En la mayoría de los casos, el candidato es el recurso más valioso para las campañas porque sólo él puede realizar algunas de las actividades, como apariciones personales, participar en debates, llevar a cabo conferencias de prensa; acciones, que podrían ser llevadas a cabo por otros, son desempeñadas en forma más efectiva por el candidato: persuadir a los votantes, particularmente cuando los conoce en persona, grabar propaganda, alentar a los voluntarios y al personal pagado y solicitar contribuciones de los electores; además, actividades como el desarrollo de estrategias, tácticas y manejo de la campaña requieren de su participación.
El candidato está en el centro de la campaña; él es la razón por la cual, existe ésta y es el asunto principal a partir del cual el elector juzgará la campaña; un candidato inadecuado puede provocar la ineficacia de todas sus acciones y el desprestigio del partido por largo tiempo. Por eso, es importante la investigación del candidato para determinar las características en las cuales radica su fortaleza y vulnerabilidad, como los ingredientes básicos de toda la estrategia de campaña, para inocularle de posibles ataques e identificar las áreas en las cuales atacar al contrario resultaría contraproducente en vista de los rasgos del candidato propio. Se trata, también, de descubrir debilidades antes de que las haga públicas el oponente; el fracaso para anticipar problemas potenciales v desarrollar una estrategia racional para desviarlos, puede devastar absolutamente una candidatura. Pensar una respuesta potencial antes de que sea necesaria, es más sabio que reaccionar impulsivo e irracionalmente a la revelación de debilidad. Es importante que las decisiones sean anticipadas, no forzadas al calor de la batalla electoral.
En general, los candidatos atractivos son aquellos en quienes los votantes ven las cualidades que desean ver en los funcionarios públicos; es importante, por consiguiente, que un aspirante a candidato sepa qué es lo que quieren los electores y qué cualidades le atribuyen a él los ciudadanos, información que puede obtener a través de la investigación. Algunos pueden estar más interesados en la honradez de quien eligen que en la experiencia que anticipe un desempeño competente.
Quien va a ser candidato debe aprender a verse a sí mismo y a su oponente, no sólo percibirse uno al otro, sino saber cómo percibe a ambos el electorado; tiene que conocer su fortaleza y su debilidad relativas y, armado con este conocimiento, examinar su relevancia dentro de los factores que determinan una situación electoral concreta. Así, la investigación del candidato propio no puede aislarse de sus oponentes, debe ser una especie de fotografía del candidato siempre en relación comparativa con sus opositores, pues la fuerza y debilidad de los candidatos no son siempre las mismas, son ventajas o desventajas comparativas, contingentes a la situación en la que tiene lugar la campaña: aumentan, se nulifican o se transforman en relación con las fuerzas y debilidades de sus competidores, así como con las expectativas del electorado acerca de los problemas a enfrentar en el futuro inmediato.
Lo que identifique a los candidatos en una elección es muy importante para definir la estrategia de la campaña; por eso, es indispensable realizar la investigación del candidato, pues así como no hay dos candidatos iguales, tampoco dos campañas pueden ser completamente semejantes.
La manera más común de analizar a los candidatos es mediante un conjunto de características que pueden ser consideradas por el elector para evaluarlo. La importancia que tienen para el elector cada uno de estos rasgos depende de sus propios valores, actitudes y percepciones, así como del momento específico en que se desarrolle la campaña.
A. Características personales
1. Físicas
Comprenden no sólo las características obvias de sexo, edad, peso, etcétera, sino de status marital, así como las observables directamente o por otros medios, como la forma de caminar, hablar, etcétera, las cuales lo describen sin tener ningún antecedente del candidato. Entre las características más importantes se mencionan las siguientes: género, etnia, antecedentes nacionales de sus ascendientes, edad, status marital, altura, peso, pelo, color de ojos, pelo facial-barba-bigote, anteojos, atleta, atractivo físico, porte físico, salud, limitaciones físicas, impedimentos para hablar, ocupación, lugar de nacimiento, número de hijos, propiedades (casa), automóvil, patrimonio estimado y afiliación partidista.
Estos mismos criterios se aplican a su entorno físico humano: a su esposa, hijos, familiares cercanos y, en menor medida, a su círculo de amigos, asociados, apoyadores y equipo de trabajo. La esposa de un candidato tiene tanta importancia como pueda tenerla su propia presencia personal, ya que no deja de ser parte de la fachada personal y familiar de su marido. "En una sociedad absurda, como es la sociedad occidental, basada en el concepto de unidad de familia en lugar de unidad personal, el político jamás estará seguro de sí mismo y de la imagen que presenta a los demás si no es capaz de, poder presentar a su propia esposa como parte de sí mismo, Esto es todo lo ridículo que se quiera, pero es así." Además, es ella la que trata a las difíciles y ambiciosas esposas de otros políticos y su rara astucia consiste en parecer "apropiada" a los superiores de su marido y a sus esposas, y "tratable" a los inferiores de su marido y a sus esposas.
