Home Page Image
 
Lo que primeramente sirve para formar juicio del príncipe y de su entendimiento, es ver de qué hombres se rodea; y, cuando son capaces y fieles, se le tiene por sabio, porque supo escogerlos y sabe mantener su fidelidad.  Si son de otra manera, el juicio que se forme el pueblo del príncipe no le favorecerá", escribió Maquiavelo hace más de cuatro siglos.  Esto sigue siendo válido y más aún para una campaña en la que el candidato se somete al escrutinio de los electores y se expone al ataque de sus oponentes.  Desde el coordinador hasta el voluntario que distribuye volantes puerta por puerta o contesta el teléfono, cada uno de los que integran el personal de campaña, contribuye a la impresión que el elector se va formando del candidato.
En una campaña de diputado local deben usarse no menos de 10 líneas telefónicas para llamar a los electores y unas dos líneas más para recibir llamadas.  La necesidad de más o menos equipo también depende del tiempo disponible para realizar esta tarea.
En algunos países se prohíbe que los concesionarios de servicios públicos y los contratistas gubernamentales aporten bienes o servicios para las campañas.

PROFESIONALES EN LA CAMPAÑA

“El concepto de una campaña profesional, es decir, que integrara a un equipo de profesionales que trabajarían al lado de los políticos en el diseño y manejo de la campaña para que se adoptaran formas de comunicación política modernas concebidas para adecuar los mensajes electorales a la comunicación de masas, era algo que aceptaron el candidato mismo y casi todos con quienes discutí la idea. Sin embargo, para traducir el concepto de profesionalización política a una dimensión específica en la práctica de la campaña, la idea enfrentó serias resistencias, en particular del propio Cárdenas. Profesionalizar la campaña implicaba muchos aspectos que en los hechos chocaban con los supuestos y las inercias políticas del cardenismo y con el estilo personal de Cuauhtémoc para tomar decisiones. El equipo de campaña que se ocuparía de la idea de un Proyecto Andes tendrían que integrarlo dos círculos, uno el de los asesores políticos de Cárdenas, los de su mayor confianza, junto con la dirección nacional del PRD; y otro, el de un grupo compacto que integraran operadores y comunicólogos que se reclutaran fuera de los cuadros del partido y que se contratarían expresamente para realizar ese trabajo. Esto exigía, además, que el equipo de campaña debiera operar con autonomía, con un coordinador que no fuera el candidato, pero que estuviera, no obstante, plenamente dotado de autoridad; que ese equipo fuera ajeno al PRD y que no dependiera ni estuviera influido por las decisiones, pugnas y debates internos del partido. Es decir, un equipo integrado ante todo con criterios de eficiencia y profesionalismo, no sólo de lealtad y militancia política. Eso era algo totalmente contrario a lo que hasta entonces había sido la práctica de las operaciones políticas del cardenismo; significaba confiarle cuando menos parte de la suerte de la candidatura a las recomendaciones y a las decisiones de operadores políticos que no serían miembros del PRD y quizá ni siquiera simpatizantes del partido.

Una campaña concebida en esos términos, sólo podría funcionar si Cárdenas se sometiera a una nueva disciplina política, dejando su bien ganado nicho de redentor social, de símbolo y cabeza moral de un movimiento ya consolidado, para asumir plenamente el papel de un candidato, para ubicarse en la lógica política de un contendiente que busca ser más popular y más atractivo que sus adversarios; que se propone conquistar las simpatías del electorado; que quiere comunicarse y convencer; un proselitista en busca de simpatías y votos.”

Adolfo Aguilar Zínser

Edward Bernays (1891-1995)

LOS CONSULTORES POLÍTICOS

Desde la antigüedad, se tiene noticia de personajes como Quinto Tulio Cicerón que instruía a su hermano Marco acerca de cómo debía hacer su campaña electoral; y en el Renacimiento, el propio Maquiavelo, aunque no existían elecciones, escribió sus mejores obras para aconsejar a los príncipes cómo obtener y conservar el poder. Sin embargo, con el triunfo del liberalismo, el ideal democrático fue que las campañas las realizasen los propios ciudadanos organizados y convencidos por una causa o un candidato, sin mayor interés que el de obtener su triunfo.

En la práctica, durante muchos años se consideró un símbolo de debilidad hacer abiertamente una campaña para conseguir votos. Los aspirantes aguardaban que la gente los señalara como candidatos y después promoviera su candidatura entre sus amigos y conocidos. Esta creencia de que no se deben manifestar públicamente las aspiraciones políticas, mucho menos codiciar el poder, sino que se debe esperar a ser llamado por el pueblo, se deriva del ejemplo del general romano, Lucius Quintius Cincinnatus que siendo granjero fue designado dictador por el Senado cuando Roma estaba bajo la amenaza de una derrota militar. La leyenda cuenta que Cincinnatus literalmente abandonó su arado en medio del campo para asumir el mando y en 16 días venció al enemigo, después de lo cual, volvió a sus tierras. De ahí surgió el ideal democrático y republicano de que sean los ciudadanos comunes quienes ejerzan eventualmente las responsabilidades públicas y una vez cumplido su deber, regresen a sus actividades privadas.

Sin embargo, a medida que la sociedad creció y se pluralizó, es decir, que se diferenciaron los intereses de los ciudadanos, y que se otorgaron nuevos derechos políticos, como el sufragio, a sectores cada vez más amplios de la población, las campañas se fueron formalizando y esta formalización de las campañas hizo que los candidatos requirieran alguna ayuda para hacer sus discursos, redactar manifiestos y distribuir panfletos, auxilio que obtenían de sus familiares, amigos y seguidores. Así, los primeros consultores políticos eran voluntarios y no profesionales, pues ni tenían una formación formal previa, ni vivían de ayudar a los políticos a hacer sus campañas. Eran sólo fervientes partidarios y amigos de los candidatos, a quienes auxiliaban con sus conocimientos o experiencia.

