos que da la impresión a los espectadores de que pueden comparar realmente las intenciones anunciadas del candidato con su comportamiento. La televisión produce una impresión de quién puede o no ser confiable en política, pues un líder aparentemente honesto, sincero y creíble es digno de confianza. Segundo, el estilo ideal de un liderazgo efectivo es retratado diariamente en la televisión en el desfile sin fin de héroes dramáticos, maestros de ceremonias y "personalidades". De ahí que los electores comparen el desempeño de un político con el de un animador profesional.

Gracias a la televisión, hoy los procedimientos del star system rigen los destinos de la política; el político nace a la vida pública como las mitologías fulgurantes de la pantalla nacían de los grandes estudios cinematográficos. “Ya no es suficiente con tener un programa político, es necesario que el programa se encarne en una súper vedette dotada de telegenia y con capacidad de fascinación”. Por eso la política se “audiovisualiza” y “espectaculariza” en forma creciente. Se pasa así "de la política de la representación a la representación de la política".

9. Teoría expresiva del voto.

Considera que todas las acciones humanas pueden ser concebidas como resultado de un acto de decisión. Estas actividades pueden tener un carácter instrumental, ser puramente expresivas o ambas cosas. Los electores individuales no sólo están interesados en votar sino en por quién votar. Votar es una actividad pública con significación social: lo que uno hace en el contexto de la votación es significativo aun si el voto particular emitido tiene efectos insignificantes en el resultado de la elección. Los resultados electorales son relevantes para los electores, pero no como lo serían si fueran producidos unilateralmente.

A los individuos les gusta pensar bien de sí, verse no como realmente son, sino como les gustaría ser; tienden a actuar de manera que reflejen una buena imagen de sí mismos, aunque nadie los observe. La proyección de la imagen propia es una motivación relevante, aunque el individuo tenga que pagar todo el costo completo de esa proyección en términos de beneficios instrumentales renunciados; y en las elecciones, en las que los beneficios instrumentales son virtualmente irrelevantes, esta clase de autoproyección es más importante.

Los partidos, candidatos y propuestas tienden a orientarse hacia los valores y principios que al elector probablemente le gustaría llegar a realizar o que reflejan los términos en los cuales el elector desearía verse el mismo. Símbolos políticos que probablemente estimulen una respuesta simpática en los electores, que generan recompensas expresivas. Esto no significa que el interés propio sea irrelevante, sino que desempeña un papel a través de las consideraciones instrumentales y que los intereses y los principios pueden converger, pero también diferir. Así, puede decirse que los políticos "cortejan" votos como lo hacen los hombres con sus pretendidas. La transacción es en ambos lados simbólica o expresiva. No hay comercio ni compromiso del elector. Es más probable que cada elector apoye al candidato que haya mostrado el buen gusto de tomar interés en su bienestar.

Dentro de la teoría expresiva del voto, la clase de persona que un político proyecta llega a ser electoralmente significativa. El voto expresivo también premia el encanto, la gracia, la facilidad de palabra y la buena apariencia, así como los escrúpulos y principios. Tampoco se borra la importancia de los costos relativos aunque no sean directamente relevantes para los electores, pero los costos se conceptualizan como costos y beneficios expresivos.

10. La racionalidad de baja información: atajos.

Señala que tradicionalmente se ha considerado a los electores mal preparados y mal informados para el gobierno democrático, a pesar de que tienen cierta habilidad para el razonamiento político, así como para cotejar la información de los medios masivos con reflexiones sobre sus propias experiencias y lo que él mismo sabe. Además, muchos electores son capaces de entablar discusiones informadas y bien razonadas acerca de problemas políticos, y aunque la mayoría no se inclina a involucrarse activamente en política, las semillas de la acción política están presentes en la mente de muchos. Con la estimulación apropiada, la conciencia política de la gente puede ser activada, lo cual explica la continua creación de nuevos movimientos sociales.

Lo que en realidad sucede es que el elector decide su voto conforme a una racionalidad de baja información. El término racionalidad de baja información, o razonamiento visceral, describe la clase de pensamiento práctico acerca del gobierno y la política de un elector común que combina, de manera económica, el aprendizaje y la información derivados de experiencias pasadas, las de la vida diaria, medios masivos y campañas electorales.