En las campañas, la esposa, los hijos y otros miembros de la familia pueden ser utilizados como sustitutos del candidato, de modo que se reúnan con los electores y realicen actividades que el candidato no tiene tiempo de hacer.
También es importante para los candidatos identificar sus debilidades, no sólo porque serán expuestas al electorado, sino porque pueden tratar de controlarlas o neutralizarlas durante la campaña e impedir que los opositores las aprovechen para lanzarles ataques. Entre las debilidades personales más frecuentes buscan: la edad, por ser muy joven o muy viejo; peso, ser muy flaco o muy gordo; género, ser mujer; etnia, parecer ajeno al electorado mayoritario; status, ser soltero; etcétera., siempre en relación con las que caractericen a los competidores.
2. Intelectuales
Las características intelectuales incluyen el nivel de inteligencia y de educación, la disposición filosófica (conservador, moderado, liberal), la estabilidad mental (adicciones) y el proceso del pensamiento. Una lista general comprendería las siguientes características: coeficiente intelectual, escolaridad, universidad de origen, título, distinciones, asociaciones, posición en asuntos políticos, económicos y sociales, filosofía personal, adicciones, expresión verbal y pasatiempos.
Estas características no son rápidamente aparentes ni visibles a primera vista; en su mayor parte fueron logradas a través de la vida y de la conducta diaria. Se aplican también a los familiares y al círculo que rodea tanto al candidato como a su oponente.
Dentro de este conjunto de características intelectuales algunos autores resaltan los siguientes aspectos:
Historia personal. Son las experiencias que conforman o influyen el carácter y los valores personales del candidato y de su oponente. Incluye el lugar de nacimiento, la información sobre la familia primaria y extendida, deportes, servicio militar, pasatiempos y aficiones, asociaciones a que pertenece, información personal familiar (experiencias traumáticas) y antecedentes religiosos. De alguna manera, esta información puede proporcionar indicios del juicio de una persona y ser un indicador de su conducta futura.
Los atributos profesionales y de experiencia se refieren a los aspectos de la vida del candidato que tienen alguna relevancia política para los electores. Frecuentemente, incluyen servicios a la comunidad y a los electores, antecedentes legislativos, laborales y participación en las organizaciones. Por ejemplo: si un candidato ha trabajado con grupos de marginados, entonces hablar acerca de este trabajo puede ser políticamente relevante para determinados electores. Las experiencias profesionales del candidato son las viñetas ofrecidas al electorado para demostrar su credibilidad; ayudan a transmitir sus calificaciones y valores, esto es, auxilian a los electores a darse cuenta de las creencias del candidato.
La debilidad profesional de un candidato con antecedentes como legislador, supone sus votos en favor de una legislación impopular y ausencias en los registros de asistencia a las sesiones legislativas; si antes no ha ocupado el candidato puestos de representación, supone falta de experiencia gubernamental anterior y similar. La debilidad política implica falta de relaciones con los partidos y con el liderazgo organizacional, renuencia a recolectar fondos para la campaña y fracaso para satisfacer las necesidades de los electores.
Historia de negocios. Se refiere a las experiencias en empleos que ha desempeñado el candidato desde su niñez hasta el presente. Debe incluirse en detalle la descripción de tareas que realizó, así como los motivos que llevaron a dar por terminado un empleo. Estos datos se refieren al oponente y al candidato, justamente como si estuvieran haciendo una solicitud de trabajo y los empleadores fueran los electores. Esta historia indica la habilidad de los candidatos para desempeñar las tareas específicas del puesto al que aspiran, así como su posible comportamiento futuro. Además, no hay que olvidar que el dinero es siempre un tema de las campañas.
Historia cívica. Es la experiencia acumulada del candidato en servicios voluntarios a su comunidad, antes de llegar a estar formalmente involucrado en el proceso político. Se trata de demostrar la voluntad de servir a otros sin esperar ganancias financieras. Los políticos más exitosos son quienes han visto su vida pública como una continuación de su servicio a la comunidad. Suponer que una persona repentinamente desarrolla un sentido de responsabilidad cívica cuando decide lanzar su candidatura, no es creíble para el electorado. Si no ha demostrado antes este sentido de responsabilidad, se expone a cuestionamientos de sus motivaciones. Hay que analizar críticamente el patrón de actividades del candidato y de su oponente, para identificar las actividades indiscutiblemente realizadas de manera altruista, no como padre de familia o para entablar nuevos negocios, sino sólo las que demuestren un interés genuino y compasión por el bienestar de los demás, sin otros beneficios que la propia satisfacción de ayudar a otros. Estos son rasgos que ayudan a desarrollar el perfil propio y del oponente. Estos datos no se usan abiertamente, sino para demostrar que la aspiración al puesto es consecuencia de una conclusión: no se puede continuar la labor altruista sin el cargo al que se aspira. Sin atacar al oponente por no estar involucrado en este tipo de actividades, se puede resaltar que sólo quien conoce de cerca y se ha compadecido de los problemas puede definir sus soluciones.