En Estados Unidos, en donde se han desarrollado campañas electorales aun antes de su independencia, se reconoce a John Beckley como el primer director de una campaña electoral, que si bien perdió en un primer intento (1796) para llevar a Thomas Jefferson a la Presidencia, ganó en la siguiente elección (1800). Asimismo, se considera que el iniciador de las campañas con los rasgos que hoy caracterizan a las campañas modernas, fue Martin Van Buren, quien dirigió la campaña triunfante de Andrew Jackson para la Presidencia (1828). Ambos fueron consultores informales, esporádicos y voluntarios de diferentes políticos. Del mismo modo, muchos otros personajes siguieron ejerciendo la incipiente consultoría política durante casi un siglo, como Mark Hanna precursor del manejo a nivel nacional de las campañas presidenciales (1896).

La mayor competencia entre ideas, programas y candidatos, la búsqueda más activa de los puestos por los políticos, el crecimiento del electorado y la disponibilidad de fondos por parte de los candidatos para probar y utilizar nuevas tecnologías de comunicación, en especial la radio (1920) y la televisión (1950), fueron los factores que finalmente, hicieron surgir a los consultores políticos profesionales.

En los años veinte, Edward Bernays, publirrelacionista que se desempeñó en el medio artístico primero y político después, acuñó la idea de que se podía ganar el consenso del público mediante procedimientos racionales, científicos y precisos que utilizaran la información y la persuasión, supuestos que hoy siguen siendo los principios que aun animan toda campaña electoral; Bernays fue consejero de todos los presidentes norteamericanos de Coolidge a Eisenhower y es considerado el modelo a partir del cual se desarrolló la profesión de consultor político.

En la década de los treinta, las ideas de Bernays fueron desarrolladas y puestas en práctica por Clem Whitaker y su esposa Leone Baxter, quienes fundaron la primera firma de consultores políticos en California y que a lo largo de más de treinta años ganaron setenta campañas y sólo perdieron cinco.

Con la declinación de los partidos políticos, el mayor control del financiamiento de las campañas y las nuevas tecnologías de la era de la información, ha salido fortalecida la profesión de la consultoría política. Sin embargo, ha planteado nuevos problemas: Como los sofistas de la antigua Grecia, que transmitían sus conocimientos y habilidades acerca de la comunicación eficaz a cambio de una paga, hoy los consultores políticos profesionales asesoran y dirigen la comunicación en las campañas políticas de candidatos, gobiernos y corporaciones sin más límites que su ética personal. Otro problema es la frecuente contratación de especialistas extranjeros y su abierta injerencia en asuntos nacionales que sólo conciernen a los ciudadanos de un país. Larry Sabato de la Universidad de Virginia, señala: "resulta inquietante que ciudadanos norteamericanos puedan influir en los procesos electorales de otros países, pues podrían ser una nueva arma de Washington para asegurar sus intereses en el extranjero". Asimismo, la consultoría política contribuye al creciente costo de las campañas profesionales que fundadas en la televisión, además de pagar altos honorarios a los expertos, emplean empresas que las realizan y, para asegurar el triunfo gastan sin límites, aun ilegalmente. También se discute si la tecnología de las campañas debe ser transferida de un contexto nacional a otro, especialmente en países con muy bajos niveles educativos y pobreza general. David Ayón, señala que el empleo de consultores norteamericanos "puede representar graves daños particularmente cuando los votantes asumen acríticamente las imágenes y no registran los mensajes.

 
   
Cuarta Parte. Desarrollo del plan

I. Integración de los recursos humanos y materiales - II. La agenda del candidato - III. Preparacion del candidato - IV. La propaganda: el programa de medios pagados. - V. Las relaciones con la prensa

 

Frecuentemente, antes de emprender una campaña surge la pregunta ¿qué es primero: el equipo de trabajo o el plan? La interrogante tiene varias respuestas.  Cuando una campaña se realiza con personal profesional, se recomienda al candidato que su primer paso sea contratar un consultor político que le elabore o le ayude a integrar el plan.  No hay duda: primero es el consultor, después el plan y luego el equipo; existe una secuencia lógica.

En el caso de las campañas tradicionales o mixtas es necesario partir de un pequeño grupo que se encargue de realizar la investigación y, después, formular el plan de la campaña; este grupo, una vez cumplida su labor, tiene que reordenarse si es que formará parte del equipo que preparará y llevará adelante la campaña.

Pero a veces, no hay tiempo para elaborar un plan inicial.  En este caso, primero se nombra al equipo que, según la intuición, hará falta y, con el auxilio del mismo, paralelamente a los primeros actos de la campaña, se va conformando el plan que estructura las actividades.

Tampoco es inusual que una campaña se vaya organizando sobre la marcha, apenas con una vaga idea del mensaje; o que se concrete éste al calor de los primeras experiencias y se desarrolle sin un plan definido, con el único objetivo claro de aprovechar todo aquello que signifique tribuna, exposición a los medios y visibilidad para el candidato.

Sin embargo, estas formas de actuación cada vez son más riesgosas y costosas, en la medida en que se fundan en la improvisación y en el contacto indiscriminado con los electores.

La necesidad de la investigación, planeación y preparación previas a la campaña crece cuando las elecciones se tornan más competidas y los márgenes de votación que deciden la victoria se hacen más pequeños;1 esto obliga a una lucha total para llegar a todos los electores que pueden decidir el triunfo y hacerlos votar; a ninguno puede, a priori, restársela importancia porque es posible que su voto sea el decisivo.  Como consecuencia, los requerimientos de recursos aumentan indefinidamente y los costos de campaña se multiplican a tal grado que ya ningún financiamiento es suficiente.

Es tiempo entonces de dejar a un lado las estrategias dirigidas a la totalidad de los electores, y asumir las estrategias que apuntan sólo hacia grupos identificados como blancos, con la finalidad de no desperdiciar recursos, esfuerzos ni tiempo en electores que de todas maneras votarán en favor del candidato, que no responderán a su mensaje o que de ningún modo votarán.  Esto ha convertido a la investigación, planeación y preparación previas en las nuevas actividades que caracterizan las campañas modernas y profesionales.

Hoy los candidatos que limitan su campaña a unos cuantos actos desligados, sin plan ni mensaje, que esperan que la ausencia de competencia y el abstencionismo generalizado les lleven de la mano al triunfo, tienen casi asegurada la derrota; lo mismo aquellos que sólo tratan de que no existan otros candidatos verdaderamente opositores, o que los que surjan sean tan malos que nadie en sus cinco sentidos vote por ellos.