Este razonamiento resulta de varios atajos de información y reglas de sentido común que los electores usan para obtener, evaluar y guardar la información, así como para simplificar el proceso de escoger entre los candidatos y, en general, para superar sus limitaciones en el conocimiento del gobierno y de la política. Los atajos son formas de información fácilmente obtenidas y usadas que sirven como un segundo mejor sustituto de datos mejores, pero más difíciles de obtener.

Los ciudadanos no patrullan el gobierno buscando problemas, pero ponen atención a la gente que lo hace. Hay activistas y periodistas que sí lo hacen, suenan la alarma si ven algo equivocado, y entonces la gente ordinaria comienza a poner atención. Cuando suena la alarma, los más afectados la escuchan primero; si el asunto puede ser relacionado con la acción gubernamental y los beneficios que quiere el elector, se filtra al público. Así, activistas y periodistas ahorran al ciudadano la tarea de estar buscando constantemente hechos relevantes.

La mayor parte de la información que los electores utilizan cuando votan es adquirida como un subproducto de actividades que realizan en su vida diaria; en este sentido el uso político de la información no implica esfuerzo, pues los electores no dedican mucho tiempo ni energía directamente a informar sus votos.

Las señales que proyectan los partidos y candidatos permiten a los electores hacer inferencias y juicios acerca de los mismos; con una pequeña información se puede ir muy lejos porque el elector tiene ya en la mente muchos escenarios e ideas activados por estas señales; así, los electores pueden absorber unas cuantas señales y completar el cuadro. Por ejemplo, cuando el candidato muestra familiaridad con la cultura de un elector indígena, da una señal de su preocupación, comprensión y sensibilidad hacia las condiciones y los problemas del grupo étnico; ésta es una de las señales que el elector usa para hacer juicios al vuelo, juicios que deben ser tomados seriamente para entender a los electores y las campañas.

El elector puede concebirse como un inversionista y el voto como una inversión razonada en bienes colectivos, hecha en condiciones de incertidumbre con información costosa e imperfecta. Los electores gastan el esfuerzo de votar con la expectativa de ganar beneficios futuros derivados del gobierno. La decisión de votar no puede ser bien calculada porque sus resultados son inciertos y los beneficios a largo plazo. Además, los incentivos para buscar mayor información no son altos porque esta búsqueda puede producir un mejor voto individual, pero no un mejor resultado, el cual depende de todos los electores; por eso, el elector permanece en la información baja.

Asimismo, votar es una forma de acción colectiva; la decisión se centra no sólo en los intereses propios, sino en los de los demás, de modo que también es afectada por lo que otros electores están haciendo. La información acerca de las preferencias de los otros electores ayuda al elector a decidir si hay suficiente masa crítica con sus mismos intereses y preferencias. El conocimiento de lo que está haciendo el gobierno y lo que es capaz de hacer, también afecta los asuntos que un elector enfoca en una elección.

La decisión de votar se toma con la incertidumbre de si lo prometido será cumplido o más aún si se puede cumplir. Por eso, el elector tiene que evaluar al candidato para ver si es capaz de cumplir sus promesas; al efecto considera no sólo las características personales del candidato, sino también a los otros políticos con los cuales el candidato está afiliado.

La votación no se reduce al uso mecánico de la información de la vida diaria o de los medios masivos; involucra razonamiento y la conexión de alguna información con el desempeño gubernamental y políticas específicas. Para votar, el elector no razona directamente desde sus problemas personales, sino conforme a ideas acerca del desempeño y la responsabilidad del gobierno; considera no sólo asuntos económicos, sino familiares, residenciales y de consumidor; piensa no sólo en sus necesidades inmediatas, sino en sus necesidades de seguridad ante problemas futuros; reflexiona no sólo acerca de los bienes privados, sino también de los bienes colectivos; considera no sólo cómo está actuando él mismo, sino cómo otro elector como él está actuando; no piensa sólo en lo inmediato, sino en el largo plazo.

Los electores realmente razonan acerca de partidos, candidatos y asuntos; tienen premisas y las usan para hacer inferencias respecto a sus observaciones del medio que los rodea; piensan sobre el significado de los partidos y los avales políticos, lo que el gobierno puede y debe hacer. El desempeño de los gobiernos, candidatos y partidos afecta su evaluación y preferencia.