3. Emocionales
Son las características asociadas con los rasgos de la conducta que ayudan a definir la personalidad y el carácter. Los sentimientos influyen o conforman las capacidades físicas e intelectuales. Son difíciles de definir e investigar, por lo que se depende de las impresiones de otros o se infieren mediante la observación. Todos experimentan emociones, de lo que se trata es de medirlas en grados relativos. Si existen diferencias significativas pueden ser importantes para la estrategia de la campaña. En algún grado limitado, el impacto de estas características emocionales se aplica a la esposa del candidato. Las características emocionales sirven de pivote en la percepción que el electorado tiene del candidato, y no hay que olvidar que en política "la percepción es la realidad". Algunas de las características más citadas son: afectivo, discutidor, arrogante, beligerante, calculador, preocupado, carismático, compasivo, confiable, valiente, cruel, ingenioso, defensivo, deliberador, demagogo, demostrativo, dinámico, enérgico, generoso, gentil, gesticulador, feliz, heterosexual, honrado, industrioso, inseguro, íntegro, introvertido, amable, locuaz, miserable, modesto, moralista, optimista, patriota, persuasivo, pomposo, nocivo, protector, reflexivo, religioso, sensible, sentimental, tímido, fuerte, temperamental, vano y volátil.
En la investigación pueden auxiliar la esposa, lo mismo que los amigos y parientes, sin que se sepa la fuente para no despertar prejuicios; asimismo, las características se pueden deducir del estudio de los adjetivos y adverbios usados por el candidato para hacer planteamientos y describir hechos; mediante el diálogo con quien lo conoce social, personal o profesionalmente, o viéndolo y escuchando su tono, cadencia, modulación, sus ojos, su lenguaje corporal, en interacción con la gente en actos sociales. Si es posible, hablando con el candidato y observando sus reacciones. Si se trata de un político con alguna trayectoria, se pueden verificar sus votaciones y argumentos, así como su biografía.
4. Pasajes oscuros
Si en la vida del candidato, su esposa o sus familiares cercanos hay algún pasaje oscuro o poco limpio, es preciso conocerlo antes de que los contrarios puedan descubrirlo. De esta forma puede tenerse preparada una respuesta para, dado el caso, ponerla en marcha de modo inmediato, sin improvisaciones ni retrasos.
5. Evaluación del candidato
Se trata de analizar los datos del candidato desde la perspectiva del electorado, los cuales, como históricos que son, no pueden ser cambiados para ajustarlos a las preferencias de la mayoría de los electores. Conviene entonces probar algunas características del candidato, con un grupo de enfoque o mediante una encuesta, para ver si algunas merecen destacarse en la propaganda, especialmente si señalan diferencias significativas con los oponentes, pero sobre todo si pueden tener un impacto sobre los electores. En ambos métodos debe cuidarse de no prejuiciar a los entrevistados, ya que algunas de las características de los candidatos son necesariamente positivas o negativas, por lo que hay que tratar de presentarlas lo más neutrales posible.
Mediante un grupo de opinión, cada una de estas características se califican como positivas o negativas para estar en posibilidad de obtener porcentajes de respuesta. La calificación puede hacerse de acuerdo con escalas de uno al diez, conforme a la importancia del impacto en el electorado que cada miembro del grupo otorgue, y después promediarse para obtener la calificación general. El conjunto de características se analiza, primero tanto desde la perspectiva de los contrarios como de la del candidato propio, para identificar lo que ellos puedan utilizar directa o indirectamente uno contra el otro, o bien, emplear para impactar positivamente en el electorado. Este análisis debe hacerse característica por característica primero y después relacionando varias de éstas. Los distintos conjuntos de características físicas, intelectuales y emocionales deben tener cierta consistencia entre sí. De existir inconsistencias y variaciones, debe procederse a una mayor investigación que quizá conduzca a algo estratégicamente importante. Se obtienen así el perfil del candidato y de los oponentes por un lado y, por el otro, cómo podría impactar este perfil a los electores.
Si un grupo de opinión considera positivas algunas características en más de 50%, éstas deben ser destacadas durante la campaña en beneficio del candidato. Y al revés, las que considere negativas del oponente en más de 50% constituyen puntos de ataque a explotar durante la campaña; en este último punto, si se trata de evitar la acusación de hacer campaña negativa, cuando se enfoquen las características desfavorables del contrario se pueden resaltar al revés, por sus opuestas.