Como se ha visto, los nuevos tiempos exigen una preparación minuciosa, por detalle, de las campañas; una preparación basada en investigaciones y planes complejos.  La realización improvisada, caótica o desganada de las campañas sólo puede conducir a la victoria en los lugares donde existen las peores condiciones de pobreza, ignorancia y desigualdad que limitan las posibilidades de la vida democrática y permiten la manipulación de los votos; y al contrario, está condenada al fracaso allí donde existen oportunidades de participación política y de competencia electoral equitativa, como resultado de la educación popular, la proliferación de nuevos medios de comunicación, el mayor grado de organización de la sociedad y, en general, de la transformación económica y social que vuelve disfuncionales y obsoletas las instituciones y conductas políticas tradicionales.

La preparación de la campaña abarca todos sus aspectos, ya nada puede dejarse al azar; históricamente, la era de la improvisación ha terminado.  La investigación, planeación y preparación de una campaña se realiza con varios meses y hasta años de anticipación, según sea la importancia de la elección.  Esta preparación comprende al candidato mismo, cuyo papel se ha transformado y exige de nuevas capacidades para un desempeño eficaz.  La habilidad para conseguir votos, elevada a niveles críticos por la democracia electoral que hoy domina el panorama político occidental, está cambiando el perfil de los dirigentes políticos; quienes no la desarrollen no podrán sobrevivir a los cambios que están construyendo el futuro.

Por eso, los siguientes capítulos se dedican a los aprestos de la campaña.  Una vez conocidos el campo, los contendientes y los medios disponibles para la competencia -mediante la investigación-, y definido lo que se puede hacer para obtener el triunfo por medio de la elaboración de un plan; se tiene que proceder a realizar los preparativos indispensables para competir con las mayores posibilidades de éxito.

El capítulo I, de esta cuarta parte, aborda la integración de los recursos humanos y materiales que da cuerpo real a la organización de la campaña.  Se trata de concretar, en personas, oficinas, materiales y equipo, los agentes y los medios capaces de cumplir las tareas que la estrategia del plan contempla para lograr los objetivos que persigue la campaña.  Se pasa del pensamiento a la acción delegando en los colaboradores adecuados la autoridad y la responsabilidad de actuar, así como dotándolos de los medios necesarios para desempeñar la misión que el candidato les ha encomendado a cada uno de ellos.

El tiempo del candidato, como se explicó anteriormente en este Manual, es el principal recurso de que puede disponer una campaña, pero desgraciadamente no puede almacenarse, ampliarse ni reponerse.  Por eso su aprovechamiento debe sujetarse al mayor cuidado posible, como el recurso más preciado de toda la campaña.  De ahí que el capítulo II de esta cuarta parte del Manual de campaña se dedique a la agenda del candidato; es decir, a la programación de las actividades que desarrollará durante el breve tiempo que comprende la campaña.

El capítulo III de esta cuarta parte se refiere a la preparación del candidato.  Cada vez con mayor frecuencia, las campañas tienden a centrarse en él, debido a que los medios masivos propician la comunicación directa y personalizada entre los candidatos y sus electores.  En consecuencia, son más las habilidades que deben poseer y mayor la magnitud del esfuerzo por realizar.  Ya no basta, aunque sigue siendo importante, la capacidad de comunicación verbal; ahora el candidato debe saber utilizar los nuevos medios masivos, ser diestro en el lenguaje no verbal y poder enfrentar situaciones que ponen a prueba su fortaleza física y de carácter.  Para todo esto es indispensable su preparación.

Aun la campaña más pequeña requiere de un mínimo de propaganda.  No se puede iniciar una campaña sin algún material que aclare, refuerce, fije las ideas, difunda el mensaje y hasta el propio nombre del candidato y, en su caso, el del partido que lo nómina en una elección. Éste es el tema del capítulo IV de esta parte, que comprende la preparación de la propaganda, sea por medios visuales, impresos, electrónicos, sea de cualquier índole.

El capítulo V de esta cuarta parte tiene por objeto el análisis de la preparación de la manera en que se tratará de usar la labor informativa, que llevan a cabo los medios noticiosos, bien para reforzar el mensaje que el candidato difunda durante sus actividades, o bien para aumentar la credibilidad de la propaganda que trata de convencer a los electores de que la única manera de votar acertadamente es hacerlo en favor del candidato propio.

Estos son los aprestos de la campaña.  Con base en ellos, la acción podrá pasar a los diferentes frentes en los que se contiende en la batalla electoral.

I. Integración de los recursos humanos y materiales

Se refiere al reclutamiento, selección y asunción del cargo, de los principales responsables de desarrollar la campaña para que, a partir de ellos, en esfuerzos sucesivos de organización, se incorporen, paulatinamente, grupos cada vez más amplios de electores comprometidos a llevar al triunfo al candidato.  Asimismo, comprende la adquisición por compra, renta o comodato de los bienes y servicios necesarios para cumplir con los objetivos de la campaña.  En ambos aspectos, la integración debe constituir el inicio de la puesta en práctica del plan, la estrategia y la organización ideadas para realizar la campaña, con base en los recursos presupuestases disponibles o que se considera posible colectar oportunamente.

A. El equipo del candidato

"Lo que primeramente sirve para formar juicio del príncipe y de su entendimiento, es ver de qué hombres se rodea; y, cuando son capaces y fieles, se le tiene por sabio, porque supo escogerlos y sabe mantener su fidelidad.  Si son de otra manera, el juicio que se forme el pueblo del príncipe no le favorecerá", escribió Maquiavelo hace más de cuatro siglos.  Esto sigue siendo válido y más aún para una campaña en la que el candidato se somete al escrutinio de los electores y se expone al ataque de sus oponentes.  Desde el coordinador hasta el voluntario que distribuye volantes puerta por puerta o contesta el teléfono, cada uno de los que integran el personal de campaña, contribuye a la impresión que el elector se va formando del candidato.

Pero más allá de la imagen del candidato, la calidad de los miembros del equipo de la campaña es crítica en la medida en que, como se ha visto, las características organizacionales propias de las campañas obligan a basar su éxito en la capacidad de unas cuantas personas que, a su vez, hacen que otras más dediquen sus esfuerzos a las tareas que se requieren para llevar al candidato a la victoria, más que a confiar en un sistema o en una fuerza organizacional formal.