En la evaluación de candidatos, partidos y propuestas, los electores consideran opiniones de otros porque, a pesar de que sepan de los asuntos públicos, no están conscientes de las relaciones entre el gobierno y sus vidas; tampoco son capaces de evaluar la relevancia y veracidad de las noticias, ni de valorar el desempeño del gobierno, por eso acuden a otros cuyas opiniones pueden alertarlos de asuntos que merecen más que una atención mínima. Los medios masivos son un atajo adicional para validar sus opiniones con referencia a la de líderes políticos nacionales y comentaristas cuya reputación y posición ya conocen de tiempo atrás.

El elector es expuesto a la información acerca de las diferencias entre partidos y candidatos. Sin embargo, el elector maximiza tanto lo que está en acuerdo con su visión como también el desacuerdo con lo que está en oposición de lo que piensa. Cuando los electores suponen que las propuestas de sus candidatos favoritos son las mismas que las suyas, proyectan estas propuestas en el candidato. El elector cree votar consistentemente con sus principios y propuestas porque los proyecta y supone que su candidato sostiene la propuesta que él desea.

Los electores identificados con partidos o candidatos les dan a éstos el beneficio de la duda: proyectan sus decisiones con base en la información pasada, en tanto carecen de otra información disponible.8 Generalmente las campañas hacen más precisas las percepciones de los candidatos y de las propuestas; además ayudan a relacionar las propuestas con el gobierno y los partidos, a clarificar la forma en la que el gobierno afecta las vidas de los electores y a reforzar las diferencias entre candidatos y partidos.

Los partidos y los electores encuentran en la ideología otro atajo. La ideología de un partido, sus victorias y derrotas, importan cuando el elector no puede predecir los resultados futuros de sus propuestas. También cuando el elector está satisfecho de sus votaciones anteriores, no ve razones para ir más allá y buscar información que pudiera alterar su conducta.

El elector no supone que el mismo partido es uniformemente bueno para representar a todos los grupos o tratar con todos los problemas. El elector puede estar deseoso de dar a los partidos el beneficio de la duda, pero hay límites a esta voluntad y ésta varía de asunto a asunto y de candidato a candidato. Este puede ser el origen tanto del voto oscilante como del escindido.

De igual modo, los electores usan atajos de información para evaluar las características personales del candidato y su posición sobre determinados asuntos: consideran las preferencias políticas del nominado; les preocupa el carácter del candidato y su sinceridad porque no pueden leer fácilmente sus preferencias verdaderas y porque prevén las situaciones futuras como inciertas; también observan cómo maneja multitudes, pronuncia discursos, da conferencias de prensa, argumenta en los debates, etcétera, de lo cual obtienen información para imaginar su conducción en el puesto. Lo que importa a los electores varía con el interés del momento y la manera como ven el puesto a elegir: la honradez puede ser importante ante la corrupción, la experiencia militar ante la guerra, la eficacia ante la crisis, etcétera.

Los electores evalúan a los candidatos por su conducta pasada y por las campañas: estiman la moralidad y el carácter públicos a partir de la moralidad y el carácter privados; creen que tratará a sus electores como a su esposa e hijos; usan las posiciones pasadas para estimar las que tendrá en el futuro. Si no hay información sobre el pasado, aceptan como una información sustituta las características demográficas del candidato y de los grupos con los que ha estado asociado. Y si tampoco disponen de otra información, aceptan la competencia mostrada en la campaña como sustituta de la competencia de su desempeño en el puesto y como una señal de las destrezas políticas necesarias para manejar los asuntos que enfrentará en el gobierno.

En general, los electores se interesan por la competencia del candidato, ya que ésta está relacionada directamente con su capacidad para entregar beneficios una vez electo, es además importante para el manejo de los asuntos públicos del país, aunque este manejo no coincida con las preferencias del elector y, porque, asimismo, enfrentará problemas imprevisibles después del día de la elección. La competencia en áreas no familiares al candidato puede ser inferida de la competencia mostrada en áreas en las que sí tiene familiaridad.

El titular de un puesto que pretende reelegirse, lo mismo que un partido en el poder, está en ventaja porque puede ser evaluado por su conducta real y no sólo por lo que habla, por su aspecto o por los actos que organiza en su campaña, como es el caso del aspirante nuevo. El titular puede demandar crédito por cosas tales como mantener la paz y el orden, porque los electores no observan directamente lo que el gobierno hace. En contraste, tiene más pecados de comisión que el aspirante y los pecados de comisión hieren más que los pecados de omisión porque éstos la gente no los puede imaginar.

