En las campañas, el canal de persuasión política más efectivo es la comunicación interpersonal del candidato. Aunque, ninguno puede dedicar todo su tiempo a la persuasión de electores, ése debe ser el ideal siempre imposible de conseguir, pero al que debe tender la distribución de su tiempo. Ese recurso tiene que distribuirse entre las presentaciones públicas en mítines, reuniones con los grupos organizados y electores individuales, la presentación en los medios masivos, traslados, preparación de discursos, entrevistas y debates, dirección de la campaña, firma de correspondencia y atención de llamadas telefónicas, así como la colecta de fondos, si es el caso. Porque la duración de la campaña está sujeta a plazos perentorios, el tiempo del candidato se convierte en el recurso más valioso; en consecuencia, la estrategia general de programación de su agenda debe eliminar todo desperdicio de tiempo y movimiento, mediante la programación racional y equilibrada de sus actividades.
Los factores principales que intervienen en la programación de la agenda del candidato son: el tiempo que le dedique a las actividades de la campaña, nivel de la elección, tamaño y conformación de la división electoral, sus hábitos alimentarlos y de sueño, su grado de resistencia antes de necesitar descanso, las obligaciones familiares y de negocios que pueden distraerle o interrumpir sus actividades electorales y la estrategia principal de la campaña, para el contacto con los electores, ya que algunas veces la configuración geográfica de la división electoral puede excluir el uso efectivo de los medios masivos, como la radio y la televisión.
El tiempo máximo que un candidato, razonablemente, puede dedicar a su campaña no es mayor de 90 horas semanales, ya descontado el tiempo dedicado al sueño y al arreglo personal; programar actividades más allá de estos límites puede ser riesgoso para la salud del candidato y de la campaña, ya que la falta de sueño o de periodos de relajación y descanso pueden provocar problemas tales como la irritabilidad del candidato, que hable sin pensar o hacerlo aparecer siempre cansado, disperso y tenso, lo que constituye una amenaza para toda la campaña.
En la programación de los actos, es importante considerar la habilidad como orador del candidato, pues buena parte del tiempo tendrá que hablar ante grupos grandes y pequeños, en debates o frente a multitudes, por radio y televisión. Es necesario conocer cómo trabaja el candidato a las multitudes, porque aunque se le pueda entrenar, es conveniente definir de antemano la dificultad con la que lo hace para prevenir situaciones inconvenientes.
Asimismo, importa el nivel de la elección. El aprovechamiento del tiempo del candidato es especialmente crítico en las elecciones locales porque el electorado es más pequeño y, en muchos casos, aquél puede tocar todas las puertas o, por lo menos, cada puerta de las zonas de importancia estratégica. Por el contrario, en elecciones de mayor nivel, los candidatos se basan en la cobertura de los medios masivos más que en el impacto directo, no se apoyan tan extensamente en la campaña interpersonal, que tiende a ser simbólica; utilizan voluntarios que los representan en la petición de votos puerta por puerta como un medio efectivo de complementar la campaña de medios. En ambos casos, la presencia del candidato es utilizada para levantar el entusiasmo de la campaña o presionar al oponente principal.
En algunas regiones puede resultar importante el clima como factor determinante para programar actos durante la mañana, la tarde o la noche, así como la estación del año más adecuada para visitar un lugar o seleccionar el tipo de acto a realizar en el mismo.
La estrategia ortodoxa aconseja dirigir la campaña de manera prioritaria a las zonas en donde el partido tradicionalmente funciona bien y hacia aquellas en las que es común que el voto se escinda. Es en estas zonas en donde se recomienda concentrar la mayor comunicación interpersonal del candidato. En consecuencia, la agenda debe formularse una vez que se ha analizado a los electores para ubicar en dónde está el mayor número, en términos relativos, de votantes indecisos y persuasibles, una vez que se ha asegurado una base de apoyo: asimismo, debe enfocarse a quienes escinden su voto. Se trata de colocar al candidato allí donde tenga mayores probabilidades de encontrarse con los votantes más favorables y en la mayor proporción posible; al mismo tiempo, se trata de obtener la mayor atención de los medios masivos.