Sumamente importante para el desarrollo y el logro de los objetivos, es encontrar a los directivos principales que puedan crear y manejar sus propios grupos de trabajo para cumplir la misión de la campaña que se les encomiende.  "Se deben buscar destrezas, compatibilidad, flexibilidad, energía y, quizá lo más importante, lealtad.  Todo esto es importante para el éxito final de la campaña.  Se trata de que la campaña trabaje como un equipo alrededor de un solo ego: el del candidato."

El nivel de destrezas requerido depende, por supuesto, de la complejidad de las tareas a desempeñar; en las campañas menores, gente de inteligencia normal y con buena disposición puede realizar cualesquiera de las labores; sin embargo, la necesidad de conocimientos especializados aumenta conforme las tareas se hacen más complejas, hasta que, para asegurar buenos resultados, sólo pueden ser confiadas a personal profesional y experimentado, siempre que se disponga de los recursos suficientes para pagar sus servicios.

La estrategia debe servir de guía para identificar las actividades más importantes para la campaña, las que deben ser encomendadas a las mujeres y los hombres que garanticen los mejores resultados.  Si se trata de una estrategia basada en el proselitismo puerta por puerta, quien previsiblemente pueda reclutar, capacitar y organizar voluntarios debe ser alguien que conozca trabajo de base; si la estrategia principal se funda en los medios masivos, quien mejor los conozca y maneje será la persona adecuada; o bien, si la estrategia se centra fundamentalmente en el candidato, el manejo de su tiempo es la tarea más delicada en la que debe ocuparse el mejor de sus colaboradores disponibles.  Así, la importancia estratégica de la misión encomendada es el criterio inicial para asignarla a la gente disponible conforme a su idoneidad, responsabilidad y confiabilidad.

Entre los cuatro o cinco colaboradores principales destacan el coordinador general de la campaña y, en su caso, el coordinador de la colecta de fondos.  Se aconseja construir el equipo a partir del coordinador general, quien debe contar con la confianza y confidencialidad del candidato, tener la habilidad de dirigir e instruir a la gente, generar y mantener su confianza, delegar el trabajo, decidir rápidamente y con autoridad, y ser capaz de tomar decisiones drásticas.

"El papel del coordinador varía de una a otra campaña.  Idealmente, es un individuo altamente calificado, inteligente, un administrador de primera, políticamente astuto, hábil para manejar y motivar a cientos en la campaña, leal y confiable para el candidato, hábil para funcionar como su alter ego.  Es el responsable para la instrumentación día a día del plan... Si la campaña no tiene un consultor, entonces desempeñará ambas funciones... como jefe de la oficina administrativa de la campaña debe estar completamente familiarizado con todos los aspectos de la misma... es responsable de coordinar todas las actividades separadas, monitorear el calendario de la campaña y los programas de flujo de efectivo, y de asegurar que todos los materiales y abastos estén en el lugar adecuado cuando se necesiten... Si no hay un director de finanzas o secretario de prensa, el coordinador de la campaña desarrolla estas funciones, además de supervisar al resto del equipo.  Si la campaña no tiene consultor, el coordinador de la campaña será responsable de instrumentar el programa de correo..."

El coordinador de la campaña debe ser capaz de dirigir con el ejemplo en vez de palabras de mando o estructuras de dirección complejas.  Debe tener la suficiente autoridad moral para señalar al candidato si está equivocado en algo, y éste debe darle un respaldo total.

Frecuentemente, la campaña implica largas jornadas y una estrecha convivencia durante meses entre el candidato y su coordinador, lo que puede crear dificultades entre ambos, naturalmente.  Algunos candidatos sienten que sus coordinadores presumen demasiado y toman prerrogativas que nadie les dio, en tanto que muchos coordinadores consideran que sus candidatos no aprecian la energía, iniciativa y dedicación que ellos ponen en la campaña; por eso, se aconseja que "las excentricidades de ambos sean mutuamente compatibles".

El coordinador puede ser un colega o amigo políticamente sensible y devoto de los intereses del candidato, alguien con el que pueda discutir las cosas honesta y abiertamente; otra opción es contratar a un profesional.  En cualquier caso, si después de unas semanas el candidato no siente plena confianza en las habilidades del coordinador o está insatisfecho con la manera en que se está trabajando, debe conseguir uno nuevo, pues muchas campañas se han perdido por no hacer el cambio a tiempo.

Juntos, candidato y coordinador pueden reclutar, seleccionar e integrar al resto del equipo principal.  Si es grande la necesidad de financiamiento privado, el otro pilar fundamental de una campaña es el coordinador de la colecta de fondos.  Esta tarea debe ser desempeñada por una persona relacionada con el medio de los negocios y personas con suficiencia de recursos, de modo que pueda motivarlas a aportar los donativos más grandes para la campaña y a participar activamente en la colecta de donativos medianos, así como a la organización de actos para recaudar más fondos.  Según lo prevea el presupuesto de ingresos, alguna o todas estas tareas pueden ser de la mayor importancia para el financiamiento de la campaña, así que debe buscarse a la persona que mayores posibilidades tenga de llevarlas a feliz término.

Otra tarea de importancia estratégica puede ser la de reclutar, capacitar, organizar y motivar el trabajo voluntario.  Los voluntarios no sólo ayudan a entregar el mensaje del candidato, sino son el mensaje en sí.  El encargado de esta delicada labor debe ser extremadamente atractivo, pero duro en la supervisión; tiene que entender el valor del trabajo en equipo y dar una tremenda cantidad de tiempo, energía y entusiasmo a la campaña.  Debe ser capaz de presupuestar los recursos humanos, de estimar cuánta gente se necesita para cada actividad de la campaña y el tiempo que se requiere para cumplir la tarea.  Y lo más importante, es responsable del trato con los voluntarios: "El voluntario que es tratado cálidamente en la oficina de la campaña, que se le da algo que hacer, que se le hace sentir cómodo y parte de la organización, probablemente regresará, hará más trabajo y quizá podría aun reclutar a sus amigos como voluntarios adicionales; el voluntario que es ignorado, a quien no se le dan cosas que hacer y se le hace sentir incómodo, no es probable que regrese y quizá le diga a sus amigos y conocidos cuán ineficaz es la campaña".