En suma, el enfoque de los atajos de información implica varios supuestos acerca de la clase de información que más fácilmente se obtiene y procesa: es más fácil evaluar el mundo real que hacer proyecciones para el futuro; es más sencillo seguir la pista de un partido a través de su visión de la buena sociedad que mediante el examen de su desempeño pasado; los datos actuales son más fáciles de usar y de tratarse como más relevantes que los datos del pasado; la moralidad personal es más simple de entender que la moral institucional; es más sencillo evaluar la competencia individual que el desempeño legislativo; los candidatos pueden ser entendidos por sus rasgos demográficos conocidos; y pueden ser juzgados según quienes son sus amigos y quienes lo apoyan.

Los electores generalmente cuidan los fines, no los medios; juzgan al gobierno por sus resultados y generalmente ignoran los métodos por los cuales los resultados son obtenidos. Cuando la relación medios-resultados no es muy visible, ponen atención en los medios que sí son claramente visibles. También es importante que consideren responsabilidad del puesto el obtener resultados en la atención de un problema.

11. Cargada (bandwagon)

Consiste en otorgan el voto a quien se considera que ganará la elección,  sin ninguna evaluación racional de los partidos, candidatos y propuestas. La percepción de que existe un fuerte apoyo para un partido o candidato genera más apoyo, y al revés, la percepción de que se carece de apoyo provoca aun menor apoyo. Es una especie de retroalimentación positiva entre el nivel de apoyo y las tendencias del público que se puede dar durante las campañas o al momento en que se conoce al vencedor de una elección. Así, un gran número de electores, especialmente los "indecisos", en los días próximos a la jornada electoral, termina por apoyar la campaña o dar su voto a un candidato, sin otras consideraciones más que la presunción de que obtendrá la victoria, sin cuya suposición no se comportaría de esa manera. De igual modo, terminada la elección, el triunfador recibe un apoyo adicional al que lo llevó a la victoria y el perdedor también pierde seguidores. Algunos atribuyen este efecto al "espíritu" de rebaño. Otros, a la tendencia al consenso que caracteriza al ser humano y es motivada por el deseo de agradar y ser aceptado por quienes considera importantes. Asimismo, se interpreta como el deseo de la gente de no desperdiciar su voto en una causa perdida.

Noelle Neumann creó un modelo que supone que la gente se incomoda cuando se siente aislada de la opinión y la actitud generales, por lo que en respuesta a esta situación tiende a pedir o a hacer lo que la mayoría piensa o hace. Esto produce una "espiral de silencio", en la cual entre mayor sea la opinión dominante menos se inclinará un individuo a expresar su propia opinión. Enseguida se deja llevar por el "bandwagon" y finalmente corre con la manada. En este contexto, los medios masivos presionan cada vez más a los individuos hacia la conformidad, a la vez que refuerzan la opinión dominante, lo cual hace cada vez más difícil sostener una opinión contraria.

Señala Miller que "la espiral del silencio es el sueño de los dictadores y la pesadilla de los demócratas". Pero hay que distinguir por lo menos tres efectos "bandwagon":

a. El irracional y antidemocrático al que se refiere Noelle-Neumann.

b. El táctico, que es racional y democrático, que requiere de la existencia de no menos de tres partidos en competencia y cierta alianza y oposición entre ellos, para que el elector que no quiere que su voto se desperdicie, cambie su apoyo al que no siendo enemigo, tiene más posibilidades de ganar que el que sí es enemigo (voto táctico).

c. El de los medios masivos, provocado por la cobertura noticiosa. La atención de los medios genera apoyo y ese apoyo genera más cobertura, de modo que se produce el "bandwagon". Para algunos, es discutible el carácter racional y democrático del comportamiento de los electores sujetos a la influencia de los medios masivos.

También se considera que la publicación de predicciones sobre los resultados electorales produce efectos similares, es decir, provoca un aumento en el apoyo de los electores a favor del candidato que se afirma va adelante. Las encuestas y la cobertura de los medios masivos parecen haber aumentado la importancia de este fenómeno, sobre todo en los electores indecisos. Por eso, algunas legislaciones norman o prohíben la publicación de encuestas durante los procesos electorales, tanto como realizar actos de campaña durante la jornada electoral, y los partidos buscan mayor equidad en la cobertura de sus campañas por los medios de comunicación masiva.