Para analizar el impacto de las características relevantes debe segmentarse el electorado conforme a rasgos demográficos, según los porcentajes significativos registrados, de más de un 10%, a partir de la consideración básica del género. En el caso de que existan diferencias importantes entre los segmentos representados, estas diferencias pueden fundamentar una estrategia especial para algunos de ellos.
El resultado del análisis determina si las diferencias entre los candidatos, sus familias y círculos son significativas, y si las características que no pueden alterarse son especialmente positivas o negativas, lo mismo que las que sí pueden modificarse, aunque la mayoría de las características no pueden alterarse, excepto quizá las posiciones filosóficas. Todo lo anterior, al compararse, hará claro lo positivo o negativo que comparten los candidatos y lo exclusivo de cada uno, así como las características fijas o modificables que pueden servir para una ofensiva o tienen que defenderse. Resaltarán, así, las diferencias significativas. Las características desechadas pueden tener un uso ulterior durante la campaña, según la dinámica y las eventualidades que pueden presentarse en una contienda electoral o el surgimiento de nuevos datos de los candidatos.
Para desarrollar la estrategia hay que destacar lo positivo y estar preparado para que el oponente resalte lo negativo. En sentido contrario, hay que realzar lo negativo del oponente y soslayar lo positivo. La exposición directa de lo negativo, aunque riesgoso, puede ser eficaz; la exposición indirecta de lo negativo es más sutil, pero puede pasar inadvertida para el electorado. Ambas características, positivas y negativas, deben relacionarse con los prejuicios y estereotipos existentes entre el electorado para una mayor efectividad.
No obstante, en la estrategia de campaña, el uso de las diferencias entre los candidatos no es tan sencillo, pues no todas constituyen un tema manejable en la comunicación propagandística y tampoco se pueden usar todas las que parecen utilizables, ya que algunas pueden tener efectos contraproducentes. De igual modo, destacar demasiado una característica positiva del candidato puede resultar irritante para el electorado, lo mismo que una característica negativa puede ser presentada como ventaja o motivo de superación. Todo depende de la habilidad de la campaña para presentar a su candidato en relación con sus opositores.
Las características intelectuales más difíciles de etiquetar son las que se refieren a las posiciones económicas, políticas, sociales y personales, ya que generalmente estas posiciones no son las mismas en todos los aspectos y, por lo tanto, las etiquetas no son efectivas. Muchos candidatos tratan de mantenerse en el terreno intermedio porque piensan que de lo contrario perderán seguidores, suponen que la mayoría de la gente busca el equilibrio y rechaza los extremos; para justificar la modificación de sus posiciones originales, anteponen a todos los demás el objetivo inmediato de ganar y creen que, una vez logrado el poder, podrán gobernar de acuerdo con su verdadera manera de pensar. De ahí que no sea difícil que los candidatos se acusen, con razón y mutuamente, de ocultar sus verdaderas intenciones y de sacrificar todo principio a fin de obtener la victoria.
Las características personales positivas relevantes de un candidato se plasman en un biofolleto en el cual se resume una semblanza del candidato y de su familia, con la mira de que su distribución contribuya a construir un rating favorable, sin hacer referencia alguna a los oponentes porque en esta etapa hay que dejar que el elector haga sus propias comparaciones. Lo mismo puede incluirse en los spots de radio o de televisión. El objetivo estratégico es establecer la credibilidad como candidato y solidificar la base de apoyo en su favor.
B. Recursos del candidato para la campaña
1. Cualidades del candidato
Un candidato debe tener capacidad de comunicación tanto verbal como no verbal. La comunicación debe entenderse ambos sentidos: tanto contar con la capacidad para hacerse entender y motivar mediante la palabra o el lenguaje no verbal, como con la capacidad para escuchar, preguntar, indagar y entender los mensajes que los electores le transmitan, voluntaria o involuntariamente, en forma escrita, verbal o mediante su conducta. Algunas veces, el mensaje más valioso es aquel que no se manifiesta verbalmente.
El dinamismo, entusiasmo y capacidad de trabajo son cual a es importantes durante la campaña para mantener una actividad intensa y continuada, así como durante el ejercicio de la función pública; con mucha frecuencia las fuerzas personales incluyen atributos tales como resistencia, decisión, sensibilidad, energía, disciplina, inteligencia y similares. Cada una de estas cualidades puede ser importante para desarrollar el mensaje de una campaña y deben poder ser expresadas visualmente y en forma escrita mediante declaraciones, actitudes y acciones que las simbolicen.
A pesar de que los candidatos varían en cuanto a su reputación, experiencia y cualidades personales, todos los aspirantes políticos serios deben actuar como si tuvieran los atributos necesarios para desempeñar eficazmente el puesto al que aspiran y transmitir la ilusión de que poseen características positivas, incluso frente a sus cualidades reales poco favorables.