Otra estrategia, no excluyente de la anterior, consiste en diseñar la agenda del candidato para incrementar las probabilidades de obtener la cobertura gratuita de los medios. Los discursos o las apariciones públicas se programan de la forma más adecuada para que sean cubiertos por los medios noticiosos. La cobertura gratuita de los medios es esencial en muchas campañas, particularmente en las de alto nivel. Hoy los candidatos deben hacer una buena campaña no sólo para ganar votos, sino para no perder la cobertura de los medios.
A. La agenda y el plan de la campaña
La estrategia de programación de su agenda debe permitir al candidato estar en el lugar debido y en el tiempo exacto, para reunirse con la gente clave y cumplir todos los objetivos indicados en el plan de la campaña. La estrategia de programación debe seguir las prioridades del plan en materia de tiempo, áreas geográficas y electores para determinar las actividades del candidato:
Tiempo. La estrategia de programación consiste en dividir el calendario en unidades de tiempo; cada unidad de programación o unidad de tiempo consiste de mañana, tarde y noche, respectivamente.1 Este sistema para distribuir el tiempo del candidato permite un control efectivo porque hay un número limitado de unidades de tiempo entre el inicio de la campaña y el día de la elección. Algunas de estas unidades pueden dejarse libres para ser usadas como periodos de descanso, arreglarse el pelo, hacer ejercicio, programar actividades de último minuto, celebrar reuniones de planeación y evaluación, o bien para hacer agradecimientos personalmente.
Áreas geográficas. El calendario puede elaborarse con base en las áreas clasificadas como de la más alta prioridad por la estrategia, de modo que a las más favorables deben asignarse más unidades de tiempo y, al revés, pocas o ninguna a las menos favorables. Como regla, el candidato debe aceptar invitaciones e iniciar actos de campaña, en primer término, en las áreas prioritarias.
Electores. Se trata de que el tiempo del candidato se gaste con los electores de la coalición ganadora. Al efecto, se deben identificar y clasificar las organizaciones, líderes de opinión, agrupaciones y tipos de elector. Asimismo, debe conocerse el calendario cívico y de festividades de la división electoral y los lugares más concurridos como mercados, parques públicos, plazas cívicas, centros comerciales, paradas de autobús, paradas de metro, esquinas de mucho tránsito, etcétera; también el tiempo, los días y las horas "pico" en que están más atiborrados esos lugares. Esta información permite valorar los actos y las oportunidades para generar presencia del candidato. Lógicamente, las presentaciones del candidato deben iniciarse con las organizaciones y grupos de electores altamente prioritarios.
La agenda debe distribuir, en lo fundamental, el tiempo del candidato entre las actividades diseñadas específicamente para lograr la victoria el día de la elección, de modo que permitan al candidato cumplir todos los objetivos estratégicos, más que responder a las solicitudes espontáneas; de este modo se puede asegurar que su tiempo será asignado, esencialmente, a los electores que puedan llevarlo al triunfo.
Se trata de que el tiempo disponible se distribuya de manera equilibrada, de acuerdo con la importancia de cada una de las actividades realizadas por el candidato en su camino a la victoria. Lógicamente, estar en contacto con los electores y recaudar fondos, si el financiamiento es privado, deben ser las actividades que mayor tiempo consuman; juntas, nunca serán menos del 60% del tiempo total disponible, frente a otras como la dirección y preparación para los actos de campaña en las que no se debe gastar más de un 20%, o el traslado a los diversos actos que, en divisiones electorales urbanas, no debe consumir más allá del 5% del tiempo del candidato.