El talento organizativo no abunda y es difícil mantener el entusiasmo más allá de las primeras etapas; por eso, es importante delegar las tareas principales de la campaña en un pequeño grupo de responsables, integrado por personas altamente comprometidas con lograr el triunfo del candidato.2 Este grupo irradiará la motivación suficiente hacia los otros niveles, de modo que se mantenga el espíritu de lucha aun frente a los naturales fracasos que toda campaña puede sufrir.

Al escoger a los principales responsables de las tareas de la campaña es importante valorar sus relaciones, arraigo y conocimiento de quienes residen en la división electoral, así como del medio en el que se van a desenvolver; por ejemplo, del probable encargado de la información, la propaganda o ambas, hay que conocer sus vínculos con la prensa o la radiodifusión locales.  Estas relaciones pueden facilitar el desempeño de la misión encomendada.

También hay quienes recomiendan que algunos de los colaboradores más cercanos del candidato tengan capacidad para hablar en público, como una prevención contra situaciones en que el candidato u otro orador no pueda o no convenga que tome la palabra, o bien para hacer aclaraciones o reforzar señalamientos a lo expresado, en los casos que resulte impropio para el candidato hacerlos.

Debido a que en las campañas surgen situaciones imprevistas, es importante establecer un orden de sustitución en la toma de decisiones para resolver los problemas inmediatos que no puedan ser turnados, en el momento, a quien le corresponda por su jerarquía.  Por ejemplo, en ausencia del candidato decide el coordinador general; cuando éste tampoco está presente, el programador o secretario; si tampoco se encuentra, el responsable de la avanzada. Muchos son los incidentes que pueden presentarse durante los actos a los que asiste el candidato, por eso, se trata de mantener la unidad de mando y de dirección aun frente a un gran flujo de acontecimientos no siempre previsibles.

Las fuentes de reclutamiento del personal de la campaña son muy diversas: familiares y amigos, colegas y ex colaboradores, políticos, directivos y miembros del partido, dirigentes de organizaciones gremiales y sociales, veteranos de campañas anteriores y voluntarios que acuden espontáneamente.  Lo importante es hacer una asignación objetiva conforme a su capacidad, experiencia y grado de involucramiento que pueden asumir en las tareas de la campaña, aunque también hay que considerar su idoneidad para el trabajo en equipo y disponibilidad en días y horarios no laborables, para reducir las posibilidades de conflicto personal y poder actuar con la máxima flexibilidad de tiempo cuando se requiera.  El problema para el coordinador general es integrar un grupo que pueda trabajar adecuadamente con el candidato, pero que también pueda hacerlo en conjunto.  El problema para el candidato es obtener la máxima colaboración del personal de la campaña con el mínimo de compromiso económico, político o de cualquier índole, una vez obtenido el triunfo.

El ideal democrático sería que las campañas las realizaran los grupos de ciudadanos organizados y convencidos por una causa o un candidato, sin mayor interés que el de obtener su triunfo.  Hoy esto sólo es posible en campañas muy pequeñas pues, como ha quedado asentado, a medida que el nivel de la contienda crece, hay necesidad de personal pagado y de conocimiento especializado.  Esta última necesidad es satisfecha por los consultores en las diferentes áreas que requieren de conocimientos y experiencia.  Los consultores en alguna materia relacionada con las campañas, compiten con ventaja, gracias a sus conocimientos especializados, con los equipos de campaña y los profesionales del partido; forman parte imprescindible de las campañas mayores, como resultado de la profesionalización de la política y de las elecciones periódicas a las que tienen que sujetarse los políticos.

Sin embargo, el bajo nivel del conocimiento político de la población y de algunos candidatos, el todavía precario desarrollo de las ciencias sociales y, en especial, el escaso conocimiento del comportamiento electoral, permiten que las campañas, como un campo de la actividad profesional de la ciencia política de reciente surgimiento, se vean constantemente presionadas por la oferta de servicios de consultores provenientes de las más diversas disciplinas o experiencias, casi siempre en pos de un contrato jugoso, aunque no siempre cuenten con la formación, seriedad y ética que debe implicar el ejercicio de cualquier profesión.  Así, "la mayoría de los candidatos rara vez llama a un consultor; los consultores son quienes usualmente encuentran a los candidatos.  El número de consultores está creciendo más rápido que la deuda nacional.  Como en cualquier negocio, los hay buenos y quienes probablemente no valen los preciosos recursos que el candidato ha colectado".  En consecuencia, esta oferta plantea a los candidatos el problema de decidir en qué materia necesitan del conocimiento experto, por un lado, y, por otro, cómo distinguir a quien sí se los puede brindar con calidad y cuánto deben pagar para que el precio sea el justo.

Una primera recomendación es que el consultor no debe contratarse tanto no se tenga claro para qué se necesita; algunos candidatos pagan asesores altamente cotizados para después pedirles el diseño de un simple folleto.  Por eso, lo primero que se tiene que decidir es qué clase de asesoría es la más necesaria, lógicamente en relación con la estrategia principal en que se basa la campaña.  Los consultores políticos pueden dar a los candidatos casi, cualquier servicio en la conducción de la campaña, incluyendo ayuda en la identificación de grupos de electores blanco, colectas de fondos, organización territorial, módulos de teléfonos y encuestas, así como asistencia en la preparación y utilización de correo, de spots de radio y televisión, de discursos y debates.  Sin embargo, "la regla básica al momento de elegir a sus consultores externos es determinar exactamente desde el principio qué servicios requiere el candidato e ir de compras con anticipación.  El candidato debe darse tiempo para entrevistarse personalmente con los posibles consultores".

Una vez definida el área en que será necesaria la consultaría, es importante analizar a los posibles asesores.  Un primer indicio es su formación profesional, en qué medida lo que ha estudiado tiene que ver con las tareas de campaña y si es en este aspecto en el que está ofreciendo sus servicios.  No parece confiable como asesor de campaña un veterinario o un psicólogo especializado en niños que se ofrece para aconsejar en materia de propaganda, por citar un ejemplo extremo.  Un segundo indicador es su experiencia, el nivel en que ésta se dio y si fundamenta los servicios ofrecidos; no por haber trabajado en campañas administrando fondos, se puede presumir de experiencia en contacto con el elector.  Un tercer criterio son los logros alcanzados en las campañas, lo que podría considerarse su record de campañas ganadas y perdidas, que no debe ser inferior de 4 a 1, y desde luego, las opiniones de quienes han hecho uso de sus servicios.  Un cuarto elemento puede ser el tiempo que se ha dedicado en forma exclusiva a la asesoría en campañas, no de manera mixta, esporádica o eventual, ya que una larga sobrevivencia puede mostrar que ha sido eficaz en su trabajo.