La importancia de este efecto depende de las características de los electores: es mayor en quienes tienen conocimientos e información limitados y poco interés en la política; y menor cuando se trata de candidatos bien conocidos, o de un electorado informado.

Sin embargo, la publicación de previsiones sobre el resultado de una elección también puede producir un efecto completamente contrario al conocido como bandwagon, ya que puede causar un incremento en el apoyo del partido o candidato que está aparentemente perdiendo, especialmente si tal pérdida es inesperada o sólo marginal, aumento que no ocurriría o sería menor, si la previsión no hubiera sido publicada. A este fenómeno se el conoce como el "efecto del desvalido".

12. Coleo (Coattails)

Se refiere a las personas que en elecciones concurrentes votan por candidatos de un mismo partido con base en la gran popularidad de otro candidato, usualmente de mayor jerarquía que también compite en esa elección. Los candidatos presidenciales y a las gubernaturas que disfrutan de gran popularidad tienden a provocar este efecto. El efecto también puede ser negativo, es decir, los candidatos impopulares a los más altos puestos pueden restar votos a los candidatos a puestos menores del mismo partido, cuando compiten en la misma elección. El efecto de coleo positivo o negativo es menor en electorados que tienden a escindir su voto.

13. Convergencia de teorías y enfoques.

Las teorías acerca del comportamiento electoral presentan menos contradicciones que traslapes y repeticiones. Identifican y analizan factores más o menos durables: ecológicos (urbanización, industrialización, nivel de desarrollo, etcétera.), demográficos (sexo, edad, estado civil, etcétera.), estructurales (clase, profesión, ocupación, ingreso, escolaridad, etcétera.), y psicosociales (afiliación partidista, grupo de referencia, propaganda recibida, cultura política, etcétera.), así como factores coyunturales o de corto plazo (depresión-crecimiento, crisis política, imagen del gobierno, candidatos, campaña, etcétera.), que actúan en el momento de la elección junto con los factores de largo plazo. Todos estos factores pueden combinarse entre sí, con variaciones locales y nacionales y formar complejos circuitos de relaciones causales. En este contexto, diferentes grupos y subgrupos basan sus decisiones de votar en los diferentes criterios que describen las distintas teorías y enfoques. En qué medida prevalezca alguno de ellos dependerá de la combinación de factores estructurales y coyunturales que concurran en una elección concreta.

Como en la leyenda hindú del pueblo de ciegos, en donde cada uno tenía su propia versión de lo que era un elefante, sin alcanzar a comprender que todos tenían razón porque cada uno había percibido una parte diferente del animal, las teorías enfocan el comportamiento electoral desde diferentes perspectivas, pero todas identifican factores que, en mayor o menor medida, de acuerdo con una situación concreta, concurren a producir el resultado de la votación.

14. Distintos tipos de voto

a. Voto duro. Es el emitido por quienes son militantes y simpatizantes permanentes de un partido político, y que lo apoyan en las urnas independientemente de los candidatos y de los programas que ofrezca al electorado, o de la situación por la que atraviese el país, porque sienten una gran identificación con él. Este tipo de voto es la base electoral, el apoyo más importante de los partidos y les proporciona estabilidad, al igual que al sistema político. También se le llama voto inercial, porque proviene de electores que presentan una fuerte predisposición inercial favorable hacia un determinado partido que se mantiene por encima de cualquier circunstancia.  Es un elemento básico a considerar en cualquier estrategia de campaña. 

b. Voto blando u oscilante. Es el voto que se emite conforme a las circunstancias de cada elección: principalmente candidatos, propuestas  y campañas de los mismos, desempeño del gobierno, situación económica, etcétera, por lo que no es fiel a un determinado partido. En consecuencia, es inestable, puede cambiar de una elección a otra.

El voto blando es el principal objetivo de las campañas electorales por su plasticidad,  ya que puede ser un voto persuadible, si a veces se ha manifestado a favor del propio partido y puede estimularse para que lo haga de nuevo, o bien, un voto convertible, si se puede cambiar de voto ocasional en contra, a uno en pro.