Los candidatos en campaña deben tener siempre la capacidad de ser o aparentar ser algo que no son, pero que aspiran a ser. Por eso, como regla general, los candidatos deben tener ya en la campaña, la apariencia que adoptarán al asumir el cargo si salen victoriosos. Un candidato a presidente, debe parecer presidente y así sucesivamente. De lo contrario, carecerá de credibilidad ante el electorado.
2. Partido
De acuerdo con la "fuerza del partido" en la división electoral de que se trate, la afiliación partidista del candidato adquiere relevancia y puede otorgarle casi a priori el triunfo si se trata de una división "segura", o condenarlo a la derrota si está "perdida" De ahí que su partido se convierta en un activo o en un pasivo para el candidato. En el primer caso, el candidato puede “tratar de destacar su afiliación partidista, y la tarea de la campaña debe ser reducir al mínimo las defecciones; en el segundo, al contrario, puede intentar desligarse de su propio partido para facilitar el voto escindido de electores identificados débilmente con el partido contrario, porque de lo que se trata es de promover las defecciones en el bando contrario, de modo que no resulte una elección "normal".
3. Imagen
La imagen de un candidato es la impresión que tienen los electores de su carácter interno, una impresión construida a partir de su apariencia física, estilo de vida, porte, conducta y modales. Se basa en el supuesto de que la gente cree que ciertos rasgos individuales, sonrisa fácil o pulcritud en la apariencia, por ejemplo, están relacionados con otros: el ser amigable o cuidadoso y competente. Sí el elector ve algunos de estos rasgos, infiere que el candidato tiene también el resto que no ve, y así le construye una personalidad. Algunos rasgos pueden tener más peso que los demás y afectar al resto, por eso es posible seleccionar y destacar lo más atractivo de esos rasgos y difundirlos amplia y repetitivamente, a la vez que restar importancia a otros. El proceso de difundir selectivamente los atributos deseables es lo que se denomina proyección de imagen. Los aspectos selectivos de su personalidad, adecuados al papel de candidato, se resaltan y se estimula su exposición pública; aquéllos que no son adecuados se atenúan, se compensan revelando las otras facetas o, simplemente, se ignoran. La imagen no es, por lo tanto, el hombre entero, total, sino las dimensiones de su personalidad apropiadas al papel de candidato y al contexto de la campaña.
La investigación de la imagen del candidato se lleva a cabo mediante encuestas y grupos de opinión, principalmente, y se orienta a descubrir cuáles son las cualidades que lo hacen único en su género, cuáles le dan el poder de motivación y cuáles pueden ser integradas de modo coherente. No se trata de descubrir lo que el candidato es, sino cómo lo percibe o puede percibirlo el electorado, para aparentar el tipo de personalidad que el elector quiere ver o le es aceptable en el candidato de su preferencia. Como se trata de personalizar la campaña al máximo, se intenta obtener información para crear una imagen que capte la atención y golpee la imaginación del electorado, bajo el supuesto de que para ganar votos la imagen del candidato es infinitamente más importante que sus propuestas o el partido al que pertenece.
Las imágenes sirven como etiquetas para indicar las características reales o supuestas de los candidatos, simbolizan su originalidad y valor, de modo que puedan ser fácilmente identificables y clasificables por el electorado. De esta manera, se han tipificado distintas imágenes que caracterizan a los políticos, por ejemplo: el héroe al estilo de De Gaulle; el hombre común como Jimmy Carter; e1 líder atractivo como los Kennedy; el padre del pueblo como Adenauer, o la líder "no mujer", como fue Indira Gandhi.
Otra tipología incluye al "político líder", dotado de espíritu de sacrificio, humanidad y abnegación, cuya acción es permanente y organizada, y sus resultados se sienten durante largo tiempo; al "político habilidoso", optimista y alegre, de acción arrolladora, pero improvisada y dirigida a múltiples direcciones, que busca resultados instantáneos y sorprendentes que le permiten gozar de gran popularidad; al "político flemático" caracterizado por ser objetivo, ordenado, sencillo, educado y juicioso, que lleva una vida regular y actúa de manera sistemática, con ponderación extrema, pero que goza de poca popularidad.
Una clasificación más distingue al "político fuerte" que podría ser efectivo al frente de la legislatura; al administrador, manager, abiertamente eficiente, que pretende cambios en el estilo de gobierno con base en factores como el análisis de costos; al que parece "confiable", y al "caballero blanco" que promete solucionar todos los problemas con un estilo carismático.