Si la aplicación de estos criterios resulta satisfactoria, conviene indagar la experiencia del consultor en elecciones similares a la del candidato, en cuanto a nivel, escala, presupuesto y competitividad; su estilo de trabajo e integración al equipo de campaña y, desde luego, las tarifas de otros consultores por servicios similares a los que se intentan contratar.

En la entrevista con el posible consultor se debe sondear la manera en la que piensa que se puede ganar la elección, el conocimiento que tiene de la división electoral y sus contactos locales de utilidad para la campaña, de qué recursos humanos y materiales dispone para cumplir con sus servicios y, obviamente, se debe aclarar el monto total del costo de lo que se compra y de las condiciones en que se deben hacer los pagos.

El problema del monto de los honorarios presenta muchas variantes.  Hay consultores que cobran por hora, por día más viáticos, por obra determinada y, en los casos de los consultores en medios o propaganda, se contratan por un paquete que la incluye, o por honorarios y un porcentaje de lo que se gaste en propaganda.  No obstante, destinar más de un 5% del presupuesto total de la campaña a la compra de asesoría especializada puede no ser muy redituable.

También la forma de pago presenta modalidades.  Debido a que algunos políticos son malos pagadores, hay consultores que requieren el 50% del total a la firma del contrato, un 25% durante la campaña y el 25% restante antes de la elección.  Otros más comprometidos, solicitan el 50% también a la firma del contrato y el resto se sujeta a que se gane la elección, es decir que, si se pierde, el asesor deja de percibir el 50% restante.

Antes de firmar el contrato debe estar claro para el candidato que los conocimientos del consultor representarán suficientes ahorros de dinero y tiempo, apropiación de recursos que de otro modo no podrían obtenerse.

De cualquier manera, nunca hay que olvidar que "los consultores no ganan o pierden una elección, sólo los candidatos lo hacen".

B. Los recursos financieros

Una vez integrado el equipo que dirigirá la campaña, los gastos tenderán a incrementarse vertiginosamente, pues para la mayoría de los bienes y servicios a adquirir normalmente se piden adelantos para aceptar las órdenes de trabajo.  Es entonces cuando deben tomarse todas las medidas necesarias para empezar a ejercer el presupuesto planeado, por medio de la apertura de las cuentas que se consideren necesarias (véase páginas 233 y 234), y de un sistema de contabilidad que permita verificar el objeto y el propósito de cada gasto, así como la persona que lo autorizó.  Asimismo, es muy conveniente centralizar la autorización de los gastos y la emisión de los cheques.

Las erogaciones deben mantenerse dentro del presupuesto de gasto y de flujo de efectivo.  El control de lo que se gasta es el medio más importante para mantener, en la práctica, la campaña dentro de los cauces establecidos por la estrategia.  Por eso, se aconseja que los principales encargados de las tareas básicas que concentren las mayores proporciones de recursos, conozcan y estén de acuerdo con los montos que se les asignen, se corresponsabilicen de su ejercicio y, de ser posible, participen en la elaboración de su propio presupuesto de egresos.

Es igualmente importante que todos conozcan y manejen el mismo catálogo de partidas, así como las reglas mínimas a que se sujetarán los gastos: que estén conscientes de que no existirán autorizaciones a posteriori,  ni pago de gastos suntuarios como los de bebidas alcohólicas, por ejemplo.  De lo contrario, el gasto sin control puede sobrepasar los límites previstos, sin que refleje efectivamente las prioridades de la campaña.

Para estar en mayor posibilidad de imponer la disciplina presupuestal más útil al desarrollo de la campaña y poder tener plenas posibilidades de cumplir, satisfactoriamente, con los informes legales acerca de los gastos, se deben establecer fechas límite para la comprobación, de modo que no existan motivos para que la contabilidad no se encuentre al corriente y pueda saberse con exactitud, en cualquier momento, el gasto real de la campaña.

En caso de que exista un programa de colecta de fondos dentro de la campaña, se debe proceder a crear los registros correspondientes para recibir las donaciones o los ingresos por actos diversos, como festivales o venta de propaganda, de modo que quede clara a los ojos de las autoridades electorales la manera en que se obtuvo el financiamiento privado.

C. El cuartel o casa de la campaña

Las decisiones más importantes respecto a los cuarteles de la campaña se refieren a la cantidad de superficie que se requiere y la ubicación más adecuada, salvo si las oficinas pueden ser usadas gratuitamente durante el tiempo de las elecciones; en este caso, es necesario evaluar el ahorro que representa contra los inconvenientes propios de los espacios prestados, el compromiso que se adquiere y sus consecuencias legales.

La superficie y las características de los locales necesarios para la campaña dependen del nivel de la elección, de la estrategia definida para obtener el triunfo y de los recursos disponibles.  Una campaña pequeña puede convertir en cuartel la misma casa del candidato o la de alguno de sus amigos; en tanto que otra, realizada con amplia participación de contratistas, sólo requiere espacio para las tareas de dirección, información y relaciones públicas; asimismo, una campaña basada en el uso intensivo del trabajo voluntario, necesita de espacios que permitan su desarrollo adecuado.  Además, si se cuenta con grandes recursos, se pueden instalar dos o más cuarteles.

Se deben distinguir dos funciones que desempeñan los cuarteles de la campaña: como sede en donde el candidato dirige su labor electoral y recibe a sus seguidores, y como lugar de trabajo en el que se realizan diferentes tareas: desde el manejo de materiales de propaganda hasta la elaboración de la correspondencia masiva y la realización de llamadas telefónicas, por ejemplo.