No siempre es válida la suposición de que hacer más campaña en la calle y pronunciar más discursos sea más efectivo que realizar una campaña selectiva; hacer campaña sin objetivos definidos es comparable a "correr demasiado rápido, pero en la dirección equivocada."2 Aunque pueda ser inevitable que en todas las campañas se pierda alrededor del 10% del tiempo del candidato en presentaciones como bodas y cenas que difícilmente pueden producir votos en número importante, debe tenerse especial cuidado en vigilar las llamadas telefónicas y los encuentros casuales o visitas inesperadas, que junto con la incapacidad del candidato para delegar las tareas menores a los subordinados, son las fuentes más importantes del consumo improductivo de su tiempo.
Por otra parte, el criterio más general para evaluar la importancia del acto al que puede asistir el candidato es el número de electores comprendidos en la coalición ganadora que probablemente tendrán contacto con él, ya sea personalmente o por los medios masivos. Así, tienen más prioridad las presentaciones en los medios y los mítines masivos que la asistencia a actos de organización de electores o hacer campaña en la calle y solicitar votos de puerta en puerta, siempre teniendo presente que el objetivo es colocar al candidato bajo una luz favorable y generar noticias de todos estos actos.
B. Tipos de programación de la agenda
Existen dos tipos de programación de la agenda del candidato: reactiva y activa. La programación reactiva consiste, como su nombre lo indica, en responder a las peticiones espontáneas de los electores para que el candidato les dedique parte de su tiempo; esto implica aceptar o rechazar invitaciones que no fueron solicitadas; por lo tanto, al recibir una invitación se valora y se aceptan sólo las que tienen importancia para la estrategia de la campaña. Basar la programación sólo en estas invitaciones puede hacer que muchas prioridades se pierdan de vista, pero tampoco es conveniente menospreciarlas; lo que hay que hacer es desarrollar un sistema de evaluación que permita responder de manera rápida y con la mayor cortesía, se acepte o no la solicitud para que el candidato asista al acto.
La programación activa consiste en solicitar, promover y convenir la realización, de manera intencional, consistente y constante, de actos con las organizaciones y grupos de electores hacia los que apunta la campaña; de modo que el tiempo del candidato se emplee donde produzca mejores dividendos, en las áreas más persuasibles, mediante la inducción de las invitaciones necesarias para cumplir estos propósitos.
Todas las campañas utilizan, en mayor o menor medida, los dos tipos de programación, aun las que se basan fundamentalmente en la programación reactiva, dado que en las primeras etapas, generalmente, las invitaciones espontáneas son escasas, se ven obligadas a promoverlas activamente.
Estos tipos de programación de la agenda dan origen al problema de cómo tratar los dos tipos de acto que resultan:
l. Las invitaciones de la programación reactiva son espontáneas, no resultado de un esfuerzo promocionar del equipo del candidato. De cualquier manera, requieren de un cuidadoso examen para clarificar la actuación que esperan del candidato, la importancia de los organizadores, la naturaleza del acto, su posible repercusión en los medios masivos y los probables asistentes. Se trata de determinar, de aceptarse, en qué medida la realización del acto contribuirá a la campaña y la preparación que exige del candidato para un desempeño adecuado.
2. Los actos de campaña de la programación activa son promovidos por teléfono, carta o personalmente, en los principales centros de influencia identificados durante la etapa de investigación3 de la campaña y de acuerdo con las organizaciones, grupos y electores que integran la coalición ganadora definida por la estrategia. En la propuesta, promoción y realización de estos actos pueden tener un papel muy activo las organizaciones del partido y, desde luego, la organización territorial de la campaña, bajo la dirección y el control del responsable de la programación de la agenda del candidato.
Cuando concurren dos o más elecciones, quizá se pueda hablar de un tercer tipo de programación que consiste en actos de campaña conjuntos realizados por los candidatos de un mismo partido en elecciones de diferentes niveles; por ejemplo, de senadores y diputados federales. De manera reactiva, cuando una organización importante turna la invitación a uno de ellos, éste puede hacerla extensiva al otro y viceversa para reforzar mutuamente su programación. En forma activa, ambos pueden compartir el cierre de sus campañas. Además de la relación entre candidatos que permita esta colaboración, es importante el papel que asuma el partido en la coordinación de las campañas de todos los candidatos que postula.