No hay imágenes buenas en sí mismas, su idoneidad depende del tipo de candidato que esté en la mente del elector en el momento de la elección. Tampoco la imagen de un político es para siempre; aunque es difícil realizar cambios abruptos, puede evolucionar a lo largo del tiempo o tener variaciones de grado para diferentes elecciones. De acuerdo con las circunstancias de cada elección, para algunos "se debe fabricar el hombre que el pueblo quiere, en lugar de intentar que el pueblo acepte lo que quiere el hombre"; para otros, esta "fabricación" tiene sus límites, pues "ningún hombre puede, durante un tiempo considerable, usar una cara para sí mismo y otra para la multitud, sin finalmente dudar de cuál puede ser la verdadera". La realidad es que la imagen creíble de un candidato y, por creíble efectiva, es una decantación de los mejores rasgos que en realidad posee y que son capaces de motivar inferencias positivas más amplias en los electores; además, la acción vigilante de los oponentes y la prensa impide que los candidatos usen artificios para crear un sentido de ellos mismos alejado de lo que en realidad son y de lo que han logrado en el transcurso de su vida.
4. Rating de identificación de nombre
Para Raymond Aron la ley de la política es ser conocido: un político no es tal si no ha visto citado lo suficientemente a menudo su nombre. El rating de identificación de nombre es un indicador de cuánta gente reconoce el nombre de un candidato. Está usualmente expresado en términos de un percentil. Se le clasifica como suave o duro. Suave si se ha establecido después de que ha sido mencionado por un entrevistador y duro si es nombrado por el entrevistado sin ninguna incitación previa.
Las campañas suponen que el candidato con mayor rating de identificación de nombre inevitablemente ganará si todos los factores son relativamente iguales, ya que se estima que no menos del 5% de los electores votan por un candidato sólo porque reconocen su nombre. Por eso, lograr paridad o mayor rating que la oposición es un primer objetivo a alcanzar por toda estrategia de campaña; en consecuencia, una buena parte del esfuerzo se dedica a hacer que el nombre llegue a ser más familiar entre el electorado.
Cuán alto es un rating de identificación de nombre, depende tanto del rating del oponente como del nivel de la elección, de manera que entre mayor sea este nivel y mayor también el rating del oponente, el porcentaje debe ser más grande para que se considere un rating alto.
El rating de identificación de nombre se considera tan importante que se le otorga la capacidad de explicar la elección de un candidato en una división electoral, en la cual otros partidos dominan todas las otras elecciones; además, los partidos que carecen de candidatos ampliamente conocidos por el público, aun en contra de sus militantes más distinguidos, prefieren nominar como sus candidatos a personas ajenas,1 simplemente por su alto rating de identificación de nombre; por eso, las campañas gastan muchos recursos para tratar de mejorar el rating de sus candidatos.
Por otra parte se cree que, en tanto los electores no reconocen el nombre de un candidato, tampoco prestan atención a sus mensajes y menos aún le otorgan credibilidad. De ahí que la primera etapa de la campaña propiamente dicha se dedique a hacer que la gran mayoría del electorado sea capaz de identificar al candidato. Este es el objetivo también de la propaganda durante esta etapa, de las bardas, carteles y anuncios espectaculares: que el elector esté consciente de la existencia de un candidato; una vez alcanzado este propósito, será posible difundir sus propuestas.
Para determinar los rating del candidato y su oponente se requiere de una encuesta. Si se carece de fondos para hacer una encuesta profesional, se recomienda desarrollar un cuestionario básico e incluir una lista de cinco a siete nombres, dentro de los cuales deben estar el del oponente, el del candidato y los de dos representantes electos, preferentemente de quienes puedan avalar la candidatura; otro de una persona que se sepa relativamente popular, así como uno o dos nombres inventados. Se puede incluir un par de preguntas abiertas y cerradas acerca de problemas y soluciones, por ejemplo, y enseguida leer la lista preguntándole al entrevistado si ha oído hablar de las personas cuyos nombres se vayan pronunciando. Para realizar la entrevista telefónica, se prefiere a mujeres porque su voz es menos amenazante; para no ser inoportunos, se recomienda llamar entre 7 y 9 de la noche, entre semana, y de 10 de la mañana a 5 de la tarde los sábados. Se debe ser muy amable, hablar despacio, no desperdiciar tiempo y, si se encuentra resistencia, llamar de inmediato a otro teléfono.
Una encuesta con un grado de validez relativamente alto puede hacerse si se llama por teléfono a cada diez nombres del directorio. La voz indicará el género. El número de llamadas depende de la población de la división electoral, generalmente el tamaño de esta muestra debe ser de 0.1%, o menos si el total es de más de medio millón, y más si tiene menos de 50,000 habitantes. Una vez tabulados los resultados, se debe dividir el número de respuestas positivas entre el total de las entrevistas completadas; este porcentaje resultante será el rating de identificación. Dado que aún no comienza la campaña, una diferencia entre el candidato y el oponente podría no ser significativa.