Como sede del candidato, el cuartel de la campaña debe cuidar su presentación en la medida en que sus oficinas se asocian a su imagen.  Instalaciones y mobiliario ostentosos, lo mismo que descuidados, pueden provocar sentimientos adversos en los electores que visiten las oficinas; un espacio pulcro, moderado en gastos, es totalmente adecuado; en cualquier caso, el candidato no permanecerá ahí la mayor parte de su tiempo y el impacto en el público de un cuartel modesto, pero bien cuidado, puede ser muy positivo.  Por el contrario, la desorganización nunca es atractiva en ninguna oficina.

En la sede del candidato quizá resulte importante disponer de espacios interiores o exteriores amplios si se prevé la afluencia de grupos numerosos, así como de instalaciones eléctricas y líneas telefónicas suficientes.  Otro aspecto a considerar será la facilidad de acceso y la superficie para el estacionamiento de vehículos, así como la libertad de horario, pues no será raro que el candidato mismo o el personal de la campaña laboren hasta altas horas de la madrugada aun en domingos y días festivos.  Además, las oficinas deben contar con espacio de reserva para conferencias de prensa y entrevistas, para almacenar folletos y otros propósitos misceláneas.

El espacio de oficina debe ser suficiente para alojar cómodamente al candidato y a sus colaboradores cercanos,3 como el coordinador de la campaña, el programador, el responsable de la información y el personal que apoye sus tareas.  De acuerdo con el nivel de la elección, el personal que permanezca en las oficinas debe ser lo más reducido posible, pues no debe olvidarse que una campaña, como su nombre lo dice, se desarrolla en el campo, no en los cuarteles.4

Para fines propagandísticos, es importante la visibilidad del cuartel del candidato.  Puede ser conveniente establecerlo en la zona de la que se espera obtener una fuerte votación a favor, o bien en donde exista una gran circulación de probables electores indecisos.  Para aprovechar esta ubicación se aconseja colocar grandes letreros que identifiquen al local como sede de la campaña; también se puede recurrir a otros medios para llamar la atención del electorado; como un globo gigante o un reflector encendido por las noches, por ejemplo.  Lo que se pretende es despertar la curiosidad del elector sin causarle incomodidad, y que de esta manera los cuarteles contribuyan a la identificación del nombre del candidato, sobre todo en las primeras etapas de la campaña.  También es importante que el personal encargado de atender al público que acude por información de la campaña, no sólo tenga buen trato sino que disponga de artículos de propaganda que pueda obsequiar a los visitantes.

Como lugar de trabajo, la importancia del cuartel variará según se trate de una campaña tradicional o una basada en contratos con empresas.  En una campaña conducida profesionalmente, la mayor parte de la labor técnica será realizada fuera del cuartel por consultores y especialistas externos: fotógrafos y escritores de discursos, el personal encargado de la investigación, la encuesta y la preparación de folletos, así como de producción de radio y televisión.  Ninguno de ellos ocupará espacio dentro de las oficinas, pero puede ser necesario reservar algún espacio para los voluntarios y encargados de verificar números telefónicos, operar equipos de copiado y clasificar la correspondencia, por ejemplo.  Aunque estas actividades de la campaña deban quizá realizarse en ámbitos separados, ya que, para el personal de las oficinas centrales, son un factor de distracción los voluntarios que llegan y copan los escritorios esperando a que les asignen trabajo.

En contraste, en una campaña pequeña de escasos recursos o no profesional, necesitarán los voluntarios espacio, no sólo para instalar el módulo de teléfonos, sino para almacenar, clasificar y distribuir la propaganda, manejar el correo y hasta empacar refrigerios y obsequios para los electores asistentes a los actos multitudinarios de la campaña.

Este tipo de cuartel es un lugar de trabajo que como no está abierto al público, no puede cumplir una función de propaganda.  Por eso, es recomendable mantener una separación de este espacio de labores y las oficinas del candidato, pues es aquí en donde habrá gran movimiento de personas y materiales para realizar las actividades manuales que implica toda campaña y para las cuales resultan muy útiles los voluntarios.  A éstos, el cuartel debe resultarles cómodo para permanecer allí y trabajar en él.  Conviene una ubicación accesible para todos los que participan en la campaña y que exista la seguridad suficiente para no correr riesgos si se labora durante la noche.

Otro factor importante es la ubicación del módulo de teléfonos, es decir, el lugar desde el cual se llamará a los electores, si es que será necesario conforme a la estrategia de la campaña.  Si se contempla la promoción del voto por teléfono y ésta será realizada por personal voluntario, debe cuidarse que el local donde que se instalará el módulo tenga las líneas suficientes y los aparatos adecuados para hacer las llamadas, así como que todas éstas tengan un carácter local y no de larga distancia, además de buscar algún arreglo para impedir un alto costo por cargos prorrateados ante el número de llamadas.

En lo que se refiere a oficinas, mobiliario y equipo, como en todo gasto, el costo debe analizarse atendiendo su proporción respecto a lo que se destinará para hacer contacto con los electores, que es el fin último de la campaña.  Mantener al mínimo los gastos administrativos puede otorgar mayor flexibilidad para hacer frente a acontecimientos inesperados.  En consecuencia, se debe procurar allegarse estos elementos materiales de manera prestada o, en el peor de los casos, rentada.  Si las oficinas que se pueden conseguir gratis no son las más adecuadas o, dada su dispersión, implican un esfuerzo adicional para el candidato, estas molestias deben considerarse a la luz del ahorro que puede obtenerse por este concepto, el cual puede canalizarse a la compra de bienes y servicios que contribuyen, de manera directa, al logro de los objetivos de la campaña.

Las oficinas del partido o sus organizaciones afiliadas ubicadas dentro de la división electoral, debieran ser siempre la opción primera para establecer los cuarteles del candidato.  Sin embargo, como esto no es siempre posible ni conveniente, los candidatos se ven precisados a buscar alternativas entre los inmuebles que poseen o alquilan sus seguidores y, en última instancia, recurren a la renta, en cuyo caso sólo debe contratarse por los meses que durará la campaña para no menguar el presupuesto destinado a otras actividades.

Lo más importante en una campaña no son sus cuarteles, sino lo que le llega al mayor número de electores mediante un folleto, anuncio, spot, el mensaje de un voluntario o la palabra y la actitud mismas del candidato; por eso, en última instancia, lo que debe de interesar en materia de oficinas es su idoneidad para proporcionar espacio adecuado a las tareas a realizar, de acuerdo con la estrategia de la campaña.  Lujosas oficinas no compensan la falta de carisma de un candidato; al revés, sí.