C. Algunas reglas para la elaboración de la agenda
Las reglas más generales que guían la programación de las actividades del candidato durante la campaña, son las siguientes:
l. La programación de la agenda debe enfocarse hacia la coalición ganadora, considerada objetivo o blanco. El programador debe familiarizarse con los grupos a cortejar por la campaña, conocer los nombres de sus líderes y asegurarse de que las solicitudes de tiempo del candidato sean satisfechas. Si se asiste a un área en la que se ubica alguno de estos líderes, se le debe notificar al candidato, a fin de que pueda hacer un mejor uso de su tiempo durante su estancia en la zona geográfica específica. Si el partido dispone de una buena estructura territorial, sus líderes pueden ser un auxilio muy importante en la programación y realización de los actos de campaña a los que asista el candidato.
2. Los actos programados deben permitir al candidato lucir sus mejores virtudes frente a los electores y, asimismo, ir de acuerdo con sus gustos y ritmo de trabajo. No se debe poner al candidato frente a grandes multitudes si se desenvuelve mejor con grupos pequeños; tampoco se deben programar actos que rebasen su vigor y resistencia. De preferencia, no se deben trastocar sus hábitos de trabajo y de descanso, para que pueda desplegar plenamente todas sus potencialidades.
3. Se debe definir, en lo posible, todo lo que se intenta comunicar en cada acto en que participa el candidato, y este propósito debe ser congruente con el mensaje de la campaña. Esta definición sirve de base para manejar la información acerca del acto y promover que los medios masivos adopten el mismo enfoque respecto a su significación.
4. La programación debe dar continuidad a la campaña diaria, intercalar actos menores durante la jornada, de modo que se aprovechen los tiempos libres entre actos o la presencia del candidato en el rumbo. Los ajustes de tiempo, entre uno y otro acto, también pueden aprovecharse para recorrer centros comerciales y visitas a medios masivos, por ejemplo. Asimismo, es conveniente agrupar los eventos semejantes en una secuencia, de manera que el candidato no tenga que cambiarse de ropa una y otra vez. Además, antes de los discursos, disponer de un espacio para que el candidato ordene sus ideas antes de hablar en público.
5. Antes de aceptar que el candidato asista a un acto, deben averiguarse todos los detalles específicos. Se puede usar un formato con datos como fecha, duración y lugar; tipo; número probable de asistentes; qué se espera que haga el candidato; indumentaria; si asistirá ' la esposa; quién invita; si asistirán otros candidatos o personas importantes; si tendrá acceso la prensa; qué reporteros de radio, televisión, etcétera, asistirán; así como la fecha de recepción de la invitación.
6. Es mejor responder, de manera definitiva e inmediatamente a las solicitudes rechazadas.
7. Si el acto es aceptado, se deben ubicar con precisión el lugar, las vías de acceso y el tiempo de traslado. La avanzada debe disponer de su propio programa para verificar todas las direcciones e inclusive ir personalmente con anticipación a los lugares donde se desarrollarán actos importantes, para cerciorarse de que se estará en las mejores condiciones posibles de orden del día, equipo, movimientos, etcétera.
8. Para cada semana o etapa en que se divida la campaña, debe formularse la agenda con un itinerario para el candidato y el personal clave de la campaña. Se trata de que la agenda sirva como instrumento de coordinación y preparación de todos los que tendrán algún papel en las actividades por realizar. Cualquier modificación autorizada debe comunicarse inmediatamente a todos los involucrados.
9. Se debe preparar una hoja de síntesis para cada acto. Así el candidato podrá leer en ruta de qué se trata. Este resumen debe contener el nombre de la persona que invitó; duración, lugar, tipo, tamaño de la audiencia, asistentes relevantes; la última vez que el candidato visitó el área más importante; qué se espera del candidato; en su caso, duración y tema del discurso, posibles preguntas de los reporteros o de los asistentes, etcétera.