Al analizar los resultados hay que observar si existieron respuestas menores, iguales o mayores referidas a los nombres inventados, lo mismo que al nombre tenido como más popular. Enseguida se deben analizar las diferencias entre el candidato y el oponente, y entre las mujeres y los hombres; también se deben comparar las respuestas con las obtenidas por los representantes electos. Los resultados del candidato y del oponente se comparan con los rating más altos; una diferencia significativa podría ser señal de vulnerabilidad real.
Si el rating del candidato es más alto que el del oponente y tan alto como el máximo, la perspectiva es buena, pues la estrategia podría ser simplemente mantener el rating. Bastará cumplir con el curso normal de la campaña sin erogar recursos adicionales para este propósito. De lo contrario, se debe tener una estrategia específica, de modo que si se dispone de recursos se puede hacer una saturación de spots con el nombre y el puesto; la estrategia tiene que incluir una saturación constante durante un largo periodo de tiempo, a pesar de ser costosa y de que a veces no es tan efectiva por la resistencia existente en el público a la introducción de nuevos nombres.
Mediante el rating de identificación se establecen las credenciales del aspirante como un candidato viable para el electorado, pues se supone que sólo cuando se disponga de un rating adecuado habrá receptibilidad para los mensajes positivos acerca de la candidatura y que, sin este rating, tampoco tendrán credibilidad las críticas del candidato a sus oponentes. Atacar antes de construir un rating de identificación adecuado es contraproducente porque se corre el riesgo de ser etiquetado como candidato negativo.
5. Rating de favorabilidad
Es un medio para medir las impresiones negativas y positivas que el electorado ha asociado con el nombre del candidato. También se mide en porcentajes. Si resulta favorable en una proporción mayor del 50%, es positivo; si es contrario para más del 50%, tiene que ser negativo. Esencialmente está ligado al rating de identificación, porque no puede ser medido por separado. Generalmente se mide por encuestas, pero en las últimas etapas de la campaña puede utilizarse un grupo de opinión.
En campañas de bajo nivel, un alto rating de identificación puede ser suficiente para ganar, en igualdad de otros factores. A medida que el nivel asciende, o en divisiones electorales mayores de 50,000 habitantes, el rating de favorabilidad es más crítico, especialmente para el candidato retador de un partido en el poder. El electorado no vota por la salida de un partido que tenga más del 50% de rating de favorabilidad, por eso, el retador tendrá que subir a más del 50% y hacer que el otro baje a menos de este porcentaje.
En unión con el rating de identificación, el de favorabilidad supera a todos los otros factores de la campaña. Si el rating de identificación resultó bajo, hay que medir la favorabilidad tiempo después de iniciada la campaña, una vez que se haya logrado aumentar entre el electorado el reconocimiento del nombre del candidato.
Para realizar la encuesta, se debe diseñar un perfil de la división electoral conforme a las cinco o seis características demográficas que se crean más significativas: niveles de ingreso, educativos, status marital, nacionalidad, religión, tipo de votante, por ejemplo. El género constituye la característica básica que permite dividir en dos conjuntos: femenino y masculino. Estas características demográficas se incluyen en el cuestionario, comúnmente, con opciones predeterminadas para facilitar las respuestas mediante una cruz.
Por lo general, la entrevista es telefónica y parte de la pregunta de sí está o no registrado como elector, continúa con las preguntas de la encuesta y termina con las calificaciones demográficas. Como no se puede saber de antemano si se cumplen los requerimientos de la muestra, el número de entrevistas necesarias llega a triplicarse dado que muchas se descartan.
Para hacer las entrevistas se puede utilizar el directorio por zona, ya que la gente con determinadas características demográficas se ubica en determinadas áreas, además de que es más fácil concretar estrategias de campaña con base en ellas. Dentro de cada zona se pueden hacer llamadas a cada diez números, hasta completar el monto señalado en la muestra. Es frecuente que sólo poco más de la mitad de quienes contestan el teléfono acepte responder el cuestionario.
Los resultados deben ser tabulados conforme a cada una de las características demográficas seleccionadas. De acuerdo con estas tabulaciones, se trata de descubrir si algunos de estos grupos aparecen como más favorables a alguno de los candidatos y por qué, en dónde reside la fortaleza y debilidad de ambos y por qué. Además se debe correlacionar esta información con las respuestas dadas a las preguntas sobre problemas o asuntos públicos para verificar si hay contradicciones o congruencia.
Según los resultados, las opciones de estrategia pueden ser: si el rating de identificación no fue el esperado, debe reforzarse la identificación antes de emprender nuevas acciones. Si no se observó este problema, y el porcentaje de favorabilidad fue menor de 50%, lo que procede es tratar de subirlo, si el del oponente fue mayor de 50%, entonces hay que tratar de bajarlo.