El orden que prevalezca en los cuarteles es sumamente importante para los propios trabajadores de la campaña tanto como para los electores.  Por eso, deben definirse horarios de trabajo y respetarlos, controlar sutilmente las entradas del personal y de los visitantes, establecer una manera única de contestar el teléfono que sirva a la imagen de la campaña, así como responsabilizar a alguien de recibir al público con la mejor atención posible, además de estructurar la organización propia del trabajo de oficina.  Todo el personal debe saber quiénes son los responsables de las principales tareas, de modo que sea capaz de turnar asuntos y electores a la persona indicada.  También es muy importante llevar el control del mobiliario y del equipo, de manera que puedan ser devueltos, terminada la campaña, a quienes los alquilaron o prestaron.

D. Vehículos

Los vehículos usados en la campaña tienen una doble función.  Por un lado, son un medio de propaganda, pues contribuyen a crear la impresión que la gente se forma del candidato cuando lo ve descender o abordar su vehículo,5 impresión que tiene que apoyar la estrategia de la campaña, o por lo menos ser congruente con ella; además, de que participan en la tarea de hacer que el elector identifique el nombre y el partido del candidato mediante los letreros, slogans y logotipos que porten.

Por otra parte, son el medio de transporte del candidato y de su comitiva, por lo que deben ser apropiados y su funcionamiento óptimo para que cumplan eficazmente esta tarea.  En especial, el vehículo del candidato puede cumplir varias funciones adicionales a la del mero transporte, puede servir como: sala de juntas, oficina, cuarto de descanso, baño y vestidor ambulantes.  En campañas prolongadas e intensas, el vehículo del candidato se convierte en su tienda de campaña donde se toman acuerdos, se revisan discursos y se cambia el candidato de indumentaria para estar vestido adecuadamente en los diferentes actos.

El vehículo puede ser desde una modesta combi hasta un camión completamente equipado; ello depende de los recursos disponibles, la intensidad de las actividades, la distancia de los recorridos, de la impresión que se pretenda causar en el electorado y del nivel de comodidad que satisfaga al candidato.  Algunos concesionarios del transporte acostumbran dotar a las campañas que apoyan de un vehículo acondicionado ex profeso para las tareas de un candidato.

En campañas de mayor nivel, al vehículo del candidato se agregan otros transportes destinados a los reporteros, fotógrafos y camarógrafos que cubren la campaña, si es que éstos no disponen de medios propios; tradicionalmente, se destinan otros vehículos para los invitados a la gira; además de los destinados a la seguridad y, en ocasiones, hasta una ambulancia para enfrentar cualquier emergencia.

Entre mayor sea el número de vehículos que acompañan al candidato en la gira, más se complica su manejo.  El tránsito del convoy en carretera requiere de extremo cuidado por la posibilidad de accidentes, pues se trata de mantener los vehículos en formación, a pesar del intenso y vertiginoso tránsito.  Asimismo, se complica el descenso y el ascenso del candidato, lo que obliga a establecer un sistema de formación de vehículos tal que lleve al candidato hasta donde lo espere el comité de recepción y, terminado el acto, lo recoja oportunamente en el lugar previsto para su salida y ascenso al vehículo, de modo que, paulatinamente, se vuelva a la formación original para reemprender la marcha.  En todos los movimientos del candidato y de su eventual comitiva no debe perderse de vista que se trata de impresionar favorablemente al electorado de acuerdo con una estrategia, por lo que deben evitarse las molestias al público y las actitudes prepotentes de operadores y ayudantes que no sólo restarán votos, sino que pueden contradecir públicamente el mensaje de la campaña.

Además de los utilizados en la gira, toda campaña necesita de otros vehículos para apoyar las operaciones de coordinación, programación, avanzada y propaganda, fundamentalmente.  Algunos de ellos con capacidad para transportar carga.  Si estos vehículos están a disposición completa de la campaña, pueden servir de medios propagandísticos portando los logotipos y slogans del candidato y del partido.

Otra necesidad vehicular que puede surgir en las campañas, se refiere al transporte de militantes hacia los actos de apertura o cierre de campaña; por ejemplo, si provienen de las zonas rurales en las que los horarios de transporte no correspondan a los actos nocturnos, como las verbenas.  Si el partido carece de medios suficientes, la campaña tiene que conseguir la mejor manera de satisfacer estas necesidades para la mayor comodidad de los asistentes a sus actos.

No es raro que los concesionarios de los transportes públicos apoyen a los candidatos con vehículos para la realización de sus actos principales o que, en el peor de los casos, rebajen sus tarifas normales o recuperen sólo los gastos directos ocasionados por la movilización de los militantes.

De cualquier manera, el control de los vehículos de la campaña es de suma importancia; este concepto es de los que llegan a ocasionar las mayores sorpresas desagradables a los candidatos, por el monto exagerado de recursos en que se puede incurrir.


1 En Estados Unidos, en casi la totalidad de las elecciones, la diferencia entre la votación recibida por el candidato ganador y el perdedor no es mayor del 20%.  En México esta misma tendencia se ha podido observar a partir de 1988.

2 Como ya se ha mencionado, las principales tareas que comprende una campaña son: investigación, programación, avanzada, propaganda, información, colecta de fondos, administración y trabajo voluntario; las tareas de coordinación se dan en los niveles general y territorial.  La importancia de estas tareas en la obtención de la victoria varía conforme al nivel de la elección y la estrategia adoptada por la campaña.

3 Los estándares de espacio de oficina son aproximadamente de 40m2 para altos ejecutivos, 30m2 para intermedios, 4m2 para personal operativo y alrededor de 2m2 por asiento en las salas de juntas.  Sobre esta base se puede calcular el área requerida.

4 Hay quien aconseja no dar al candidato un escritorio, porque siempre debe estar en campaña.

5 En el famoso filme propagandístico El Triunfo de la Voluntad, Hitler desciende del cielo, baja de un avión para dirigirse a un gigantesco mitin nazi, con lo cual se intenta obtener un primer impacto en el público.