10. Antes de que el candidato arribe al acto, la avanzada debe informar de hechos o situaciones no previstas o que puedan constituir alguna dificultad para el candidato. La telefonía celular soluciona hoy muchos problemas de comunicación entre la avanzada y los candidatos que antes tenían que manejarse con rudimentarios sistemas de comunicación.
11. Es muy importante que el chofer ayudante disponga de instrucciones precisas. Si el candidato llega tarde a un evento por causas fortuitas se corre el riesgo de perder la compostura o de crear resentimiento en el auditorio que ha estado esperando su llegada. El daño puede ser irreparable. Si se utiliza transporte público, hay que disponer de los boletos por adelantado. En todos los casos en que sea posible, hay que avisar de las probables demoras para que el público asistente se entere del tiempo que tendrá que esperar. Los retrasos en que frecuentemente incurren los candidatos, no pueden ser mayores de media hora sin que el público comience a incomodarse.
12. Después de cada acto debe evaluarse la asistencia, la respuesta del público, el desarrollo de la presentación y la cobertura de prensa. El candidato mismo debe evaluar personalmente su desempeño y, si lo juzga conveniente, pedir la opinión del coordinador y sus asesores. La información servirá para perfeccionar los actos posteriores. Se aconseja que, por lo menos en los actos iniciales de la campaña, el programador acompañe al candidato para que sienta lo que pasa en el campo y compruebe si la información del resultado del acto fluye adecuadamente.
13. Después del acto, el candidato debe agradecer a los organizadores su invitación; este agradecimiento, generalmente por escrito, además de que expresa amabilidad, constituye otra manera de mantener el contacto y reforzar el compromiso asumido públicamente.
14. Dado el caos que provocan las invitaciones espontáneas y promovidas, la elaboración de la agenda debe ser centralizada; si sólo el programador registra los cambios, se evitan las confusiones que concluyen en cancelaciones, traslapes y desaires a los electores. El candidato no debe hacer compromisos directos, sino turnar a los solicitantes con el responsable de la programación de su agenda. Las disculpas por no poder asistir las debe firmar el programador; las de aceptación, el candidato. No se debe pasar por alto que ambas cartas constituyen otra oportunidad para comunicarse con los electores, por lo que deben manejarse correcta y puntualmente.
15. Es mejor no programar con demasiada anticipación, a menos que se trate de actos que requieran de mucha preparación, como mítines multitudinarios, debates con los oponentes o actos de colecta de fondos. En general, para mantener la flexibilidad de la agenda y evitar suspensiones, se recomienda no adelantar más de dos o tres semanas. Si una invitación es recibida meses antes, es mejor responder con una carta de pendiente y esperar a que se acerque más la fecha para volver a contactar al solicitante. No hay que olvidar que los actos son importantes para sus organizadores, por lo que deben evitarse cancelaciones y el envío de representantes que de todos modos desilusionarán a los asistentes.
16. Salvo las familiares, toda petición de tiempo de candidato debe hacerse por escrito. En una reunión con el comité de dirección, si así se decide, el candidato debe acordar con el coordinador la agenda semana] o la etapa de la campaña con una anticipación no menor de dos semanas. Una vez aprobada la agenda, sólo ellos podrán cambiarla, pero siempre de consuno.
D. La agenda del candidato
Es frecuente iniciar la programación de la agenda de actividades del candidato con la definición de etapas, conforme al calendario general de la campaña. Se trata, en primer lugar, de mantener coordinación con los otros niveles en que también tiene lugar la campaña: los medios masivos y la promoción directa del voto. En segundo término, se pretende distribuir, estratégicamente, el tiempo destinado a las diferentes áreas de la división electoral con base en la coalición ganadora.4 Y en tercer lugar, se intenta seguir las fases en las que se desarrollará la campaña, de modo que durante el cierre el candidato retorne a los lugares más importantes para reforzar la promoción del voto que, a esas alturas, adquiere su mayor intensidad, y culmine su gira conjuntamente con la máxima saturación de la propaganda y el más grande impacto noticioso en los medios masivos. Si la división electoral es extensa y dispersa su electorado, también las etapas se definen de manera que se reduzcan las distancias y los tiempos de traslado improductivos para toda campaña.