Asimismo, atacar al oponente puede incrementar los sentimientos negativos hacia él, pero siempre existe la posibilidad de que el ataque se revierta. Tratar de bajar la favorabilidad del oponente es una medida equivocada, si el rating del candidato aún no ha alcanzado el 50%, sólo se puede atacar cuando ya existe una posición de fuerza; esta posición de fuerza está definida por un rating de identificación mayor que el óptimo v más favorabilidad que el oponente. Por eso, la campaña negativa se utiliza, generalmente, en la última etapa de la campaña, cuando ya se han alcanzado estos niveles, o como una medida desesperada, cuando ya no importan riesgos.
La favorabilidad positiva se logra por medio de una estrategia que acentúe las características personales que, según la investigación ha indicado, provocan una respuesta positiva del electorado, así como mediante declaraciones adecuadas sobre los asuntos identificados como de mayor interés del elector.
En suma, la prioridad es subir y mantener el rating de favorabilidad al 50% y, después de lograrlo, considerar el objetivo de bajar la favorabilidad del oponente menos del 50 por ciento.
6. Equipo de colaboradores
El equipo de colaboradores del candidato es el grupo reducido de personas, de diez a doce, con funciones diferentes pero complementarias, de preferencia con "equilibrio de potenciales"; es decir, jóvenes, maduros y viejos, de modo que puedan dar distintas opiniones y visiones del electorado y de las circunstancias, con plena libertad e independencia de criterio. Es el estado mayor o equipo de asesoramiento con equilibrio en su composición en cuanto a edades, origen intelectual y profesional, preferentemente con conocimientos o experiencia en actividades relacionadas con las campañas y dispuestos a trabajar de tiempo completo al servicio del candidato para ganar las elecciones. Un equipo integrado por personas como las descritas constituye un recurso de incalculable valor para la campaña y, además de prestar los servicios que el candidato espera de ellos, también contribuye a la buena imagen tanto del candidato como de la campaña.
Para la propia seguridad de la campaña se requiere saber todo sobre ellos, porque en ellos puede existir cierta vulnerabilidad a los ataques de la oposición. Si existe algo escondido en la vida de alguno de ellos que pueda ser sacado a flote por la oposición para atacar al candidato o minar la campaña, debe confesarse a fin de elaborar una respuesta contra posibles golpes o, incluso, no incluir a esa persona dentro del primer círculo del candidato, según el riesgo que pueda representar su proximidad pública. Esta es la razón por cual se debe conocer todo sobre las personas que rodean al candidato y forman parte de su equipo.
7. Tiempo
El tiempo del candidato es uno de los recursos más preciados de la campaña; en la medida en que el candidato pueda disponer de todo su tiempo para la misma, tendrá más ventaja que aquél que, por no poder descuidar otro tipo de actividades, tenga que hacerlo en forma parcial, o peor aún, en sus ratos libres.
La mayoría de los candidatos trata de hacer arreglos a sus programas de modo que sean capaces de gastar cerca de 20 horas semanales durante las primeras semanas de la campaña, para posteriormente dedicarle el tiempo completo. En realidad, el tiempo que un candidato deba dedicar a su campaña depende del nivel, del tamaño del electorado y de su "accesibilidad", así como del tiempo de duración de la campaña, de los medios de comunicación disponibles y del grado de competencia previsible. Aun en las campañas menores y menos competidas, un candidato que no es capaz de dedicar el tiempo suficiente a la campaña, siempre corre el riesgo de irremediables sorpresas.
8. Dinero
Un atributo final del candidato es la disponibilidad de recursos financieros. Pocos candidatos tienen la suficiente fortuna personal para financiar los costos de una campaña y, si la poseen, vacilan en usarla por miedo a una reputación de despilfarradores, que los dañaría políticamente. Por lo tanto, el aspirante político debe tener los medios de recaudar fondos de fuentes externas, sean públicas o privadas.
En países con alta proporción de financiamiento privado para las campañas, se considera que dos características principales ayudan a determinar si un retador del partido en el gobierno será competitivo en una campaña: el status del candidato y su capacidad para recolectar fondos. Estos dos factores están interrelacionados: los candidatos que son personas respetadas y, por lo tanto, pueden ser percibidos como ganadores potenciales en una elección, tienen mayores probabilidades de recabar más dinero para su campaña que los candidatos políticamente inexpertos o considerados oportunistas por los electores.
De cualquier manera, todo candidato debe disponer de suficiente liquidez, no menor al 10% del costo total previsto de su campaña, para financiar la misma en tanto se reciben los recursos públicos que señale la ley o se recaban fondos privados suficientes, así como para hacer frente a cualquier contingencia imprevista. Este dinero, considerado "semilla", servirá para que la campaña esté en posibilidad de dar sus primeros pasos.
1 En todos los partidos no es rara la práctica de lanzar como candidatos a personajes del medio empresarial, artístico o deportivo para sacar provecho electoral de su fama, aunque el resultado no ha sido exitoso en todos los casos.
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