Dentro de este tipo de voto caben otras variantes del comportamiento electoral, como las siguientes:

i.  Voto dividido, escindido o diferenciado. Es la práctica de dividir el voto entre candidatos a distintos cargos de diferentes partidos durante una misma elección; por ejemplo, para diputado local por el partido A y para gobernador por el B.

ii. Voto táctico o útil. Es votar por un candidato o partido para tratar de asegurar que se produzca el resultado más probable, en virtud de que el candidato o partido preferido en primera instancia, carece de posibilidades de triunfo. Así, un elector puede tener su voto decidido claramente a favor de un candidato o puede haber tenido la intención inicialmente, de votar por un partido determinado, que es el que considera más acorde con sus ideales; pero a medida que se desarrolla la campaña observa que ese candidato o partido no va a reunir votos suficientes para ganar, o para evitar que otro partido que él rechaza, triunfe en la elección. Así, conserva su voto útil, no lo "tira".

También este tipo de voto se manifiesta cuando se vota con la intención de no otorgar a un solo partido el apoyo pleno cuando concurren elecciones de dos poderes en un sistema presidencialista. Por ejemplo, se vota por el partido A para la presidencia y por el partido B para diputados y senadores. Se trata de establecer una especie de equilibrio entre los poderes ejecutivo y legislativo. El resultado puede ser el "gobierno dividido".

iii. Voto por cuestiones (ISSUES). Es el que se emite con base en las cuestiones políticas que se debaten en una elección. Existen electores que tienen tanto interés en una sola cuestión que únicamente basan su voto en la posición que los candidatos sostienen en la misma.

iv. Voto de castigo o retrospectivo. Es el que emiten los que votan fundamentalmente para mostrar su desagrado con la situación presente. Es decir, la evaluación de la actividad gubernamental por ejemplo, hace que el elector determine el sentido de su voto. En especial, las condiciones económicas juegan un papel importante, de modo que si el elector está bien financieramente, opta por premiar al titular del puesto reeligiéndolo o reiterándole su apoyo a su partido; de lo contrario, los sanciona negándoles su voto. Se conoce también como voto retrospectivo porque los electores toman sus decisiones acerca del futuro con base en juicios del pasado

v. Voto caprichoso o de asnos. Son los votos válidos emitidos por electores que marcan su boleta caprichosamente. Actúan así porque son funcionalmente analfabetas, o les falta información o motivos para decidir entre candidatos y partidos, o bien consideran una imposición hacerlos acudir a las urnas y desean cumplir con esta obligación lo más rápidamente posible y retirarse de inmediato.

c. Voto en blanco

El elector cumple con su deber ciudadano y manifiesta implícitamente apoyo al sistema político, pero también expresa un rechazo a las opciones de partidos, candidatos o programas que se ofrecen en una elección determinada.

d. Voto nulo.

Si es voluntario puede expresar un sentido de protesta, aunque todavía no existan medios que permitan identificar este voto. Quienes votan en blanco o anulan su voto no cuestionan las elecciones, sino las opciones que se les presentan. Particularmente para las campañas resulta importante el análisis de quienes anulan o dejan su voto en blanco cuando estos electores llegan a representar porcentajes tan significativos que en una competencia cerrada pueden marcar la diferencia entre vencedores y derrotados.

En este apartado se describen algunos hallazgos y teorías sobre el comportamiento electoral basados en investigaciones de diversos países. Deben tomarse como meras hipótesis

 

1 Por eso las campañas se esfuerzan por marcar diferencias y contrastes para facilitar la percepción del elector y estimularlo a participar por lo menos con su voto.

2 Aunque la diferencia tiende a perderse a medida que la mujer asume papeles más amplios.

3 De ahí la importancia de las campañas de afiliación partidista en tiempo de elecciones con el propósito de comprometer el voto favorable.

4 Las campañas tratan de resolver en su favor estos conflictos de los simpatizantes débiles, sea reforzando a los suyos propios o atrayendo a los de la oposición.

5 Por eso una estrategia de campaña negativa es mostrar las posiciones reales de candidatos y partidos para evitar que el elector dé por supuestas afinidades inexistentes.

6 Los grupos de enfoque usados en la investigación tratan de recoger los resultados de esta comunicación en múltiples pasos.

7 Desde redes de familiares, amigos y colegas, hasta de Internet.

8 La campaña negativa se diseña para romper las proyecciones del elector; al presentarle información, le demuestra su desacuerdo con las propuestas de su propio partido.