Con estos propósitos se fijan lugares, tiempos y fechas que comprenderán las diversas etapas y, si es posible, se reservan algunos días al final de cada etapa para descansar y afinar detalles antes de emprender la siguiente. Si la campaña es pequeña, en lugar de etapas se definen fechas para los actos más importantes en que se presentará el candidato, los cuales desempeñan una función similar: ordenar en el tiempo y en el espacio su esfuerzo persuasivo. A esta ordenación se le denomina calendario de la gira o calendario maestro del candidato y constituye el marco general en el que se dará la programación de la agenda.
Este calendario maestro se puede especificar de dos maneras, según se haya dividido la campaña: como agenda mensual o como agenda en etapas. Ambas consisten en un listado calendarizado de los principales actos y los lugares donde se realizarán. Lógicamente, incluyen los compromisos contraídos de manera definitiva en el calendario maestro y que coincidan con el mes o etapa que corresponda, como la asistencia a una celebración cívica o la inauguración de una feria popular, cuyas fechas son inamovibles. Esta agenda mensual o de etapa establece los parámetros para especificar la agenda semanal.
La agenda semanal contiene, en forma detallada y calendarizada, los actos, horarios de inicio y de terminación, lugares y, si es el caso, locales en los que se tendrá la presencia del candidato. Inclusive marca los tiempos de traslado de uno a otro lugar y los lapsos de ajuste, los cuales deben ser mínimos porque casi siempre hay oportunidad de llenarlos al menos con una visita domiciliaria o un recorrido callejero.
La agenda semanal se especifica en la agenda diaria del candidato donde se detallan las características de cada acto, la manera de llegar al lugar en que se realizarán, el programa de los mismos, los asistentes destacados, la cobertura de prensa esperada y demás datos que puedan servir al candidato para preparar una actuación exitosa.
Las agendas semanal y diaria deben ser distribuidas entre todos los responsables de cumplir las actividades programadas, desde el chofer ayudante hasta la esposa del candidato, si es el caso, con anotaciones específicas respecto a lo que corresponde a cada quien en ese día. Lo importante es que ambas sirvan de pauta para que se preparen y actúen en consecuencia. Puesto que son el medio de coordinación principal, todo cambio de última hora, que siempre debe ser excepcional, tiene que ser notificado a todos los que recibieron agenda; de lo contrario, será natural que se produzcan problemas originados por el manejo de información divergente.
Algunos aconsejan que en la agenda diaria, al final del programa, se anoten opciones de último minuto por si sucede algo tan inesperado como la lluvia, un congestionamiento de tránsito, la cancelación de un acto por parte de los organizadores o el aviso de la avanzada de que no vale la pena la asistencia del candidato por lo deslucido de la reunión. Estas alternativas pueden ser recorridos vecinales, visitas puerta por puerta o similares, pero para poder realizarlos se requiere de gran agilidad de la avanzada para hacer preparativos mínimos antes de que llegue el candidato; de lo contrario, pueden también resultar deslucidos.
La prensa debe disponer de una copia de la agenda diaria, pero sólo con la información que el candidato desee ofrecerles. Algunas campañas mayores que incluyen invitados especiales, también la distribuyen entre éstos. En ambos casos siempre se corre el riesgo de provocar una mala imagen de la organización de la campaña si el programa no se cumple en su totalidad y puntualmente.
Una buena organización de campaña principia por una buena agenda del candidato. Una campaña bien organizada puede darse el lujo de imprimir y distribuir la agenda con varias semanas de anticipación. Una campaña cuya agenda se define a la última hora, siempre será más costosa y corre más riesgos de incurrir en falta de preparación y de coordinación en general.
E. El programador de la agenda
El programador es el puente de comunicación entre los grupos e individuos del electorado y la organización de la campaña. Es quien abre el camino por el que pasará el candidato hacia los electores de carne y hueso. El programador desempeña un papel importante a la hora de decidir cómo será utilizado el recurso más valioso de la campaña, el tiempo del candidato; puede ahorrarlo con arreglos eficientes para el traslado, si vincula las presentaciones en la misma área o región, y si indica claramente qué se espera del candidato en cada aparición; puede desperdiciarlo en actos sin relevancia y fatigar sin necesidad al candidato; por eso, un buen programador es valioso para la campaña.
El programador se encarga del detalle de las actividades del candidato y el coordinador de la campaña mantiene una visión global de lo que está pasando en todos los frentes de la campaña; la responsabilidad del programador es brindarle al candidato una agenda de trabajo creativa y agresiva para llevar a cabo sus tareas de comunicación persuasiva con los electores blanco de la estrategia.
El programador debe tener el control pleno de la agenda v cualquier otra persona deberá dirigirse primero a él para solicitar tiempo dentro de la campaña; el candidato debe aprender a decir no, incluso a sus amigos, en tanto no sepa cómo está su agenda. Hay que recordar que siempre es mejor rechazar una invitación desde el principio, que ofender posteriormente a las personas al cancelar o no asistir al acto acordado.
La persona que vaya a estar a cargo de la programación necesita poseer un buen entendimiento y manejo del plan y de la estrategia de campaña, así como tener acceso a la información concerniente a la selección de blancos y entenderla; también requiere conocer los resultados de las encuestas, tanto de referencia como de seguimiento.
El programador necesita conocer al electorado, la historia y la demografía de la división electoral; saber quiénes son los líderes del partido político local, sus debilidades y fortalezas; contar con información económica del distrito y de las asociaciones gremiales, sociales y de toda índole, así como de las audiencias y coberturas de los medios masivos y demás aspectos relevantes de la división electoral. En suma, antes de proceder a la preparación de la agenda debe estar enterado de los resultados de la investigación y de la planeación realizada.
Asimismo, debe tener una actitud permanente de búsqueda de oportunidades de visibilidad para el candidato, sobre todo cuando pueda existir cobertura de la prensa. En este sentido, el candidato depende de la imaginación y creatividad del programador.
Pero además de la importancia manifiesta del programador para el manejo del candidato como la punta de lanza de toda la campaña, su tarea tiene repercusiones en las otras actividades que se construyen alrededor de lo que éste haga o deje de hacer, como la información y las tareas de la avanzada. Aunque estas tareas no las especifica el programador, hay que mantener con él una coordinación estrecha para obtener los mejores resultados de la actividad del candidato.
Por su parte, todos los miembros del equipo de campaña necesitan saber quién es el programador, lo mismo que los líderes del partido local, de las organizaciones y de las comunidades; de manera que cuando requieran la presencia del candidato en algún evento, sepan a quién recurrir o, por lo menos, conozcan que ésta es la vía más rápida para obtener una respuesta a sus peticiones.
1 Por ejemplo, si se tienen 138 días antes del final de la campaña y se divide en tres partes cada día, se tiene un máximo de 414 unidades de programación para la agenda. Sin embargo, en Estados Unidos, un candidato a diputado federal de tiempo completo, considerando que no se trabajan completos los sábados y los domingos, realmente dispone de sólo 217 1/4 unidades de programación, casi la mitad del cálculo inicial. En México, tradicionalmente se utilizan los desayunos, comidas y cenas como actos de campaña; actualmente el problema es su elevado costo.
2 La meta que se marcan algunos candidatos de dar la mano a X número de electores carece de sentido si no se controla que éstos estén registrados en el padrón, pertenezcan a la división electoral, sean votantes asiduos y haya la posibilidad de persuadirlos a su favor. De lo contrario, éste será un esfuerzo que no se reflejará necesariamente en la votación.
3 Véase Segunda Parte, capítulo VI.
4 En el capítulo I de la Segunda Parte del Manual, se presentan algunos métodos para definir prioridades entre las diferentes áreas de una división electoral.
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